Hay humanos de los que brota el manantial de una época, son épicos, históricos, mueven los tiempos; sus acciones, su pensamiento impulsan a la humanidad, son ellos y, simultáneamente, son huracán, volcán. Cristo, humano y Dios. Bolívar, humano y continente liberado. Rosa Luxemburgo, humana y valentía teórica. Freud, humano y mente liberada. Marx, humano y asaltador de cielos. Beethoven, humano y vuelo hacia estrellas interiores. Cervantes, humano y lengua. Darwin, Galileo, Bruno, el Che, Fidel, Zamora, humanos, épocas, planetas, tierra, océanos.
Chávez es uno de estos humanos, en él, ya lo dijo, se expresa el pueblo de Bolívar resucitado por su coraje. Con él se recobró el camino extraviado en San Pedro Alejandrino y en San Carlos, con él volvió a rugir el proletariado en la Plaza Roja, los Rebeldes de la Sierra regresaron triunfantes a los corazones de los humildes, devolvió la esperanza. Con Chávez los timoratos fueron valientes, los egoístas borbotearon de amor, los débiles se hicieron héroes, todos fuimos mejores, el perdón se hizo norma, la infamia fue derrotada. Chávez se hizo pueblo bueno, nos hizo pueblo bueno.
Chávez creció como crece la selva iluminada por la luz del sol, caminando se hizo camino y gigante, aprendió a volar, tuvo el valor de ir a territorios inéditos, jaloneó a este pueblo a las fronteras donde el alma se hace alimento y el alimento nutre las almas.
La maldad lo derrotó, no supimos defenderlo, fue asesinado, crucificado, intentaban recorrer de nuevo el camino del Gólgota. El Comandante, en su sabiduría, fue precavido, dejó la forma de concluir la tarea histórica. Antes de su último viaje, encargó a Nicolás Maduro para ser depositario de lo que él había construido: un pueblo buscando niveles superiores de conciencia y de organización, de humanismo, un sendero marcado con sangre en el corazón de la Patria, un equipo dispuesto a cualquier sacrificio, una idea, un proyecto, el Socialismo; una alerta, el peligro reformista, el peligro de la desunión de los revolucionarios.
Nos dio su última orden, elegir a Maduro (Delegado, Depositario, Presidente), persistir en la senda del Socialismo, y cuidado con el reformismo. No es posible reducir el mandato de Chávez a sólo Maduro, sería injusto con él, sería condenarlo a la derrota. La fuerza de Chávez no es Chávez aislado de su obra, de su pensamiento, de sus sentimientos, de la historia, esa fuerza se la legó a Maduro con el Socialismo, con su épica, su espiritualidad, es un todo.
El legado de Chávez es una gran fuerza, pero también es un gran compromiso, es un todo que se evalúa en la práctica, en las acciones. No se puede ser chavista sólo por nombrarlo; no se puede ser chavista, socialista en unas cosas, y para otras ser capitalista, entregarle a los capitalistas la economía y pretender conciencia socialista sostenida en el aire. El legado de Chávez se evalúa en su conexión con el pueblo humilde, en la nueva relación humana que se va forjando, en su “Horror a las oligarquías”, en la valentía para enfrentar los fracasos y por la humildad en los triunfos. No es un cheque en blanco. Maduro no puede dejar de lado al Socialismo, deformarlo, transformarlo en un sarcasmo, en una palabra, “depósito" donde cabe cisneros, mendoza, pérez abad y también el bank of America, los chinos, los rusos y el Rey saudita, los capitalistas y también los humildes depredados por ellos. No puede vaciar al legado de contenido revolucionario y, al mismo tiempo, pretender continuar con el apoyo, la fuerza que le dejó el Comandante Chávez, no es así. Si se separa del Socialismo se debilita, se consume en su inconsecuencia.