¿Qué tan maduros políticamente somos?

Existen muchos argumentos del proceder de los venezolanos durante la llamada cuarta república, se da como hecho cierto que solo participábamos cada cuatro años, por lo que algunos la califican como un periodo de débil democracia. Hoy día, tras más de luengos 15 años desde el advenimiento al poder de Chávez y sus “hijos” hacemos un alto para preguntarnos ¿Qué tan maduros políticamente somos? Las respuestas nos asombran. En primer lugar nos encontramos que tenemos un sinfín de nuevos mecanismos de participación ciudadana, que no existían durante los primeros cuarenta años de democracia, sin embargo, es notorio observar el terrible deterior de las gestiones públicas en todos los niveles, signadas por una abismal brecha entre lo que realmente necesita el país y lo que imponen los gobernantes ¡peor aún! existe una abismal brecha entre lo que las instancias del Poder Popular tratan en sus respectivas asambleas de ciudadanos y sus posteriores acciones con lo que realmente necesitan las comunidades.

Esto nos ha deparado un país que a pesar de haber recibido en los últimos 15 años más petrodólares que en los 85 años previos (desde el inicio de la explotación petrolera) los habitantes de este país afronten una infraestructura nacional en ruinas, así como la peor inflación del planeta y estemos ubicados entre los primeros países más inseguros. Fíjese, vaya a una asamblea de ciudadanos y verá con pavor como en su seno se discuten agendas, temas y lineamientos provenientes de partidos políticos, dejando a un margen lo que piden a gritos las comunidades sea resuelto (inseguridad, infraestructura, escasez, etc.) lo propio ocurre en las instancias del poder público nacional aguas arriba. En segundo lugar, los venezolanos nos hemos divorciado del espíritu colectivo muy a pesar que en la última década desde el verbo oficial se predique, esto a razón que en el día a día de los venezolanos nos es más cuesta arriba satisfacer nuestras propias necesidades personales y familiares, haciendo que lo “colectivo” sea relegado a un tercer plano. Esta misma dinámica de vida nos hace apáticos a participar en nuestras organizaciones de base, en las instancias de participación pública, incluso, electoralmente.

En tercer lugar, los gobernantes han ocupado un lugar autoengrandecido, se han convertido en el epicentro de la sociedad, del país, del Estado, donde hasta les permitimos que las excusas a sus evidentes fracasos sean promocionadas propagandísticamente desde un aparato de marketing gubernamental monstruoso, mismas que deben ser aceptadas disciplinadamente por rebuscadas e insólitas que parezcan, lo que efectivamente si debilita a nuestra democracia, sumando la proclamada unión “cívico-militar” donde son los militares con su infranqueable voz de mando quienes poco a poco ocupan las posiciones que deben ser de civiles, sin que los civiles ocupen cargos dentro de la actividad castrense. Así pues, la democracia venezolana de este Siglo XXI se caracteriza principalmente por el culto a los gobernantes e incorporación militar con superioridad jerárquica a las esferas netamente civiles. No puntualizaremos sobres las consecuencias de estos tres factores, pues todo las padecemos. Le pregunto ¿Somos maduros políticamente?


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Leandro Rodríguez Linárez

Politólogo / Analista político / Articulista de opinión, con más de 1.200 artículos publicados nacional e internacionalmente.

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