El colapso de los precios del petróleo deja en evidencia que en Venezuela aún estamos muy lejos de superar el modelo de acumulación extractivista dependiente del comportamiento errático de la renta petrolera. Mientras en el país no se activen los mecanismos para compensar los shocks externos y más abundante sea el torrente rentístico, más grave será el impacto que provoca su caída.
El capitalismo rentístico y el neo-rentismo socialista son expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista. El neo-rentismo socialista funcionó a la perfección mientras los ingresos petroleros venezolanos crecieron y resultaron más que suficientes para financiar la inversión social y alimentar los canales para distribuir la renta. Pero al igual que en el capitalismo rentístico, en lugar de ahorrar en tiempos de bonanza para encarar los tiempos de escasez, el neo-rentismo socialista desplegó una política fiscal pro-cíclica, con desmesurados aumentos del gasto público cada vez que aumentaba el ingreso petrolero y severos recortes presupuestarios cuando se cierra la tubería de petrodólares. Con el descalabro de los precios del petróleo este modelo nuevamente ha entrado en crisis y nos deja más que claro lo poco que hemos avanzado en la transformación de la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.
El neo-rentismo socialista terminó siendo un modelo de dominación basado en el uso intensivo de la renta petrolera para financiar la inversión social y crear una red clientelar que le sirve de apoyo social. Debido a la contracción del aparato productivo interno y su incapacidad para generar nuevos empleos al ritmo que crece la población económicamente activa, el neo-rentismo socialista tiende a acentuar el papel empleador-clientelar del Estado, el cual no logra generar un trabajo realmente emancipador y liberador, toda vez que éste queda mediatizado por la lógica opresiva del Estado burocrático que funcionariza y somete a la fuerza de trabajo. En tales circunstancias, la dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de grupos ambivalentes y castigar o disuadir a los adversarios.
Pero en las actuales circunstancias de restricciones presupuestarias, el gobierno ya no puede seguir gastando igual. La menguada renta petrolera no alcanza para sufragar cuantiosos subsidios a los servicios públicos de electricidad, agua, gas, vialidad, etc., ni mucho menos para mantener empresas públicas deficitarias que no son estratégicas.
Superar el neo-rentismo socialista y avanzar sin traumas hacia nuevas y modernas formas de socialismo de mercado implica la desestatización de las empresas públicas secuestradas por el burocratísmo y la corrupción. Una vez que éstas sean transferidas a los consejos de trabajadores y comunales podrá generarse un verdadero trabajo emancipador y liberador, en el que los trabajadores libres asociados tendrán poderosos incentivos para mejorar el desempeño de las mismas. Al sentirse verdaderos copropietarios sociales de esas unidades productivas, los consejos de trabajadores y comunales podrán asociarse con la inversión privada nacional y extranjera para fortalecer la gerencia profesional, transferir tecnología y fortalecer su competitividad.
En definitiva, de lo que se trata es de asegurar la viabilidad económica y financiera de sus empresas, de tal forma que los consejos de trabajadores y comunales reciban los dividendos correspondientes a su respectiva participación accionaria. Estas ganancias, en lugar de ser repartidas como dividendos individuales, serán la fuente de recursos para financiar los proyectos laborales y comunitarios de interés común. Es así como se puede transformar la cultura rentista que pretende vivir de ingresos que no son fruto del esfuerzo productivo, en una nueva cultura sustentada en el valor del trabajo.