Hijos de Chávez, radicalicen la autocrítica, salvemos la Revolución

Un raro fenómeno ocurre en las Revoluciones: después de desaparecidos sus líderes fundadores caen carcomidas, minadas desde adentro, capturadas por ideologías adversas que prosperaron bajo el manto de una disciplina que se transformó en castración, en sumisión que impide cualquier reacción.

Las ideas contrarias a la entrega son desechadas con argumentos que, asombrosamente, son los mismos desde hace cien años: “agentes extranjeros”, como dijeron de Lenin, de Trotsky; “divisionistas”, “extremistas”, “maximalistas”, “voluntaristas”, “ahistóricos”, como acusaron al mismo Fidel. Los líderes, o posibles líderes, son descabezados poco a poco; primero caen los más conspicuos, los desechan, dicen: "son estridentes", "excesivos", "cometieron errores". Luego, la operación limpieza ideológica arrasa con la vida de todo lo diferente, hasta que por último la guillotina adquiere vida propia, reclama víctimas como los leones del circo romano.

De esta manera, el miedo, o mejor, el terror de ser diferente, de traicionar lo que ya fue transformado en sarcasmo, en retórica, en engañifa, impide la defensa de la Revolución. Se llega así al punto de no retorno, cuando ya la reacción de los buenos es inútil, entonces, la burguesía sólo tiene que tender la mano y esperar que el fruto maduro de la restauración caiga. El fenómeno se repite con pasmosa regularidad, no estamos exagerando. Allí están la Unión Soviética y China para ilustrar el esquema de entrega de una Revolución.

No hay dudas de que este programa de ataque lo sufrió la Revolución, el magnicidio del Comandante Chávez fue el primer objetivo. Y ya huérfano el proceso, decapitado, vino la segunda fase: extraviarla, minarla. Presionaron a la Revolución desde afuera. La premura de las elecciones, las amenazas económicas, construyeron el terreno fértil para las doctrinas entreguistas.

Sin percatarse, impregnada de obediencia ciega, impedida de dar combate a los asesinos del líder, en la búsqueda de ejercer la lealtad al mandato del 8 de diciembre, la Revolución se inmoló en lo superficial, en la apariencia, confundiendo el éxito de permanecer con triunfo trascendente. Entre tanto, las ideologías adversas hacían su labor: deteriorar la pasión, instalar el egoísmo como conducta y el bien material individual como meta, desdibujar a la Revolución, despojarla de lo diferente, igualarla al capitalismo.

La Revolución está cediendo terreno en el alma del pueblo y también en el seno del gobierno, la Revolución se pierde en sus narices. Ya sienten a los escuálidos tomando colinas dentro del campo revolucionario. La ética revolucionaria es sustituida, tomada por asalto, por la ética de la cuarta, se manifiesta en todos los niveles del gobierno y de la sociedad. El deterioro, la parálisis, el saboteo se evidencian todos los días, son abundantes los ejemplos. El gobierno aparece cada vez más como un espectáculo al que asisten los venezolanos pero no los involucra, cada momento se decolora, se desvanece, pierde credibilidad y queribilidad.

La situación merece estudio, estamos en una encrucijada que puede ser final. No es suficiente con sacar a algunos pocos escuálidos dentro del gobierno, eso no superará el peligro que es ideológico, más profundo: la ideología capitalista, que vino de la mano de las concesiones económicas, impregnó a la Revolución, intoxicó a un grueso de sus militantes, que ahora como una epidemia militan en el egoísmo capitalista con su lógica, con sus metas, con su ética. La nueva situación permitió que muchos escuálidos salieran del closet.

Es vital, es su deber, que los líderes de la Revolución, los hijos de Chávez, se reúnan y discutan esta situación, hagan un balance de lo recorrido hasta ahora, pero no para el público, no para la televisión, sino en privado, donde no esté prohibido hablar de las fallas, de los errores, de las cosas que no funcionan, con el espíritu autocrítico que tanta falta hace. Sería una reunión valiente, pero definitiva, necesaria, una especie de congresillo ideológico, unas reuniones de meditación de la dirección. Designen a unos líderes para que hagan el papel de abogados del diablo, aprovéchese esta sabiduría de la iglesia.

Es deber de los hijos de Chávez superar cualquier obstáculo, correr cualquier riesgo y discutir. Sólo este concilio puede salvar a la Revolución...


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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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