En las últimas horas los militares han padecido una ofensiva oligarca que es parte de la guerra de nuevo tipo, basada principalmente en la manipulación espiritual, en lo psicológico.
El ataque merece estudio, no se puede despachar con algunos insultos y amenazas. Se trata de una acción que es parte de un plan finamente estructurado en sus pasos tácticos y con nítida estrategia. Veamos.
Para entender la situación debemos revisar la historia, la transformación de la Fuerza Armada bajo la guía del Comandante Chávez, que cambió la imagen de los militares y los fundió con la masa civil construyendo un sólo sentimiento. Con Chávez dejaron de verse como enemigos, regresó el espíritu del ejército de Bolívar, toda la sociedad unida tras un sólo objetivo, la Patria del Libertador que internacionalizó su amor a Caracas y así, hecho universal, pudo liberar a un continente.
Esa unión de todos, uniformados y civiles, es uno de los pilares más íntimos de la Revolución Chavista, y es lógico que en los planes oligarcas esté minar ese afecto, es allí que debemos enmarcar la estrategia que emerge con las últimas maniobras de la cosiata burguesa.
El gobierno aumenta los sueldos de los militares, inmediatamente la maquinaria bélica silenciosa, psicológica, del enemigo se mueve. Tiene como objetivo separar lo que Chávez dejó unido. Por un lado, se valen de los errores de la Revolución que han traído como resultado elevar el egoísmo, el individualismo en la población. Esto explica el
descontento que anda por allí, resumido en este sentimiento mezquino: "por qué a ellos y no a mí".
La maquinaria bélica hurga en la medida, busca azuzar el descontento, intenta fracturar la unión, separar a los militares, presentarlos como privilegiados. Acciones basadas en el egoísmo serán estimuladas en el futuro, su meta ideal es un motín que justifique otras acciones de mayor monta. Simultáneamente, los militares se sentirán rechazados, y en esa sensibilidad les susurran la tesis, la amenaza, de que serán culpables de todo lo malo que pasa en el país, se les exige que se desmarquen, que actúen. Esta es la finalidad de la carta pública del oficial de los marines gringos, diego arria. La estrategia contempla otras facetas tácticas: acusar a los cubanos de invasores, reactivar los problemas de fronteras y, muy posible, pasar a acciones de mayor calibre. No es descartable que a la par de todos estos susurros lluevan los dólares, las promesas de perdón, las amenazas con búsquedas internacionales, los códigos rojos de los organismos del imperio.
Es necesario develar la agresión, diseñar un esquema de defensa que ataque la raíz de la ofensiva enemiga, que combata al egoísmo y a su base material. Es necesario rescatar el sentido de corresponsabilidad en las acciones militares y en las acciones civiles, que no es otra cosa que afianzar el sentido de pertenencia al cuerpo social. Esta reconquista de lo social, para que no quede en retórica, debe ser acompañada por su base material, la propiedad social de los medios de producción. La Fuerza Armada debe ser soporte de la relación humana fraterna, ser escuela del humanismo socialista; decir militar debe convertirse en sinónimo de hombre nuevo, lleno de los valores del humanismo y del naturalismo. De esta manera le daremos un piso fuerte, espiritual, a la alianza con el resto de la sociedad. Así conseguiremos que los militares sean vanguardia espiritual de la Revolución, que sean percibidos como ángeles y no como demonios.