El capitalismo en Venezuela sucede en medio de profundas contradicciones político-económicas, de su entendimiento dependerá el éxito de la Revolución.
La primera contradicción que emerge es entre el populismo socialdemócrata y el capitalismo rentista. Esta contradicción latiguea al sistema socialdemócrata, la podemos resumir: "Es la contradicción entre las expectativas de consumo creciente (despilfarro) de una población enajenada de la relación logro-trabajo, acostumbrada al clientelismo-facilismo, y una renta finita que no alcanza para satisfacer dichas expectativas".
Cuando esta contradicción se agudiza, la dominación capitalista se perturba, los gobiernos entran en crisis terminal y aumentan las posibilidades revolucionarias. Esta contradicción se mueve hacia un paquetazo, o hacia un gobierno revolucionario. carlos andrés intentó resolverla con el paquetazo y produjo aquel motín del 27 de febrero; caldera intentó atenuar el paquetazo y produjo el triunfo de Chávez. Podemos decir que la historia del gobierno de Chávez, la Revolución chavista, es la historia del intento por solucionar esta contradicción avanzando hacia el Socialismo. Cuando la contradicción se agudiza, la democracia burguesa como forma de la dominación capitalista en época de estabilidad relativa se agrieta, la política ocurre al margen de esa legalidad, la crisis demanda otra forma de expresión política de la dominación.
El gobierno del Presidente Maduro Moros se enfrenta a esta contradicción, que por momentos lo paraliza: no sube la gasolina, no reduce el gasto, insiste en el empeño clientelar, no quiere, no puede, resolver la contradicción por la vía de ir al Socialismo, de crear conciencia del deber social, pero el populismo no le funciona. Se desgasta, melancólico, aferrado a un recuerdo que se disuelve en la ambigüedad. En estas condiciones, no puede construir pacto alrededor del populismo agotado, y la economía insiste en un paquetazo.
Dentro del campo chavista, esta contradicción acarrea perturbaciones. Aparecen manifestaciones oportunistas que ven en la debilidad del gobierno la posibilidad de medrar, de incursionar en la democracia burguesa que se agota. Siguen con la mentalidad del electoralismo, buscando postulaciones, arreglando grupitos para negociar, se comportan como aquellos que siguen oyendo a Gardel en fonógrafos de cuerda y añorando al "Zorzal". Paralelamente, aparece el desencanto de los que no se explican el descenso, esperamos que momentáneo, de la opción socialista.
En lo político hay contradicciones menores dentro del gobierno. Algunos grupitos torpes, que no ven más allá de las narices, van de la mano de la mezquindad, y sus éxitos son derribar ministros, ocupar puestos, hacer vendettas menores, son zamuros de la política que revolotean las grandes confrontaciones. Otros pugnan por mantener el camino de la socialdemocracia agotada, y se enfrentan a los capitalistas duros que impulsan el paquetazo. Las elecciones perturban a todos los bandos, que se cuidan las espaldas.
La oposición disfraza su propuesta de solución a la crisis, evita hablar del paquetazo que guardan en sus planes de gobierno, reduce la confrontación a lo pueril, a la superficie, al odio, y espera que estalle la gobernabilidad. Sigue navegando la crisis y aprovechando el viento a favor, tiene expectativas en las elecciones parlamentarias y, simultáneamente, orada la institucionalidad, no aprueba al CNE ni los poderes, se guarda la carta del fraude. Al mismo tiempo prepara el golpe, al gobierno que recogerá los vidrios de la ruptura.
Hay la posibilidad, quizá remota, de un acuerdo entre la fracción capitalista dura del gobierno y un sector de la oposición para adelantar un paquetazo, el problema es quién carga con el gasto político, quién se inmola.