CUATRO RETOS BASICOS DEL PNA-M13A
Proceso-Rebelión-Revolución (el problema de la transición):
Hemos dicho que la “revolución bolivariana”, es en primer lugar una creación colectiva que comienza con la rebelión del 27 de febrero contra las medidas neoliberales de CAP, continúa con la formación del bloque histórico y constituyente que lleva a Chávez al poder en 1999 y se acelera con el estallido de de protagonismo y rebelión a raíz de las conspiraciones fascistas y oligárquicas que estallan desde diciembre del 2001 hasta su derrota histórica en Agosto del 2004 (referéndum presidencial). A partir de entonces comienza la fase antiimperialista y prosocialista a moverse con mucha intensidad, desplazando lo esencial de la lucha de clases y la lucha hegemónica hacia el interno del bloque bolivariano el cual es tensionado con cada vez mas fuerza por el antagonismo entre los sectores incrustados en el aparato burocrático, tecnocrático y representativo del estado y los sectores populares organizados desde la base que constituyen la fuerza de trabajo esencial del proceso, los cuales tienden a profundizar su autonomía y postura crítica frente al orden constituido.
Pero al mismo tiempo el proceso que vivimos es fruto de un ciclo mucho más abarcante que incluye el desarrollo de múltiples movimientos sociales e insurreccionales a lo largo de nuestramérica y un proceso de resistencia radical y democrática de carácter mundial frente al guerrerismo imperial y globalizante que adopta el capitalismo hoy en día liderizado políticamente por el gobierno de los EEUU. Choque entre imperio del capital y la resistencia de los pueblos que comienza a dejar los primeros síntomas de un cambio de correlación de fuerzas a nivel mundial entre capital y trabajo, favorable a las fuerzas emancipatorias. De todas formas sabemos que estamos en una fase aún muy germinal y “asimétrica” de esta lucha donde la capacidad de desvastación, muerte, manipulación, explotación y opresión con que goza el poder imperial sigue siendo monumental. Junto a este cambio de correlación de fuerzas han surgido o reafirmado muchos gobiernos de orígenes progresistas demandando soberanía y justicia, principalmente en América, aunque ahora vemos como salta hacia Palestina con la victoria del Hamas.
Ahora bien, por la razón que sea es aquí en Venezuela donde este discurso ha podido avanzar hasta los momentos con mayor sentido libertario, antimperialista y justiciero, mientras que en otros vuelve a retroceder a la pauta neoliberal. La condición de vocero y dirigente que ha tomado Hugo Chávez ante el proceso popular propio, sus demandas reivindicativas y constituyentes, así como del ideario emancipatorio que lo inspira, lo lleva a ser un dirigente muy por encima de la figura de un administrador de un orden que se reforma y adopta nuevas caras, al mismo tiempo que facilita el crecimiento de esta cualidad propia del proceso venezolano. Esto a su vez ha llevado a Hugo Chávez a convertirse en un líder referencial mundial particularmente ante los movimientos sociales y de izquierda. Pero eso no quiere decir que con ello tengamos resuelto el problema, ni asegurado el camino transitorio hacia la construcción de una nueva sociedad. Por el contrario, el asunto nacional y revolucionario en Venezuela multiplica su complejidad y su riesgo de perderse en la medida que el propio proceso se radicaliza y estallan nuevas contradicciones y dimensiones en su interior. Una democracia y un orden de emancipación productiva, espiritual y sensible, tal y como emerge del ideario que hoy sintetiza el socialismo revolucionario y nuestroamericano (en todas sus corrientes y tendencias actuales), jamás podrá ser resuelto desde los limites nacionales de nuestro país.
Recogiendo los criterios básicos sobre los cuales Marx y Engels conceptualizaron el principio de “revolución”, en Venezuela hemos vivido un proceso revolucionario que estalla con la rebelión de Febrero del 89 concluyendo entre el año 99 (constituyente) y el año 2002 (rebelión del 13 de Abril) una primera etapa de “revolución política”. Lo que supone en este caso el cambio de régimen constitucional, la creación de un estado social y de justicia, la apertura de una democracia participativa y protagónica, la ampliación de derechos sociales y un régimen de justicia social. La revolución de la conciencia convertida en rebelión constitucionalista y antifascista. Pero es una revolución que pulsa desde entonces por convertirse en “revolución social”, lo que supondría una ruptura profunda con el régimen de propiedad, las desigualdades reales y de derecho y el desarrollo masivo de nuevas relaciones de producción. Esta es una fase pendiente, que se abre a ella misma caminos experimentales y “microfísicas” en estos tiempos, aunque suponemos que para que pueda concluirse plenamente necesitará de un espacio continental e internacional de respiro. El triunfo de la revolución social será continental o no será. Incluso podríamos agregar que el triunfo o no, aún en sus limitaciones, del proceso que se ha abierto en estos años por estas tierras, dependerá en una buena parte la posibilidad de su viabilidad al menos a nivel continental y del acompañamiento mutuo de las luchas de los pueblos nuestroamericanos. Hoy en día somos la mecha de algo que a su vez condiciona nuestro futuro.
Esta es la medida con que asumimos nuestra responsabilidad dentro de la historia que nos ha tocado vivir y al mismo tiempo la medida de un reto dirigido a ayudar a construir los elementos de fuerza política, de construcción material de la revolución y síntesis orgánica (vanguardia colectiva) que garanticen la victoria a largo plazo tanto a nivel nacional como continental. La rebelión popular y militar de los ochenta y los noventa fabricó un proceso inédito y lleno de riqueza política y cultural, la lucha diaria y su resolución estratégica en toda “nuestramérica” nos permitirá convertirlo en una verdadera revolución social. Ese transito entre rebelión, proceso y revolución socialista ha sido, sigue siendo y será por un buen tiempo el acertijo político a resolver. Un dilema histórico que se mueve permanentemente en una dialéctica compleja entre construcción social del hecho revolucionario, apoyo a Chávez, profundización del proceso y resistencia al Estado capitalista que sigue dominando. ¿Cuáles son en ese sentido los principales retos que en nuestra consideración hay que resolver?. Cuatro retos básicos parecen en el horizonte para nosotros. Para su solución aquí están expuestas algunas ideas que ponemos al debate de todos.
1. El reto de la profundización
1.a ¿Por qué apoyamos a Chávez?
Efectivamente tenemos por delante en primer lugar el reto de darle vida, sujeto y color a la tan manoseada línea de “profundización del proceso”. Para esto hay que saber hasta por qué estamos en todo este proceso y cual es la razón política, más allá de todo elemento anímico, respetuoso, amoroso o como quiera llamársele, de nuestro apoyo a Chávez. Este reto de la profundización es un reto que pasa entonces por la clarificación de posiciones y concepción estratégica de este camino de profundización. Cosa que una vez abordada nos lleva directamente al reto de la realización y concreción de una metodología para la construcción de la unidad autónoma de las clases explotadas como de un programa autónomo de transición. Algo que a su vez nos obliga a tratar el problema de los filtros metodológicos básicos para la construcción de nuestra propia organización en su realidad hoy en día. Elemento que al ser esbozado nos despeja para el camino para delimitar mejor otros dos grandes retos: el reto táctico y el reto de la estrategia continental.
De acuerdo con la direccionalidad marcada por nuestro principal vocero y dirigente nacional (Hugo Chávez como vocero y dirigente del “pueblo bolivariano”), la revolución luego de superar la fase constituyente básica y quebrar la primera ofensiva contrarrevolucionaria, entra en una fase antiimperialista (integración del sur, denuncia de la guerra imperial liderizada por Bush y su gobierno, marco policéntrico de relaciones), de radicalización política (democracia participativa materializada en formas concretas del poder y el autogobierno popular, desarrollo de las primeras expresiones del “pueblo en armas”, transformación de las estructuras legales, burocráticas y corruptas del estado) y al mismo tiempo comienzan a gestarse las bases de una justicia social (redistribución de la riqueza) acompañada por el cambio de relaciones de producción en áreas precisas dirigidas a garantizar nuestra soberanía alimentaria, territorial, tecnológica y la socialización de la propiedad (allí tenemos el marco de las misiones como principal bandera, el concepto de desarrollo endógeno y cooperativo, así como la política de cogestión y autogestión de empresas), que luego se sintetizan en los lineamientos básicos esbozadas en el plan del “salto adelante”. Para la realización de estas líneas de concreción se han creado, ayudado a crear o apoyado en su creación, una cantidad de figuras sociales y políticas de estado, entre otras:
. El ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas), Petroamérica y sus derivados, eje sur de poder (Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina, principalmente).
. Los diversos comités y poder populares: contralorías sociales, consejos comunales, comités de tierra, de salud, de agua, de energía, de alimentación, radios, periódicos y televisoras comunitarias, redes y programas culturales, ayuda al desarrollo de los movimientos sociales más importantes: CTU, ANMCLA, UNT, FCEZ, CCEZ, CONIVE, etc.
. Formación de la reserva militar masiva, línea de formación de los comités de defensa territorial, nuevo concepto de la defensa nacional ligado al reto de la “guerra asimétrica” y ampliación de la visión de defensa al campo de los recursos estratégicos, la energía, la defensa ambiental, profundización de la alianza cívico-miliar en el campo social y de defensa.
. Nueva línea comunicacional del estado (democracia comunicacional, Telesur, Telecom, marco público comunicacional integrado), nuevos ministerios ligados a las políticas de transformación (comunicaciones, economía popular, participación) desarrollo de un marco legal apropiado a la transición (nueva constitución, leyes habilitantes, ley anticorrupción, de consejos comunales, etc), integración de las organizaciones populares a la gestión y la contraloría de estado, retoma y “renacionalización” de las principales empresas y corporaciones de estado (PDVSA, CVG, Petroquímica, ENELVEN), fortalecimiento del sistema público financiero (BANDES, Banco Industrial, FIDES, nuevos bancos regionales y sectoriales públicos), y de todo el sistema de crédito a las economías sociales, mayor control sobre el Banco Central, reservas internacionales, control de cambio.
. Y finalmente las políticas correspondientes a la profundización de la justicia social y el cambio estructural: revitalización de la seguridad social con sentido universal, recuperación paulatina e integral de los sistemas educativos y de salud, misiones educativas, de salud, de cultura, la ciencia, contra la indigencia, de apoyo a las reivindicaciones sectoriales (indígenas, mineros), misión vuelvan caras y multiplicación de los núcleos de desarrollo endógeno, fondos zamoranos, reparto de tierras urbanas y rurales, etc, terminando con la apertura de experiencias cogestionarias ligadas tanto a la recuperación de empresas, el control obrero en empresas públicas (ALCASA), cogestión en empresas privadas, y la última línea abierta con las EPS (Empresas de Producción Social y su cualidad antagónica a la lógica capitalista de producción: ganancia privada, explotación del trabajador, división social del trabajo, monopolio del conocimiento).
¿Constituye esto un verdadero programa de transición?, ¿en qué medida lo apoyamos?, ¿hay un puente entre este y el programa nuestroamericano?, ¿cuáles son sus vacíos y debilidades?, ¿cuál es la medida real de su concreción?. Quizás sea muy difícil dar respuestas definitivas dentro de una historia que se mueve con inmensa velocidad. No obstante, es evidente que estas líneas de acción constituyen una política progresiva cuya gran virtud ha sido su elaboración al calor del proceso popular y político en marcha, y no un programa acabado y preconcebido por una elite política. El proceso sigue su incierta marcha constituyente, pero esta en marcha, tomando algunos visos anticapitalistas y contrarios a la estructura representativa y burguesa del estado que se definen en las líneas estratégicas de acción. En ese sentido, destacando las distancias en cuanto a la radicalidad del planteamiento, sus tiempos, métodos, lugar y sujeto político de realización (desde el programa nuestramericano no hay estado mesiánico solo un sujeto heroico –Mariátegui- que se crea y recrea en la fragua de las corrientes histórico-sociales y la lucha de clases, entre otras palabras, desde la autodeterminación de lo social), podemos decir que coincidimos en el camino americanista, democrático, antiburocrático, anticapitalista y antiimperialista que se delinea al menos como intención en este programa de transición, además de valorar el aporte teórico y político que nosotros mismos hemos hecho en la medida de su construcción. De allí la razón de nuestro apoyo mucho mas que al gobierno a la figura del presidente como principal arquitecto, garante y promotor de dicho programa.
1.b ¿Cuáles son las grandes debilidades del proceso liderizado por Chávez?
Pero en esto también debemos dejar en claro sus obvias debilidades de contenido y ejecución. Debilidades que tienen su origen estructural a nivel general en la pervivencia de la misma estructura capitalista sujetada a la dinámica imperial del capital hoy en día, y a nivel más particular tanto en la reproducción de estructuras de estatales de mando diseñadas en su esencia a servir de instrumentos de subsidio de la tasa de ganancia capitalista por vía de la redistribución abismalmente desigual de la renta petrolera, la cual queda en manos de una oligarquía burguesa parasitaria y de las mismas ambiciones dinerarias y de poder de los sectores políticos dominantes que sirven de agentes de esta oligarquía. Esta situación no ha cambiado en esencia, podemos decir que se ha se ha matizado progresivamente gracias a la sublevación popular continua que ya lleva 17 años de historia y el empuje político, programático y constituyente que le ha ofrendado el liderazgo de Hugo Chávez a esta sublevación. Semejantes carencias estructurales las podemos ver en concreto desde un balance crítico de la situación que hoy se vive. Entre otros:
.La ausencia de un modelo integracionista que trascienda los limites de la relación entre estados, gobiernos y capitales.
.La imposibilidad en ese sentido para aplicar el ALBA en base a estos límites
.La ausencia de un modelo de desarrollo claro y alternativo al neoliberalismo y la planificación imperial.
.La poca claridad con que se han manejado las relaciones con el capital internacional nivel interno, particularmente a nivel del petróleo, la minería y la explotación de recursos naturales.
.La pervivencia de la explotación criminal de bosques, aguas y ambientes naturales.
.La continuidad de la planificación vertical y centralista a nivel de las grandes políticas de estado.
.Ninguna política clara y conjunta para la realización de la soberanía alimentaria. .Continuidad de la dependencia tecnológica sin alternativas de fondo.
.Ausencia de una política sistemática de sustitución de importaciones.
.La sobrevivencia de una legalidad terriblemente injusta unida a un sistema de justicia que hace oda a la impunidad.
.La conchupancia que se mantiene con el sistema financiero internacional a nivel del pago de la deuda, manejo de las reservas y las ganancias cambiarias.
.La continuidad de la simbiosis entre recursos de la banca privada y recursos públicos.
.La poca o ninguna confrontación a los monopolios comerciales e importadores. .La profundización de la tendencia hacia la flexibilización de las relaciones laborales.
.La profunda ambigüedad y “saltos atrás” de la política de recuperación de tierras, industrias, infraestructuras e inmuebles.
.Concepción bancaria y acumulativa –además de ser terriblemente ineficiente, corrupta y dispersa- de las políticas de crédito popular.
.Completa inutilidad de las instituciones públicas contraloras, de defensoría del pueblo y de defensa al consumidor.
.Flexibilización de las políticas de precios y de despidos.
.La continuidad de la práctica represiva -incluso de tortura- así como la matraca permanente de los aparatos policiales y Guardia Nacional.
.La reproducción de los sistemas denigrantes y de muerte en las cárceles.
.La pervivencia de la corrupción y sus sistemas de complicidad a todo nivel.
.La reproducción de las normativas y las prácticas hiperburocráticas a lo largo y ancho del estado.
.La reaparición de la partidocracia y la utilización instrumental de los movimientos y organizaciones populares.
.La degradación institucional dentro de los poderes regionales y municipales. .Política participativa mas de propaganda que de hecho.
.El oficialismo censurador dentro de los medios de comunicación públicos.
.La multiplicación de una política cultural dedicada al espectáculo y la manipulación propagadística de las artes y el pensamiento.
.La restitución del mando tecnocrático en las empresas públicas (particularmente en PDVSA).
.La continuidad de la visión militarista y corporativa de la Fuerza Armada.
.La penetración del narcotráfico y el paramilitarismo a nivel territorial e instituciones de protección (compañías privadas de seguridad), inteligencia y defensa del estado.
.Tendencia a la pérdida de soberanía en vastos territorios fronterizos (Zulia, Bolívar, Amazonas, Apure).
.Ineficiencia y tendencia a la burocratización cada vez mayor de las misiones sociales.
En síntesis, estamos entrampados al interior de un monstruo donde se va a hacer
imposible concretar –por más o menos años que se le pongan- la primera misión de soberanía y construcción de nación, así como la integración solidaria de los pueblos del sur dentro de una visión anticapitalista y nuestramericana de la revolución: la superación de la pobreza, la suma de desigualdades e inequidades sociales, la opresión política que vivimos como pueblos colonizados.
1.c ¿Cuál es el reto de la profundización?
En función de la profundización del proceso nos encontramos por tanto ante la necesidad, uno, de ir deslastrándonos de toda ilusión (si en algún momento la hubo, y esto es muy posible) que suponga la posibilidad de completar el proceso de tránsito hacia una nueva sociedad tomando el aparato capitalista de estado y su dirección política como factores centrales de direccionalidad y apoyo. Aunque se justifique por la propia crisis del estado (lo que algunos teóricos de la línea autonomista conceptualizan como situación de “estado-crisis”: el estado que entra en crisis legitimidad, haciendo de ella y del choque de fuerzas que se mantiene en su seno paradójicamentee el mecanismo para su propia reproducción. Es el estado que se convierte en “capitalista colectivo”, una vez que fracasa la posibilidad de mantenerlo en la función mediadora entre intereses de clase) mantener posiciones ideológicas y de mando que fortalezcan la hegemonía del pensamiento y la acción emancipadora dentro de las instituciones del poder constituido, sin embargo, el centro motor de todo proceso revolucionario futuro pasa ahora al amplio sistema de colectivos, redes, movimientos, organizaciones síntesis (la vanguardia colectiva como sistema amplio y diverso de organización) que desde su autonomía política, ideológica y de clase, empujan el proceso hacia un derrotero auténticamente revolucionario y socialista. No hay –ni habrá- entonces un “gobierno revolucionario” como unidad pura y homogénea, hay una unidad básica liderada por Hugo Chávez que gira alrededor de un programa mínimo de transición (y en permanente reelaboración) que a su vez debe ser empujado y ayudado a concretar básicamente por este vasto universo de contrapoderes, dándole a la revolución la posibilidad de dotarse a sí misma de una dirección colectivizada no burocrática ni comprometida con el estado capitalista. Esto a su vez ayudará a superar paulatinamente el bonapartismo (el personalismo caudillista que ha caracterizado el liderazgo de Chávez) devolviéndole al “pueblo bolivariano” una unidad propia que se sustente en una “moral de compromiso” (mucho más horizontal y política y no de mera lealtad ciega hacia la figura del comandante) entre todos los actores que liderizan su fragua histórica, incluido el compromiso del presidente Chávez por supuesto (lo que hemos llamado la alternativa del “Chávez sin chavismo”).
Por tanto, desde el primer reto de la profundización, nos encontramos con una segunda meta central cual es la de darle a los espacios de organización a crear la capacidad (la sinergia interna) de estar a la altura de tales retos que implica la profundización de la revolución y el tránsito efectivo hacia una revolución social que le abra el espacio a la transformación socialista de nuestramérica. Queda desechada para nosotros la figura del “partido” (o el bloque de partidos) como lugar privilegiado de dirección política de ”la revolución”, o como instancia mediadora entre la sociedad civil y estado o vanguardia única de la clase dentro de un contexto de transición. En ese mismo sentido se excluye toda posibilidad de concebir el “tránsito al socialismo” desde una concepción que nos invite nuevamente a estar creando elites políticas “sabias y revolucionarias”, que desde el mando supremo del poder y afianzándose en el capitalismo de estado (planificación y distribución de la renta capitalista del estado) garanticen la redistribución equitativa de la riqueza y el transito pacífico y ordenado al socialismo, basándose en una planificación etapista y centralizada. Tendencias que hoy en día adquieren mucho peso en ciertas instituciones básicas (PDVSA, algunos ministerios, estratos militares, gobernaciones e intelectuales y partidos del “bloque del cambio” bajo la influencia ideológica y política principalmente cubana) que a su vez se enfrentan tanto al polo neoliberal también presente en ministerios, direcciones y gobernaciones, y fundamentalmente a las tendencias que ponen todo su acento en la “autodeterminación social” del proceso revolucionario y en donde nos inscribimos (y obviamente con mucho menos fuerza dentro de las instituciones, su influencia en algunos casos mayoritaria se centra en la calle, el barrio, la fábrica, la tierra).
En contraposición a las mistificaciones partidarias y vanguardistas, se impone la necesidad de ayudar a crear o potenciar estructuras orgánicas y movimientales (territoriales, articuladoras, unitarias) que puedan servir de instrumento real para todo lo con será en adelante el ejercicio de dirección del proceso de materialización social de la revolución. Utilizando la negociación horizontal con el estado (o al menos sus direcciones y figuras mas progresivas) como palanca inmediata de apoyo ante la carencia de recursos propios como el incentivo de algunas políticas e iniciativas donde puedan conjugarse metas comunes. Situación que sabemos no va a ser eterna lo que implica prepararse en todo sentido para choques futuros con el conjunto de aquel orden constituido que intentará por todos los medios frenar el proceso de profundización revolucionaria (profundización que supone principalmente la expropiación del capital, la subversión del régimen de propiedad, la confrontación al imperialismo transnacional interno y la materialización de la hegemonía del mando colectivo y democrático de todas las instituciones, territorios y empresas constituidas u ordenados desde el marco de la constitución bolivariana o en proceso de constitución).
Contexto que nos lleva a la obligación de dotarnos de espacios que garanticen la movilización permanente y coherente, sumándole todas las formas de solidaridad y resistencia que enfrenten las agresiones que comienzan a vivirse de parte de sectores de ese mismo estado en toda la geografía nacional. Prepararnos en definitiva de la manera más transparente y explícita para una transición dura y contradictoria (en debate amplio y permanente, dejando ese clandestinismo temeroso y de autocensura que ha invadido tantos pasillos populares del ¡qué dirán!, ¡que irán a decir de nosotros!, ¡van a decir que soy de
1.d. El reto prioritario de una orgánica, una política y un programa para la profundización del proceso
Digamos que desde esta línea de comprensión de lo que es la transición y el reto de la profundización toma todo sentido tanto la propia arquitectura desde la cual empezamos a concretar la organización nacional del PNA-M.13A (colectivos –CTR-, plataformas y movimientos, corredores territoriales y estratégicos, coordinaciones-delegaturas-vocerías) ya que permite, en la medida de su crecimiento, profundización de su sinergia interna, creación de nuevos instrumentos e instancias orgánicas, dotar al proceso (y a todo el sistema de creación de hoy en día de la vanguardia colectiva revolucionaria) al menos de una columna orgánica fundamental dirigida concretar los retos sociales y políticos del mismo. Estamos hablando, por un lado de una fuerza de trabajo integrada y dedicada a llevar hasta el límite de sus posibilidades todos los elementos contemplados dentro del programa mínimo que ha servido para adelantar la transición: consejos comunales, experiencias de control obrero, social y territorial, constitución de nuevas instituciones del poder popular, corrientes clasistas y de resistencia cultural, plataformas socio-políticas de formación y comunicación, multiplicación de colectivos y movimientos sociales, experiencias productivas autogestionarias y cogestionarias, desarrollo e integración de la milicia popular, incremento y creación de instrumentos dirigidos al debate crítico y alternativo, etc.
Y al mismo tiempo sirva para impulsar desde el espectro de su propio liderazgo e influencia las bases para la creación de al menos un lugar común a todas esas corrientes presentes dentro del universo (sistema) de la vanguardia colectiva. “Alianza por todas nuestras luchas”, “Corriente Revolucionaria Socialista”, han sido las tesis principales propuestas en los últimos tiempos, teniendo hasta los momentos mayor capacidad de convocatoria la primera, ya suscrita por otras organizaciones y movimientos, sin desdeñar del esfuerzo de elaboración (“Tesis programáticas del socialismo revolucionario” elaborado por Carlos Lanz), divulgativo, de encuentro y de formación que ha implicado el debate de la segunda tesis.
Entendemos que desde el punto de vista de la transición un espacio de esta índole (Alianza por todas nuestras luchas) cubre tres objetivos fundamentales: Primero, articular de una manera autónoma y desde el más amplio espectro de organizaciones y corrientes, las tareas fundamentales pertinentes a la concreción del proceso revolucionario y constituyente en curso. Segundo, coordinar y unificar las luchas de resistencia y movilización que hoy se desarrollan y seguirán desarrollándose con más fuerza en la medida en que se profundice el proceso. Tercero, garantizar las bases para la creación amplia, común y consensuada de una base programática de lucha que sirva para avanzar en la creación de un programa de transición autónomo, multitudinario, popular y clasista de la revolución socialista y bolivariana. Queda el debate de lo que podría ser un cuarto objetivo que ha rondado mucho en las discusiones de los últimos tiempos: la formación de una plataforma electoral unificada y común a los movimientos populares y a esa vasta vanguardia colectiva.
El PNA-M.13A no es una organización electoral y no lo considera un factor determinante en el futuro de la revolución bolivariana. Es una organización de lucha y construcción constituyente. El poder representativo y administrativo del estado no solamente es un hecho a negar en el largo plazo sino que en estos momentos no es fuerza que determine el avance progresivo del proceso, el cual pasa a manos de los sujetos y espacios del “no estado”. Sin embargo no somos abstencionistas al menos dentro de la historia que hoy corre, considerando la presencia tanto del presidente (en primer lugar, pero repetimos lo dicho por el mismo: “si esta revolución depende de un hombre entonces no es una revolución”) como de personeros de avanzada dentro de las instancias representativas y de mando del estado como un hecho necesario, una palanca que no es determinante ni central pero que sin duda ayuda a la materialización y profundización del proceso de transición, tratando de penetrar y aprovechar las amplias fisuras que deja el proceso y el contexto del “estado-crisis”.
Personeros que a su vez si ellos mismos no ayudan desde sus mismos lugares de poder a la formación y expansión de organizaciones y movimientos autónomos de base (y obedecen a ellos) sencillamente no están haciendo nada, mas bien le hacen el juego a la burocracia y la nueva oligarquía política en formación (el problema entonces no esta solo en la hegemonía de las ideas, mucho menos del mero posicionamiento de cargos, sino en la creación de ese sujeto contrahegemónico y de contrapoder en todas sus expresiones y formas de lucha, apoyando su avance y cualificación desde cualquier lugar de batalla).
Aclarado este punto de principio, podemos decir que hoy en día si es necesario que de esta amplia alianza se vayan constituyendo las bases de una plataforma electoral común, siempre y cuando nazca con la fuerza, voluntad y consenso de fuerzas en capacidad para debatirle la hegemonía representativa (hegemonía del voto) al bloque partidario chavista, particularmente el MVR, que sigue siendo, y sin duda seguirá siendo, un partido populista, clientelar, organizado en fracciones de poder, muchas de ellas ligadas a las redes de la corrupción y complicidad con la burguesía, y por tanto tendencialmente contrarrevolucionario. Este es un debate abierto que hoy por hoy nos parece fundamental terminar de cerrar dentro de un espacio amplio y pertinente a este debate, mucho más ahora que lo facilita el hecho de haber “un solo candidato” a apoyar en la campaña presidencial que ya empezó: Hugo Chávez. De todas formas tanto la formación del PNA-M.13A, como la estructuración de esta alianza y los tres o cuatro puntos sobre los cuales podría sellarse su unidad y su utilidad como factor de profundización del proceso revolucionario, nos lleva a abordar los otros tres retos principales en este proceso de transición.
2. El reto unitario y programático
2.a La construcción de la unidad y del programa autónomo de transición como problema metodológico
El segundo gran reto luego del reto fundamental de la profundización, adquiere por tanto un cariz de orden programático y la unidad que se necesita para construirlo. Esto nos lleva a resolver el problema metodológico de la unidad, del programa autónomo de transición y del mismo movimiento. Para no caer, por este lado tampoco, en el “iluminismo” de aquellos que se dan los dones para la formulación de programas de lucha acabados y válidos para todas las expresiones presentes dentro del mundo de los pobres y explotados, tenemos que reconocer este reto programático como un reto centrado en lo metodológico, equivalente a la materialización de una nueva cultura política. Punto fundamental además para aquellos que defendemos los principios del Proyecto Nuestra América.
Si estamos apoyado en general los principios del programa mínimo de transición que lideriza Hugo Chávez así como su permanencia como Presidente de
La misma marcha llamada por “todas nuestras luchas” hecha el 27 de Enero 2006 y donde participaron más de seis mil personas, nos abre la posibilidad de visualizar esa misma metodología y su puesta en práctica. El volante que allí se repartió firmado por todas las organizaciones convocantes al evento, tiene como principal virtud el juntar en forma igualitaria –y sin la reinterpretación de terceros- los programas de lucha que en estos momentos levantan espacios sociales de organizaciones que juegan hoy en día un papel de vanguardia (Movimiento indígena del Zulia, ANMCLA, FCEZ, Movimiento de pobladores-CTU, Movimiento minero, Comunidades nómadas, Comunidades autogestionarias, Frente de Asambleas de Barrio, organizaciones de base). Faltó por supuesto la presencia de actores principales como es el caso del movimiento obrero (tendencias clasistas de UNT, Movimiento de empresas recuperadas, experiencias de control obrero), del movimiento estudiantil, de mujeres, y muchas redes cooperativas, culturales, de salud, pedagógicas y de formación, sin tierra, sin vivienda, movimientos regionales, que actualmente se extienden por todo el país, sistematizado sus propios programas de lucha y ampliando el radio y la profundidad real de la lucha de clases. Falta por tanto un mecanismo que garantice tres cosas básicas.
Primero, garantizar la continuidad de la movilización bajo el principio de “la lucha de cada uno es la lucha de todos…y la lucha de todos es la lucha de cada uno”. Segundo, establecer una fórmula de encuentro y consenso que permita reconocer estas bases programáticas como eje principal de un programa autónomo de transición, manteniendo su apertura, sistematización y reelaboración permanente. Un recorrido que podría darse la posibilidad de llamar a su propio “congreso” (algo que puede parecerse a un “Congreso de todas nuestras esperanzas, parecido a lo que anteriormente se nombró “Congreso del poder popular”). Tercero, construir ese lugar “de todos” desde el cual se articule el proceso de movilización, de construcción programática, de apoyo, de solidaridad y construcción revolucionaria visto como “proceso popular constituyente” que reestablece su camino desde una fuerza unida en su amplia diversidad y su condición de vanguardia colectiva.
2.b El aporte del PNA-M.13A y su unidad interna
La llamada “Alianza por todas nuestras luchas”, visto como lugar de movilización, como encuentro programático, como método abierto de debate y lucha, como proceso popular constituyente, sin duda puede aportar mucho al desarrollo de este “método de construcción programática y revolucionaria”. Pero no es lo único que, al menos de nuestro lado y desde el lugar de responsabilidad que nos corresponde, debe terminar de ayudar a construir ese método. El método “pasa por casa” y se adentra hacia nosotros mismos como reto todavía no superado dentro del proceso de constitución del PNA-M.13A. No vamos a pasar revista a los errores y las necesidades autocríticas de todos, lo que si estamos concientes de que la transparencia, la democracia del saber y la información, la hermandad, el diálogo permanente, la credibilidad de todos hacia todos debe restablecerse y convertirse en un primer reto metodológico establecido en casa. Luego, desde el punto de vista del ejercicio de la “democracia de la calle” dentro de casa, es fundamental aclarar las funciones de toda delegatura y vocería, la puesta en práctica de los mismos y si es necesario sincerar la existencia de ejes articulantes que constituyen a su vez lugares de convergencia de corrientes (fuimos y seguimos siendo una “corriente de corrientes” y es allí donde esta toda nuestra riqueza política y teórica), apuntando posiblemente a la formación en el futuro de tendencias estructuradas.
Por adelantar una hipótesis, consideramos que en estos momentos se mueven diversos ejes estructurantes que se soportan, con mayor énfasis en uno u otro cada uno de ellos sobre cuatro principios ético-políticos básicos: el socialismo nuestroamericano y revolucionario, la condición libertaria de la práctica y la construcción revolucionaria, la autonomía popular y de clase, y el bolivarianismo radical. Lo importante en estos momentos es que todos estos ejes estructurantes y sus principios socialistas, libertarios, autonomistas y bolivarianos apunten a una sinergia mucho más rica, transparente y creadora entre todos, la cual es la sinergia del propio movimiento en su conjunto. Esto necesariamente pasa por el esfuerzo duro y cotidiano de construcción sin descanso de todas las estructuras asamblearias y delegativas regionales, constitución de colectivos, corredores territoriales y de plataforma que están planteadas (una construcción ahora sí de abajo hacia arriba) desde la mayor transparencia y encuentro de todos, sin direcciones y agendas ocultas, sin paralelismos orgánicos, sin hegemonismos internos ni utilización política de la ingenuidad y el silencio de las bases de influencia. Un redoblamiento por tanto del esfuerzo de construcción orgánica que hoy hacemos y la construcción y legitimación asamblearia de foros decisión que puedan a nivel nacional, regional, zonal, como transversalmente (plataformas) constituirse en el principio de una nueva cultura política de organización.
No es esto una arrogancia ni hedonismo grupal, tampoco es el regreso a la posición de la organización como fin en sí mismo. Lo decimos por la reconocida importancia que tiene en estos momentos todo cuanto proviene del PNA como corriente y proyecto, como a aquellos que se han sumado al PNA-M.13A en su fase constitutiva. Un movimiento que tiene una enorme valía como instrumento de potenciación de la autonomía y unidad del movimiento popular, experiencia teórica, metodológica, militante, capacidad convocante y factor de profundización del proceso revolucionario.
Si hay una responsabilidad encontrada, específica a nosotros, mas allá de “apoyar el proceso” y el devenir de nuestra revolución, es precisamente esta. El PNA-M.13A, es ya hoy en día una importante columna vertebral dentro del movimiento popular, la semilla de todo un sistema de organización que presagia la formación de una vasta vanguardia colectiva, el lugar desde donde, partiendo de todos sus ejes estructurantes y plataformas de lucha, se puede dar un aporte esencial a ese “programa autónomo de transición”; fallar en estos momentos es fallarle a ese pueblo concreto que nos ha dado su confianza, su participación en la creación de estas ideas y este movimiento, su sabiduría, su fuerza y sus inmensas ganas de luchar por los ideales que hemos sabido sintetizar entre todos, ya sea con la palabra escrita, hablada, visualizada o cantada.
3. El reto táctico
3.a Los móviles esenciales de una táctica para el momento que vivimos
Puntualizado el reto unitario y programático, pasamos a uno de los retos más difíciles de delimitar ya sea por la complejidad del momento político en que nos encontramos, o por una debilidad que nos es propia: la tendencia a movernos desde una posición meramente estrategista que ve muy claro el panorama superior y más totalizante de la lucha, pero dejando muy borrosas, o a un espontaneísmo demasiado inorgánico, las metas tácticas, las tareas inmediatas y posibles del hoy, además, sin poner en claro los mecanismos concretos que servirán para hacerle seguimiento de esas tareas. Desde esta perspectiva no estaríamos exagerando si decimos que también nos hace falta meter algo más de planificación estratégica por casa. Se trata entonces de delimitar bien los retos tácticos y los mecanismos de seguimiento de su eventual avance. Retos particularmente importantes de definir en este año 2006 tan difícil y determinante para el futuro del proceso revolucionario. Proponemos desde este aspecto asumir los retos tácticos inmediatos desde tres móviles fundamentales:
Uno, la necesidad de lograr una política que nos permita potenciar con fuerza la construcción de un espacio autónomo de articulación (ya establecidos objetivos mayores, posición y definiciones en las propuestas que hacemos en los retos en el orden de la profundización del proceso, retos programáticos y metodológicos) que pueda atravesar todo este momento de campaña electoral, acompañandola como “campaña autónoma” más allá de las elecciones ya como “proceso popular constituyente en marcha” y como “programa autónomo en construcción y materialización”. Dos, aprovechar la vorágine acumulativa y política que debe resultar de esta política para enriquecer y acentuar los niveles de movilización y articulación resistente y reivindicativa cuyo primer nudo unificante ha sido la “Alianza por todas nuestras luchas”. Tres, establecer dentro la tarea primordial que desde
3.b La campaña “por todas nuestras luchas”
La política que consideramos podría concretar el primer móvil al cual hacemos referencia ya ha sido adelantada dentro del documento sobre situación nacional y escenario electoral, la cual habla de un “comando de los pobres” (o cual sea la denominación que quiera dársele, podría ser también “comando de todas nuestras luchas”) y de una campaña que invite a la conquista de: “diez millones de voluntades para profundizar el proceso”…”diez millones de voluntades contra la corrupción, la burocracia y el imperialismo”. Faltaría no obstante, una política más palpable y movilizadora que podría en el menor plazo agrupar las fuerzas necesarias. Proponemos en ese aspecto la organización aquí también de “otra campaña”, en el sentido figurado que la han lanzado los zapatistas en México, solo que en este caso si hay candidato: Hugo Chávez. “Otra campaña” que no caiga pero tampoco confronte innecesariamente el derroche electorero y vacío que va a atrapar la campaña oficial que el propio Chávez ya lanzó el 4 de Febrero. Podrían incluso compartirse lugares comunes de articulación (si se trata por ejemplo de crear cosas parecidas a las “UBE’s” y “patrullas”) donde de todas formas seguro que se repetirá el mismo “choque de trenes” que se vio en el referéndum entre partidos y movimientos de base a la hora de su conformación. El comando de esta “otra campaña” podría ser perfectamente al menos un referente de política, lenguaje, sentido y unidad, para aquellos que van a darle la pelea a los partidos desde abajo (básicamente al MVR, Podemos , PPT que son los que realmente duelen y destrozan), y esto ya sería un paso enorme a los fines socialistas, libertarios, autónomos y bolivarianos que estamos persiguiendo.
Igual estaríamos hablando de una campaña con un sentido eminentemente dialógico. Una campaña que se trasciende a ella misma, que oye y le da “al otro” su lugar y protagonismo y cuyo fin no se queda en “la reelección”. La reelección de Chávez garantizada por “diez millones de voluntades” (y no sólo votantes pasivos) nos dará todo el aval y la fuerza política para trascender el tiempo de campaña y continuar la ofensiva con un nuevo plan que se centre en lo inmediato sobre los objetivos atinentes a la profundización del proceso. Si hay victoria, electoral y política, en Enero del 2007 el mismo comando, en toda la amplitud que haya logrado, podría estar preparando las bases para esa campaña “constituyente y programática” que los pobres se darán a sí mismos a través de ella.
Respecto a la viabilización del segundo móvil de alguna manera es un proceso que se ha podido encaminar aunque con muchas debilidades y limitaciones. La unión de las resistencias, de las luchas reivindicativas más sentidas hoy en día, siguen viviendo día a día el chantaje que el mismo proceso genera en ellas sin que exista un demonio particular que lo produzca, se trata de un chantaje interiorizado desde el miedo de “perder el proceso”, “hacerle el juego al enemigo”, o en los casos más mezquinos miedo a “perder las cuotas de poder, reconocimiento y recursos logrados”, por supuesto, redoblado y alimentado sin pausa por la “derecha roja” y los status oficialistas en todos sus niveles. La prudencia, la responsabilidad debida, muchas veces se confunde con la pasividad y el silencio, generando un eco terrible sobre aquella población mayoritaria y no politizada que ya no ve referentes de lucha que se acerquen a su condición concreta, empiezan por el contrario a sentir muchas veces a los “chavistas” como unos meros gobierneros y cómplices con el sin fin de corruptelas y abusos que siguen viviéndose impulsados por las autoridades identificadas con “la revolución”. Desde el punto de vista táctico el problema del impulso de un lugar permanente de unidad “de todas nuestras luchas” tiene en este caso un papel fundamental para la “salvación” y la profundización del proceso en su conjunto. La revolución, la franela roja del proceso, tiene que recuperar su espíritu subversivo y luchador, de lo contrario este proceso estará perdido.
La “otra campaña” no puede por tanto quedarse atrapada ella misma en el juego de la propaganda electorera, así tengamos claro su carácter clasista, creador y trascendente. Las luchas vinculadas a los movimientos estructurales y clasistas: indígenas, mineros, de pobladores, comunidades nómadas y de barrios, de los obreros y asalariados, de los campesinos, estudiantes, como a los movimientos sociales de carácter transversal y policlasista: culturales, sexuales, étnicos, mujeres, de lucha por los derechos sociales, los servicios públicos, los derechos humanos, la transformación del estado, etc, tienen que ser el sujeto y el contenido programático de esta campaña. Una verdadera lucha de montoneras y multitudes. Planteamos en concreto que para el logro de esta meta táctica (la unificación inmediata de las luchas reivindicativas y de resistencia) necesitamos plantearnos el reto de una gran movilización o ciclo “de campaña” que pase por cuatro etapas básicas en este primer ciclo:
3.c Las etapas de campaña
La primera el arranque de la campaña con la divulgación de un documento común que sintetice las razones de esta “otra campaña” o “campaña por todas nuestras luchas” tomando como centro la unidad autónoma de las luchas, la formación del “comando de todos”, la metodología para su expansión regional y geométrica y las pequeñas iniciativas específicas de lucha y propaganda que se harán en toda la geografía. Luego de una primera conferencia unitaria como la propuesta en el documento sobre situación nacional y escenario electoral, en caso de aprobación el arranque puede darse formalmente alrededor del mes de Mayo.
La segunda, centrada en la convocatoria y realización de una asamblea para el mes de Agosto o Septiembre por ejemplo donde se haría un balance general de los adelantos de la campaña, se elija ya más formalmente la coordinación del comando y se sistematice un primer documento programático que sirva de preludio –o primer borrador- de un “programa autónomo de transición”.
La tercera una movilización (algo que gire si gusta sobre la idea de “todas nuestras luchas y todas nuestras esperanzas en diez millones de voluntades”, sumando las consignas de “diez millones de voluntades para profundizar el proceso”…”diez millones de voluntades contra la corrupción, la burocracia y el imperialismo”) hipotéticamente para el mes de Octubre. En ella se invitaría a Chávez para que cierre esta movilización pero a su vez se le haría entrega del documento preludio del “programa autónomo de transición”, pidiéndole por supuesto su compromiso con él (si lo logramos al menos simbólicamente estaríamos regresando a la práctica con el mismo Chávez de una “moral de compromiso”).
Y una cuarta etapa postelectoral donde se relanzaría todo el proceso de campaña recogiendo todo lo aprendido, escuchado, sumado, organizado y potenciado en este año electoral desde un perfil como decíamos “programático y constituyente” de un pueblo unido sobre sus luchas y no solo sus amores. Esto podría darse desde la figura de un gran congreso de movimientos, muy bonito sería para el 27 de Febrero del 2007, para darnos tiempo y recuperar energías. El primer gran ciclo de campaña estaría inscrito por tanto entre Mayo del 2006 y el 27 de Febrero del 2007. En síntesis: la ayuda a la victoria de Chávez garantizada desde un “otro sujeto” y sobretodo la primera consagración de la autonomía de las luchas populares desde ellas mismas y sus referentes reales, el logro de un instrumento estratégico para la “profundización del proceso”, de una metodología en acto para construir el programa de todos y desde todos, es lo que en resumen proponemos como grandes objetivos de esta campaña. La historia dirá…
3.d Las responsabilidades del PNA-M.13A
En lo que respecta a la tercera y última motivación, la que está más íntimamente ligada con el reto orgánico que nos propusimos como centro de nuestro esfuerzo desde la constitución formal del movimiento en Aroa, tiene efectivamente que ver con la relación entre campaña, construcción y responsabilidades del movimiento. La ausencia hasta los momentos de un plan de lucha sistematizado le quita muchas veces sentido y voluntad a la construcción de las estructuras del movimiento, al menos en lo que respecta a nuestros propósitos comunes más allá del ideario que compartimos, su utopía implícita y nuestra visión general del proceso. Como decíamos, los contenidos de esa organización tienen que develarse y precisarse mejor, yendo más allá de las iniciativas coyunturales. La “otra campaña” entendida como un primer intento por dotarnos de una bisagra que enlace las tres motivaciones tácticas comentadas, cumple en ese sentido un papel clave dirigido a reimprimirle “sabor, pasión y razón” a la construcción orgánica del movimiento. La campaña necesita por todo lo que ya hemos comentado en este documento del PNA-M.13A, y el movimiento se necesita a sí mismo para cubrir todos sus grandes retos.
Si no queremos caer en una esquizofrenia política que niegue todo lo que hemos adelantado desde hace tres años en el debate sobre el movimiento en este período de campaña, y que nos lleve a “hacer movimiento” por un lado y campaña con otro ropaje por otro, tenemos que unir contenidos y unir políticas en un solo sentido y un solo lenguaje. Es por ello que el ensamblaje entre alianza por todas nuestras luchas-otra campaña-construcción programa autónomo de transición, dentro de este reto táctico, decanta sobre nosotros a todo nivel. Construyamos el movimiento en todos sus escalones, démosle a cada quién y a cada instancia de organización su razón propia y la autonomía que sugiere el espíritu libertario de este movimiento. Pero a su vez a cada una de sus agendas de convocatoria y reunión sumémosle las tareas propias de esta campaña en todos sus detalles: convocatorias, planes, metodologías, tareas, seguimientos, vías para la centralización y debate de la información. Que ella también nos sirva como motivo de aprendizaje, motivo para “reencantarnos del M.13A, motivo para resolver de una vez por todas la relación entre lógica y autonomía de las luchas específicas de cada quién, de cada instancia, y la lucha concreta que nos es común a todos y que es obligación para todos. Es en esto donde está la razón de ser de un movimiento como el que nos hemos propuesto construir. Por tanto, podemos sumarle desde nosotros otro gran objetivo a esta campaña cual es la de inyectarle mucha más fuerza, sentido y velocidad a la construcción del PNA-M.13A.
¿Cómo podemos comprender esto?. Es muy importante que la agenda de construcción interna del movimiento y el desarrollo de la campaña no terminen siendo contradictorios o funciones paralelas que se niegan. Por el contrario, tenemos que apostar a una campaña que por un lado multiplique el acumulado del movimiento y por otro le permita situarse en el futuro próximo dentro de una agenda revolucionaria donde empieza a crearse efectivamente ese sujeto, esa vanguardia colectiva, que esté en capacidad de afrontar los inmensos retos que tenemos como pueblo. De la campaña en su primer ciclo, tenemos que lograr la multiplicación si es posible por miles de los Colectivos de Trabajo Revolucionario, poniendo incluso en el debate la posibilidad que todos los movimientos y sujetos que se sumen a la campaña promuevan la construcción de los CTR, base de un tejido orgánico y de un “movimiento-ejército de multitudes” que no podemos atarlos a la propiedad privada y burocrática de una organización y si están en ella es porque se trata de instancias autónomas y corrientes que se suman a la lucha desde una perspectiva “nuestramericana”. Y por otro lado, que una vez concluido el primer ciclo podamos contar con un acumulado, con una orgánica y una base programática de transición que nos permita ser un punto fundamental en la apertura de un segunda ciclo de campaña donde efectivamente exista la fuerza para pasar a una “ofensiva popular constituyente” que suponga el ejercicio real y concreto de la gobernabilidad popular como el desarrollo del armamento del pueblo y toda su red orgánica, en definitiva un cambio radical en la correlación de fuerzas dentro de este proceso a favor de la base popular y la construcción socialista, tarea fundamental de nuestro movimiento.
Por cierto una nota muy importante sobre esto. Hoy en día los consejos comunales promovidos directamente por Chávez son el primer espacio que se perfila como instancia del nuevo orden. Nuestra labor allí debe ser sistemática, implica valorar a fondo su potencial constituyente, estructurador de las comunidades en territorios liberados, así como programáticos y de defensa territorial. Desde esta perspectiva “Nuestra Campaña”, los CTR que se constituyan, todas las escuelas de formación y comunicación, nuestras bases de defensa, deben enfilar todos los esfuerzos posibles para capitalizar desde ellos la corriente nuestra americana, articular redes de verdaderos consejos libertarios y las bases de una campaña que adopte sabor autónomo y del pueblo. Preparando las condiciones para arrancar un segundo ciclo que recoge metafóricamente esas “diez millones de voluntades”, convirtiéndolas en un movimiento consejista masivo que desborde los barrios, tome fábricas e instituciones públicas, constituya nuevos consejos de obreros, populares y autogestionarios, haciendo de la “ofensiva popular constituyente” la base para el inicio de la revolución social en nuestro país.
Precisando algunas tareas internas en ese aspecto, queda hacer una suerte de “plan de campaña” que nos sirva a todos nosotros e incluso a otras organizaciones que se sumen a la alianza y la “otra campaña”. Lo importante por ahora es garantizar la conferencia de Mayo 2006, tarea donde jugamos un papel central. Necesitamos con urgencia que todas las asambleas regionales se realicen, a la vez que todos los colectivos discutan si están de acuerdo aprueben formalmente esta política y la pongan en práctica, saber a quienes vamos a convocar nacional y regionalmente para darle inicio a este debate, convocar a las conferencias regionales antes de concretar la conferencia nacional para dar inicio a la campaña. Es evidente que aquí están invitadas a participar en las conferencias regionales y la nacional todas las organizaciones que suscriben el documento de la movilización “Por todas nuestras luchas”. Pero es importante ampliar el radio, como decíamos hacia toda una cantidad de sectores potenciales: UNT (mas precisamente la corriente sindical C-CURA) y FTZEZ, sectores de
4. El reto estratégico
Profundización del proceso dentro de este ciclo de transición, unidad autónoma de la clase, programa autónomo de transición, líneas políticas tácticas, nos descubren la necesidad de abordar un último reto sobre el cual debemos trabajar permanente ya que se trata de un horizonte de totalidad que se hace más y más abarcante en la medida en que se amplían los horizontes sociales, políticos y territoriales del proceso revolucionario conjunto. En esta línea tratamos por supuesto de interpretar de la mejor manera todo lo que supone el mismo Proyecto Nuestra América en tanto proyecto libertario, autónomo, socialista, constructo diverso de corrientes histórico-sociales y no de cenáculos izquierdistas. Lo que él es como corriente de lucha, como corriente antiburocrática, como corriente clasista y contrahegemónica, como metodología y práctica de una nueva cultura política, como proyecto internacionalista y suscrito al sueño nuestroamericanista de liberación.
Consideramos necesario para esquematizar mejor este punto tan complejo abordarlo desde dos líneas básicas: la primera (y más compleja) que tiene que ver con la estrategia interna, lo que compete al movimiento, su estrategia de lucha y su papel estratégico dentro del proceso revolucionario venezolano. La segunda, cómo se extiende esta primera visión sobre el espacio nuestroamericano, en otras palabras, cuál es el reto principal para el desarrollo de una estrategia continental hoy en día. Y un tercer punto cuál es el puente entre estas dos líneas estratégicas y el reto táctico, cosa que no siempre está clara, otro motivo más que nos hace caer en el estrategismo antes comentado.
4.a La línea interna o nacional, la tendencia en que se funda: la dialéctica de la revolución bolivariana
En lo que respecta a la primera línea estratégica, tracemos un punto común y medianamente consensual sobre el cual podamos los argumentos para el desarrollo de esta línea estratégica. No existe una dirección revolucionaria, cualquiera que sea la versión que tengamos de la misma. No la existe ni en el campo de aquellos que en estos momentos mueven los hilos básicos del gobierno, salvo quizás la propia persona de Hugo Chávez y algunas personalidades militares y civiles que han dejado su testimonio de consecuencia, honestidad y voluntad revolucionaria. Ni tampoco existe una dirección colectiva o vanguardista en el campo social que pueda dar fe de su capacidad direccional sobre los movimientos populares en su conjunto. Es una vanguardia colectiva que está por construirse. Pero esta situación tiene mucho que ver con el mismo contexto del “estado-crisis”. Un estado en crisis que utilizada esa misma crisis para autoreproducirse y no ser destrozado y sustituido por otra racionalidad de poder, conduce necesariamente a una crisis política que trasciende los sujetos políticos tradicionales de las clases dominantes y se inserta dentro del espacio político de lo popular y de las clases dominadas en general.
Una auténtica dirección revolucionaria que tomase hoy en día los hilos de gobierno supondría un movimiento de masas que la posicione allí, lo que crearía de inmediato un movimiento que acabe en muy breve tiempo con los cimientos del orden constituido y al menos las bases mínimas del régimen de propiedad y de desigualdad que lo sostiene y a la vez lo defiende como orden de propiedad. El movimiento de masas que hoy existe no le ha dado el poder a esa dirección sino a un hombre, a un líder, incapaz por razones de obvias de conducir desde el estado el desmantelamiento de ese viejo orden. Pero curiosamente, las propias de líneas de inspiración política y colectivas que ese líder despliega desde los medios públicos de comunicación, produce una tendencia cada vez más viva y conciente dentro de la población pobre a dotarse de sus propios mecanismos de dirección y de poder (en ese sentido Chávez se comporta así sea de manera paradójica como una auténtica dirección revolucionaria y libertaria). Elementos que en su evolución material presagian la construcción de un nuevo orden y una nueva sociedad, incluso de nuevas relaciones de producción acompañadas por nuevos valores y una nueva cultura solidaria en construcción.
Siendo esta lo que llamaríamos la “dialéctica de la revolución bolivariana”, lo que ella proyecta en síntesis y hacia el futuro (en el mejor de los escenarios por supuesto) es la formación de una “voluntad de poder” generalizada y de una “practica concreta de la gobernabilidad real de las relaciones sociales” por parte de un inmenso segmento de vanguardia nacido directamente de las clases explotadas y de sus lugares actuales de organización. Desde una estrategia desplegada, “rizomática”, callada y no siempre muy conciente se define la necesidad de que todas las formas de autoorganización de las clases subalternas sea cual sea su naturaleza y misión, tiendan a convertirse en auténticos órganos de un gobierno popular en proceso constituyente.
4.b La organización como germen de los “gobiernos en resistencia”: el maoísmo después de Mao
Siguiendo la lógica de esta “dialéctica de la revolución”, podemos asumir sin titubeos, y de acuerdo a las claves sobre las cuales hemos trabajado en el Proyecto Nuestra América, que si hay una “razón estratégica” fundamental sobre la cual debería trabajar el PNA-M.13A es la de convertirse al menos en uno de los bastiones más concientes y mejor organizados en función de garantizar esta tendencia naciente en la dinámica espontánea del proceso popular y de la lucha de clases. Ser uno de los bastiones de ese “otro gobierno” que nace más bien desde los contextos de resistencia al viejo estado y el viejo orden de producción. Sin alardes de “cúpula iluminada” o de “vanguardia única” que justificaría la división social del trabajo al interno del proceso revolucionario (gobernantes-gobernados, sociedad política-sociedad civil, trabajo intelectual-trabajo manual), podemos afirmar que la misma dinámica de los hechos nos empuja a tratar de ayudar a llenar ese vacío de “dirección” sobretodo a nivel del hecho social, pero no ya desde un punto de vista clásico-burgués o leninista de la dirección (la dirección autoproclamada que comanda unidireccionalmente los procesos políticos) sino desde la capacidad que nosotros despleguemos por dar a los movimientos populares y revolucionarios tanto una política que les permita reafirmar toda su potencialidad de autonomía y poder, como el convertirnos en ese “tejido” real y subterráneo que va hilando por debajo, garantizado la articulación de los procesos de lucha y construcción concreta de nueva sociedad: de nuevas relaciones de poder, de nuevas relaciones de producción (valores de uso materiales e inmateriales), la hegemonía de nuevos valores contrarios a la moral competitiva, individualista, castrante y devastadora del capitalismo.
La “dirección” en ese sentido deja de ser una dirección exclusivamente intelectual y “política”, se convierte en “una dirección trabajadora y de trabajadores” que hacen su tarea política y social, intelectual y manual, creadora y productiva, festiva y luchadora, abierta y disciplinada. Y lo hace desde el contexto material en que se viene gestando el proceso revolucionario y no “fuera de él”, cual crítico universalista y omnisapiente, o “tan adentro” que ya no puede ayudar a reventar sus límites simplemente porque ya no le interesa, lo que le interesa es conservarlos y convertirlos en la premisas en un orden eterno y de dominio propio.
La organización que está en proceso constituyente necesita en ese sentido asumir plenamente la responsabilidad de “ser germen de un gobierno en resistencia” (la “asamblea irreverente” de la que hablaba “el poeta” en una reunión del “corredor norte”). Consideramos que esa es su verdadera característica como “unidad de dirección y de construcción de una vanguardia colectiva” que se aleja a su vez de los criterios clásicos de dirección. Nueva racionalidad de poder, gobierno en resistencia y en proceso constituyente antes incluso de que triunfe la revolución social como tal, mas bien sirviendo de garantía para que este triunfo se convierta en una posibilidad real: para visualizarlo mejor nos referimos si se quiere una estrategia “maoísta” (estrategia de guerra popular prolongada o más bien “resistencia popular prolongada” después de Mao, de los “maoístas” y de todo stalinismo) de construcción de nuevo poder en la medida en que triunfa el ejercito popular que en este caso se traduce en control territorial por parte del poder popular garantizado por el “ejercito de multitudes” en permanente formación y expansión.
4b1. ¿En qué sociedad vivimos?...¿cuál es la dinámica de nuestra lucha?
No vivimos en una sociedad campesina ni en una sociedad industrializada, más sí dentro de una sociedad “híbrida” semicampesina y semindustrial, más bien periférica y excluida que otra cosa, sometida a una economía dependiente de extracción (economía atada a la renta petrolera y el capital petrolero internacional y a los círculos financieros y comerciantes) y no de producción. Y es por estas mismas características que se tiene asumir que los flujos por donde andan los caminos revolucionarios tienden, como en
4b2. ¿De qué gobierno en resistencia se trata?
Gobierno al mismo tiempo en el sentido de aquel “no estado” (PNA) que no acepta la división entre gobernantes y gobernados, entre patronato y trabajadores, donde no hay representatividad de nadie hacia nadie, donde el mando obedece y solo se delega funcionalmente, y donde el despliegue de todas las formas posibles de la democracia directa, la comunidad solidaria y el libre intercambio de las ideas y los saberes es la primera razón de ser de ese gobierno. Una conducta de gobierno desde la resistencia que impulse la desconcentración y la federalización del poder; por tanto un gobierno creador de muchos gobiernos que se retroalimentan horizontalmente.
Pero que al mismo tiempo, por el contexto propio de toda transición asume la necesidad de estar en la capacidad de “ejercer ese gobierno”, de ayudar a garantizar, en primer lugar, la unidad nacional y no sea desmembrada por los intereses imperialistas, así como la eficiencia de sus labores constructivas, dentro del cuadro actual de “no confrontación” con el “estado-crisis”. Por este motivo, por un lado se establecen alianzas tácticas y estratégicas necesarias con los sectores progresistas y revolucionarios (empezando con el propio presidente) inscritos dentro del cuadro administrativo, militar, judicial y representativo del “estado-crisis”, ya en decadencia por el propio contexto de la transición, aprovechando las fisuras irreparables que existen en su seno para influenciar decisiones que permitan: Uno, garantizar el traspaso a la defensa popular del armamento –y demás instrumentos- necesarios para la defensa territorial y nacional. Dos, garantizar los recursos (financieros, logísticos y de información) y la viabilidad legal, constitucional y operativa, necesarios para avanzar en el desarrollo de los procesos de gobernabilidad popular. Tres, garantizar hasta el límite posible la puesta en práctica del “programa mínimo de transición” delineado desde el gobierno dentro de un contexto pacífico. Cuatro, ayudar a la continuidad del liderazgo de Chávez y su compromiso con los sectores populares y programa de transición (es la base que tiende a “explotar” el liderazgo y no al revés como suele suceder).
4b3. Ser gobierno en resistencia y el reto del control territorial
Así mismo, una organización que se define del lado del contrapoder (en este caso visto desde el punto de vista del poder constituido y el orden de opresión dominante) pero a su vez asume estratégicamente su contribución a la generación de una nueva racionalidad del poder en tanto “gobierno en resistencia”, necesita desarrollar todas las capacidades, la formación interna, los espacios orgánicos que le permitan prefigurar plenamente esta condición. Cualquiera que sea la concepción de poder y gobierno que utilicemos en términos teóricos, aceptemos, primero, que es imposible escapar a esta problemática del “ser poder” (se toma, se construye, se crea y recrea, pero siempre está y estará mientras haya desigualdad, explotación y opresión dentro de las relaciones humanas). Y por otro lado, es imposible no estar en la capacidad de tener los hilos necesarios para la concentración (concentración siempre en tensión mas no antagónica con el principio “horizontalista” del cual partimos) de los recursos que son indispensables para el ejercicio del poder, es este caso nos referimos a: recursos financieros, fuentes de información, relaciones múltiples, armamento y foros de decisión. Además de los valores libertarios y de compromiso con que asumimos la militancia revolucionaria dentro del PNA-M.13A, necesitamos planificar estrategias concretas y funcionales (instrumentos de organización: centros de formación, talleres, redes de mesas situacionales, redes de radio, radios propias, editoriales, periódicos) que permitan prepararnos para el desarrollo extenso de los conocimientos prácticos y teóricos, de los hilos comunicantes, de los centros de información, de los foros de decisión y coordinación, de la práctica continúa de la investigación (investigación-acción) para conocer y manejar a fondo los contextos sociales (miseria, desempleo, indigencia, inmigrantes, capacidades profesionales, oficios de la población, etc), geográficos (valle, montañas, caminos de comunicación, vías centrales y periféricas, áreas de retaguardia), políticos (amigos-aliados-enemigos), de infraestructura física existente (centros de acopio, de producción, comerciales, de salud, de comunicación, de servicios, policiales, etc) en que nos estamos moviendo, de manera que nos sirvan de insumos mínimos e indispensables para el “ejercicio del poder” en los términos que lo planteamos. La “cualificación militante” se convierte así en un imperativo indispensable que debe acompañar permanentemente la ratificación de una militancia rebelde, crítica y movilizada, más pertinente si requiere al perfil de militancia de la cual venimos y seguiremos estimulando.
Al mismo tiempo esta línea “dirección como germen de gobierno en resistencia” nos lleva a centralizar toda estrategia sobre el desarrollo y la ampliación de la capacidad del control territorial por parte de los espacios de poder que ese “otro gobierno” va generando. El problema de la territorialidad (la reterritorialización de la lucha) es de una inmensa importancia dentro de una sociedad víctima de una maquinaria permanente de exclusión que no ha dejado de operar y no lo dejará de hacer -todo lo contrario- mientras sigamos atados a las reglas del capitalismo imperial. Tanto los territorios de la exclusión más salvaje (barrios, calles, campos, costas, comunidades negras e indígenas), así como los espacios donde se combina la exclusión y la explotación directa (fábricas, empresas transnacionales, empresas públicas, empresas de servicios, pequeñas y medianas empresas, cooperativas –en sus versiones más manipuladoras-, centros de educación, salud y servicios públicos), ligados el uno con el otro por las necesidades de la sobrevivencia y dentro de un cuadro creciente de flexibilización del trabajo, necesitamos mirarlos como centros permanentes de una batalla por el control de esos territorios. Una batalla todavía silenciosa entre “los gérmenes del gobierno en resistencia” y el mundo del capital y la burocracia más reaccionaria por el control de tales territorios.
Con esto no queremos decir “apartar”, “dividir”, “bloquear”, “ocupar”, territorios, de lo que se trata es de “liberarlos” desde el impulso y hegemonía tanto de sus luchas como de todas las formas de autogobierno y autogestión integradas entre sí hacia adentro y hacia fuera, que se puedan desarrollar. Esto no es un hecho “preplanificable”, la creatividad popular ya está demostrando lo inmensa que ella puede ser cuando se despliega este movimiento y existe el clima mínimo de libertad para hacerlo. Por supuesto, también son demasiados los casos (Bolívar, Zulia, Falcón, Monagas, Miranda, Apure) en sitios muy concretos donde esta situación se invierte y la retoma del control por el enemigo que se desenmascara, ya sea “a punta de pistola, o el sicariato, o la represión, o el chantaje o la amenaza o la simple mentira y el descalificativo”, y empieza a ser de nuevo el pan de todos los días de la lucha popular. Esto está en la agenda de la dialéctica revolucionaria a la cual nos referimos, es la tendencia más fuerte dentro del cuadro de poderes que sobrevive, el problema es cómo combinar la “no desesperación” con el “grito” necesario. Cosa nada fácil. Vuelve a ser la audacia y la creatividad el punto indispensable e insustituible. Lo importante es la compactación del movimiento, el debate permanente sobre cada caso y sus salidas, y por supuesto la solidaridad con “todas nuestras luchas”. Y también podríamos sumar todos esos casos donde “la entropía del movimiento popular”, es decir, su tendencia a dividirse, a crear cuadros terribles de oportunismo político, los caciquismos infaltables, la partidocracia metida hasta los tuétanos en él (los síntomas directos del “movimiento popular administrado”), sus subdivisiones en mafias agrarias, sindicales, de calle, mafias ligadas a la corrupción, al narcotráfico, a la delincuencia, a los cuerpos represivos y sus propias mafias (el propio cuadro de la sociedad alienada, colonizada, comercial y extractiva lo favorece), destrozan procesos populares riquísimos a nivel territorial. Son hechos que sólo con la sabiduría “del pobre”, el trabajo popular y la experiencia revolucionaria sabemos al menos neutralizar cuando no enfrentar. Lo que ellos nos indican en todo caso es que no podemos es estar idealizando nada, no hay “comunidad natural” original, no hay pueblo virginal, la comunidad se produce, se crea, desde la materia hasta el espíritu partiendo de los hechos más cotidianos e invisibles. El “control territorial” es por tanto un “proceso productivo”, una gran fábrica revolucionaria, muy fina y compleja en sus procesos productivos internos que necesita verdaderas “maquinarias de organización”, “organizaciones de trabajo llenas de trabajadores” suficientemente cualificados y concientes de la tarea. Combatientes milicianos que hagan suya la defensa y la construcción liberada del territorio. Maquinarias de liberación pertinentes y congruentes con este gran reto del control territorial.
4.c. La pertinencia estratégica de la arquitectura del PNA-M.13A
Derivamos al final, y al igual que en los otros retos, con el propio reto organizativo del PNA-M.13A, abordando en este caso su pertinencia estratégica. Hasta ahora hemos venido tratando de construir una arquitectura de organización que pueda precisamente estar a la altura de este reto estratégico. Si no estamos entendiendo la tarea de “dirección revolucionaria” desde un punto de vista burgués o leninista sino como un facilitador más, un tejido, un impulsor, un ejército, una maquinaria, dispuesta a ayudar a levantar todo este universo de “gobiernos en resistencia”, sustentados en la calidad de sus promotores y la capacidad para el ejercicio del control territorial, entonces el mismo esquema de orgánico del PNA-M.13A y sobretodo el perfil de quienes lo arman, debería prefigurar hasta donde pueda la estructura, preparación y dinámica de todo este universo de gobernabilidad popular que está por desarrollarse.
4c1. Los CTR
Los Colectivos de Trabajo Revolucionario, como unidades básicas de la organización, siendo ellos mismos una experiencia en micro de “unidad en la diversidad”, de “dirección colectiva”, de ejercicio de la “democracia de la calle” y de la “autonomía de clase”, de puesta en práctica de la metodología inverdecor (se investiga, se educa, se comunica, se organiza…se produce) deben funcionar como centros articuladores de la estrategia en su conjunto, siendo ellos mismos una especie de unidad más de ese “gobierno de la resistencia”. Cada uno de ellos en su nacimiento posee una naturaleza propia (trabajo local, profesional, cultural, autodefensa, productiva, movimiental, etc) definida por sus propios integrantes, algo que a su vez se va enriqueciendo en la medida en que cada uno de los colectivos se va topando con espacios más amplios y con tareas que corresponden con las estrategias y tareas conjuntas de la organización. Su participación en corredores, plataformas, coordinaciones, delegaturas, vocerías, dinámicas de formación, debates, instrumentos de desarrollo orgánico, experiencias unitarias, en la medida que se amplía sirve a su propia cualificación y a la vez le permite extender su mismo universo autónomo de desarrollo. Es en ese momento cuando todo colectivo se convierte por evolución natural en un centro de dirección concreta, en un promotor del “programa autónomo de transición”, en un generador de alianzas y espacios de movilización y resistencia, en un constructor del “ejercito de multitudes”, en un multiplicador de los espacios de la organización, en un organizador de otros colectivos. El colectivo deviene entonces en una organización en sí misma anexada a un gran “aparato autónomo y libertario” compuesto de muchos procesos semejantes que caminan a ritmo “desigual y combinado”. Cualquier unidad del “gobierno en resistencia” (consejos comunales, redes sociales y autogestionarias, asambleas populares, mesas situacionales, colectivos de base: tierra, salud, educación, energía, agua, alimentación, cultura, defensa, producción cooperativa, consejos obreros y populares, milicias populares, etc) pensamos debería darse a sí mismo este potencial evolutivo en forma geométricamente ampliada ya que se trata de la cibernética del “gobierno de todos”. Entendamos por tanto los CTR como un germen de nueva sociedad, de nuevo orden y valores, que aprende del proceso conjunto y a la vez ayuda a constituir esa matriz maravillosa del socialismo revolucionario, libertario y nuestroamericano.
4c2. Las plataformas de lucha y la “necesidad de la clase”
En lo que respecta a las plataformas de lucha, hasta ahora delimitadas en las de producción (redes de comunidades autogestionarias), comunicación (redes y movimientos de comunicación alternativa), defensa (estructuras milicianas), vida social (proyectos y movimientos comunitarios), precisamente son ellas mismas el “diseño ampliado” de lo que puede ser esa dinámica de la gobernabilidad popular pero sin ninguna atadura burocrática con el estado y en proceso permanente de acumulación y síntesis con otros procesos. Ellas son el lugar para que el desarrollo de toda nuestra, lucha, creatividad y empuje constitutivo se pueda expresar en forma particular contando con la experiencia, los criterios, y la acumulación de conocimientos que en forma transversal y politécnica se van sumando al debate y quehacer revolucionario. Son plataformas de lucha, de acumulación de fuerzas y de articulación de experiencias contrahegemónicas que de alguna manera ayudan a establecer los parámetros concretos sobre los cuales se puede materializar un “nuevo modelo de desarrollo”, “nuevas relaciones sociales de producción y de vida”, cosa que un estado capitalista jamás promoverá a fondo ya que lo negaría en esencia. Son también espacios de fuerza a través de los cuales se unifican sujetos con suficiente peso como para obligar al estado a una negociación horizontal con tales actores en sus áreas específicas. En este aspecto las plataformas se comportan como espacios propios del PNA-M.13A pero a la vez son promotoras de movimientos y de redes autónomas, en sus áreas concretas. Vienen de ellos y ellas, las promueven al mismo tiempo, se confunden con ellas pero a la vez sirven de espacios para su articulación y cualificación programática. No son en ese sentido “correa de transmisión” de nadie, son espacios autónomos de un sistema de organización que no se ahoga en su estructura formal ni establece límites fijos sino siempre abiertos llenándose y enriqueciéndose con el aporte del “otro”. El movimiento desde su interés propio, aprovecha su existencia para promover los instrumentos estratégicos necesarios para el desarrollo de la organización (talleres de formación, redes de comunicación, desarrollo editorial y comunicacional propio, espacio de defensa, etc), pero sobretodo hace de ellos y ellas su apuesta a la construcción hoy por hoy de esa nueva sociedad, de la lucha necesaria para construirla, en términos de una “acumulación ampliada” en combinación con el desarrollo mas local de los CTR.
¿Es esta combinación entre CTR y plataformas de lucha un diseño válido para la promoción de todo este sistema de gobernabilidad popular?. Precisamente esa debería ser en nuestro criterio la intención, la experiencia nos dirá si nos ajustamos a la “necesidad de la clase” como diría Lenin. Queda por supuesto mucho que aprender y experimentar y quedan muchos colectivos y muchas otras plataformas por crear. En cuanto a estas ya se perfila la articulación de una plataforma nacional de educación popular atravesada por varias redes de formación que en estos momentos construyen su autonomía y perfil. Una plataforma obrero-popular que combina el nacimiento de una corriente clasista y revolucionaria en el seno de
4c3. Los corredores territoriales (regionales y estratégicos)
En cuanto a lo que corresponde a los corredores territoriales, pareciera por lo que se perfila en las distintas visiones de organización discutidas, que estos se jerarquizan entre los corredores construidos sobre hilos geográficos muy particulares de carácter local o regional, los cuales coordinan la labor territorial-local de colectivos, plataformas y movimientos, y los “corredores estratégicos” los cuales tienen la función de conectar en planes unificados variados espacios de organización hilados en vastas regiones (costa, frontera, zonas mineras, agrícolas, cordones selváticos, llaneros y montañosos, hilos entre ciudades, etc) que además cumplen una tarea de primera importancia para la defensa estratégica del país. Si el “control territorial” es una línea central desde el punto de vista estratégico podemos decir que son estos corredores los que fortalecen su ejercicio concreto. Llevan estas experiencia progresivas de control territorial más allá de lo estrictamente local para ubicarlo a nivel del encadenamiento de territorios menores y mayores lo que nos da una visualización mucho mas clara no solo de la presencia cuantitativa del movimiento a nivel nacional sino los alcances internos y contextuales de su capacidad articulante a nivel regional y nacional. Los corredores necesitan de coordinaciones propias que hacen seguimientos a los procesos específicos de articulación y la variedad de proyectos, plataformas, colectivos, movimientos, que se vienen impulsando sobre su propio perímetro, siendo por otro lado un eje fundamental para la integración de la inteligencia social y de mesas situacionales a nivel zonal. Al mismo tiempo los corredores, en particular los fronterizos, son la base para que comencemos a desbordar sobre la geografía real -y no sólo virtual- las fronteras nacionales, posibilitando un nivel muy concreto de unificación de luchas en nuestro caso con movimientos colombianos, brasileños, guyaneses y caribeños. Esta trascendencia del espacio nacional es una clave fundamental a nuestro parecer para el destino del proceso revolucionario, en sus capacidades ofensivas y defensivas.
Obviamente esta misma visión de la labor a cumplir por los “corredores territoriales” (regionales y estratégicos) más allá del desarrollo y la articulación interna del movimiento cumplen una tarea fundamental en los que sería el incremento de las solidaridades, la cooperación, el desarrollo productivo y la defensa territorial, fundamentales por demás a toda forma de nuevo orden y gobierno. Pero además se convierten en la punta de lanza, probablemente junto a la nueva territorialidad que delimita a los consejos comunales, para la generación de una nueva mirada y nuevas divisiones y subdivisiones territoriales a nivel nacional que nada tienen que ver con el esquema obsoleto y absolutamente arbitrario y excluyente de la actual división político-territorial del país. Es una división hecha desde abajo, desde los criterios de necesidad del pobre y no el interés acumulativo y de poder del rico y de los imperios como ha sido hasta ahora. Es por tanto una nueva sensibilidad de la tierra donde vivimos, algo que juega un papel básico en la tarea de liberación social y nacional.
4c4. Asambleas, Delegaturas, Vocerías, Coordinaciones
Pasamos ahora a lo que tiene que ver con la articulación vertical del movimiento y sus estamentos más formales. Las asambleas (nacionales, regionales) parecen configurarse en la base más consensual para el debate de políticas, establecimiento de estrategias y elección de las vocerías regionales y nacionales. Lugares que absorben cierto nivel de “representatividad” del movimiento aunque sus mandatos son funcionales, es decir, delimitados por cada sesión de asamblea por todos los participantes de acuerdo al plan y prioridades establecidas en ellas. Espacios máximos de decisión donde participan fundamentalmente delegados de los colectivos (CTR) más los sujetos y movimientos que se considere necesaria su participación. Debajo de tales vocerías parecieran estar las coordinaciones locales de colectivos y por corredores que ayudan a ensamblar la base del movimiento y lo que este pueda articular en espacios mayores de unidad. E igualmente las delegaturas y comisiones de trabajo que se designen para el cumplimiento de tareas precisas. Paralelamente –al mismo nivel ellas- están las coordinaciones de plataformas a nivel regional y nacional así como las coordinaciones de corredores estratégicos. Plataformas y corredores por su naturaleza “ensanchan” el espacio del movimiento (el movimiento va mucho más allá del espacio estrictamente de sus colectivos militantes) y si se quiere secundan la función más formal de las vocerías en la tarea de generar políticas y estrategias generales de trabajo. De esta manera podemos decir que todo este edificio vertical es de por sí un cuerpo complejo que aunque siempre estará en tensión con la sinergia horizontal del movimiento, sin embargo, no constituye una pirámide jerárquica que monopoliza decisiones y poder. Vemos que de esta manera estamos construyendo un verdadero “sistema organizativo” diverso y a la vez unificado que intenta al menos ayudar a resolver la estructura y dinámica básica de lo que podría ser el sistema de una gobernabilidad popular en resistencia al menos en los momentos de mayor avance pacífico de los procesos populares y la revolución en general. Por supuesto, si deja de haber tal clima de paz y aumenta la confrontación social y política cualquiera que sea el escenario, el espacio del movimiento así como se ensanchó se achica y se verticaliza en sus decisiones, por razones obvias de sobrevivencia, algo que desde el punto de vista del conjunto de las organizaciones populares y sus lugares de gobierno también debería aprenderse y prepararse. Esa es una eventualidad siempre presente que en la medida en que se profundice el proceso. Así se desborde este estado y este orden social tal y como aspiramos a hacerlo, de una manera u otra llegará esta eventualidad producida por las eventualidades internas y sobretodo externas en que vive este proceso.
4c5. Los espacios instrumentales
Tenemos finalmente lo que corresponde a la base instrumental del movimiento, por cierto, una dimensión de la organización tradicionalmente muy descuidada como corriente y proyecto. Instrumentos que deben ayudarnos a cualificar todo aquello que corresponde no solo al perfil de una militancia, a la acumulación propia, sino, como decíamos, el desarrollo desde la metodología inverdecor del mismo, es decir, las herramientas para su potenciación como cuerpo de conocimiento, de formación, de comunicación, de organización…de producción. Están pendientes muchas cosas: el periódico Nuestra América Rebelde, las radios nuestramericanas, la materialización de imprentas y editoriales propias, la planificación de foros y talleres específicos, la formación de unidades de investigación hoy en día archinecesarias, la estructuración de comisiones que permitan aligerar y sistematizar la consecución de recursos y logística de todo orden, la ampliación de la escuela Sergio Rodríguez, la organización de las mesas situacionales por zonas, comisiones de seguimiento y sistematización del proceso mismo de avance del movimiento, delegaturas internacionales, brigadas nuestramericanas, etc. Esta parte más instrumental de la misma manera que todo el movimiento se planifica descentralizadamente aunque pueden absorber a muchos participantes en ellos. Serán más cerrados o abiertos de acuerdo a su lugar de origen (decisiones centrales de asamblea, de reuniones de plataformas, etc) pero también por las reglas de seguridad que impone la dinámica de cada una de ellas. En todo caso lo justo sería tratar de cruzar la formación progresiva por un lado de colectivos (CTR) que por su naturaleza (comunicación, investigación, formación, trabajo logístico, trabajo de contraloría o inteligencia, relaciones internacionales, etc) se entreguen de manera especial a darle forma a estos espacios instrumentales, y por otro lado sean acompañados por la solidaridad de otros y la formación específica de comisiones por parte de coordinaciones y vocerías.
Los instrumentos, los espacios que concentran y luego divulgan herramientas y bienes de todo tipo, son las bisagras más elementales de un movimiento y de todo espacio orgánico y por tanto su multiplicación se convierte en un reto central para esta etapa del proceso que necesita tanto de estructuras amplias y flexibles de lucha, pero estructuras al fin. Es precisamente lo que apunta a concretarse en todo espacio de gobierno clasista cuando destacamos la necesidad de fortalecer todo lo que corresponde a la inevitable concentración de información, recursos materiales e inmateriales, armamentos, relaciones, foros de decisión y formación de cuadros, que debe tener todo “poder”. Cómo convertir en un bien de todos lo que primero se ha concentrado, es probablemente uno de los grandes retos a resolver por estos “gobiernos en resistencia”, de todas formas si no lo hacen ellos mismos se deslegitiman y mueren. En lo que al PNA-M.13A corresponde es por supuesto poner al servicio de todos, a criterio de montonera y multitud, lo que en principio se organizó para sí mismo.
4.d En síntesis
La línea estratégica interna, por resumir este punto, se sintetiza en la necesidad de ir preparando las bases de un “no estado” mediante todas las formas de autogobierno o “gobiernos en resistencia” que tengan como agenda primera afectar la hegemonía del viejo estado y de las relaciones capitalistas abriendo paso a una sociedad distinta unida a las luchas de los pueblos nuestroamericanos y del mundo. Sin embargo dicha tarea aunque ha sido argumentada por una infinidad de voces dentro del proceso bolivariano no hay todavía iniciativas sistemáticas de organización que nos lleven a la construcción real de este enorme potencial revolucionario que hoy se abre Una “dirección revolucionaria”, una “vanguardia colectiva” en formación, hoy en día no se puede presentar únicamente como un sujeto clarividente, guía intelectual y política de masas por encima de sus procesos y enseñanzas, tiene que transformarse en una colectividad abierta trabajadora y de trabajadores que en la medida de lo posible presagie dentro de sus propias dinámicas de organización la construcción de esta nueva sociedad. Mientras el flujo del proceso camine positivamente esta empatía entre organización y nueva sociedad, nuevo sujeto social que la construye, se convierte en un reto fundamental. “La resistencia prolongada” en que andan sumidos una infinidad de pueblos en el mundo toma en nuestro país este carácter eminentemente constitutivo y luchador. Ahora bien, en la medida en que las tensiones con el imperio aumenten y la lucha de clases se profundice, nuevos retos aparecerán, muy ligados por supuesto a la preparación de un “salto adelante” colectivo y profundo que abra paso a la revolución social. Esta organización también tiene que ir visualizando y preparándose para enfrentar y construir victoria en medio de esta situación inminente, esperando no ser la única sino que pueda integrarse sobre un mismo propósito todo un universo de organizaciones unidas “en todas nuestras luchas”.
4.e La bases de la línea estratégica continental
La segunda línea estratégica a la cual nos referíamos al comienzo (el punto sobre la práctica de la estrategia continental) adquiere toda su importancia precisamente a raíz de esta situación presente y futura que se desprende de las características del proceso y de la “dialéctica revolucionaria” que le es propia. Es bueno reconocer que las propiedades y exigencias de una estrategia continental apropiada a nuestros pueblos se han perdido a lo largo de los años. Quizás desde los años sesenta y setenta luego de la derrota de la estrategia guevarista del “uno, dos, tres Vietnam”, no hemos tenido una guiatura estratégica que nos una como pueblos en lucha. Han sido más que todo las solidaridades espontáneas, las correspondencias de luchas alrededor de los movimientos sociales lo que ha mantenido los hilos de unión entre nuestros pueblos. Pero ya en estos momentos cuando nuevamente se retoma la ofensiva y a la vez el imperio recrudece sus medios de defensa e imposición de intereses, necesitamos pensar la posibilidad de reestablecer una estrategia que complemente las luchas populares sobre una carta común de navegación. Por el papel particular que juega Venezuela en estos momentos consideramos que tenemos que dar todo nuestro aporte en este sentido, un aporte que además no niegue sino que radicalice los contenidos actuales de la “estrategia de integración” promovida por el Presidente, limitada como es obvio a los códigos en que se integra en general del sistema mundial de naciones (ya en proceso de muerte) y en particular a la realidad de nuestros estados, su condición de “consulados del imperio” y al dominio en ellos de las clases dominantes regionales.
Una estrategia primero tiene que ubicar muy bien sus objetivos y en todo caso, tratándose de una estrategia de lucha, quién es su principal enemigo. Evitando en este caso caer en el “maximalismo” (no buscar los fines últimos sino los más viables en el tiempo presente) el objetivo más urgente es el de crear las bases de una plataforma de lucha de los pueblos que pueda ser referencia para su unidad programática y de acción. El enemigo por supuesto sigue siendo el “imperialismo” centrado en nuestro continente sobre el mando plutocrático, militar y transnacional de los EEUU, por una doble condición en nuestro caso: por su característica de “superimperialismo” (como diría Darcy Ribeiro) en el mundo y su particular y “superhegemónica” presencia en nuestro continente. Esto no ha cambiado en esencia, sin embargo, debemos reconocer igualmente que ese “fantasma imperial” ya no se mueve solamente con una cara nacional. El “imperio”, todavía bajo el comando principal de los EEUU, ha desbordado las realidades nacionales ramificándose en una infinidad de tentáculos corporativos, empresas transnacionales, tratados entre ejércitos nacionales y privados, instituciones internacionales, redes financieras y comerciales, monstruos mediáticos, tratados de mercado, monopolios del conocimiento y la tecnología, políticas de integración de infraestructuras, avance en la apropiación de territorios y recursos, superpolicías mundiales, redes integradas de inteligencia, por no mencionar todo el mundo subterráneo que lo secunda a través del banqueo de dineros, tráfico de cuerpos, narcotráfico, paramilitarismo, etc. En otras palabras, el imperialismo pierde su condición de mero “expasionismo de las naciones capitalistas más poderosas” y se convierte poco a poco en un “imperio” unificado y difuso fuera de todo criterio tradicional de soberanía nacional y principios del sistema de naciones (
Ese imperio en constitución, aunque necesite de rostros reales y naciones concretas para ejercer su dominio, se mueve bajo la lógica de un “nazismo realizado”, es decir: imposición de las leyes e intereses del más fuerte, estado permanente de guerra, exclusión o eliminación del débil (regreso incluso a la práctica de los campos de concentración: Palestina, Irak, países balcánicos, división progresiva de las grandes urbes), jefe único, misión secular del mando, maniqueísmo absoluto entre “malo o bueno”, “aliado o enemigo”. Ese “nazismo realizado” es el verdadero rostro del llamado “neoliberalismo”. Su gran dolor de cabeza: los valores democráticos, igualitarios y justicieros que quedan como lastres de luz e indestructibles luego de 200 años de lucha revolucionaria de los pueblos del mundo, y que funcionan como bases morales e ideológicas sobre las que se soportan todas las resistencias populares en el mundo, hoy en día en ofensiva.
Partiendo de estos supuestos debemos estar claros que toda estrategia continental necesita adaptarse a esta situación de transición que vive el capitalismo entre el viejo y nuevo el imperialismo o como llaman algunos teóricos el paso del imperialismo al imperio. Si es o no un signo de decadencia y desplome del capitalismo en su fase senil esto nos parece mucha especulación, lo importante es entender que ya no estamos peleando con un enemigo que tiene un solo rostro mayor y otros rostros menores, hoy se difunde entre mil rostros e idiomas desde un solo perfil cual es este “nazismo realizado”. Si hay competencias aún hoy entre naciones imperialistas, si China y
Se convierte por tanto en una necesidad central construir un espacio que sume el conjunto de los pueblos nuestramérica (incluyendo su versión en el espacio norteamericano) a través de la conjunción de esfuerzos en la elaboración de un ideario común, un piso programático y un plan de lucha común, de una variedad de movimientos que puedan constituir progresivamente toda una corriente nuestramericana integrada. La tendencia de la organización que en sus bases programáticas, constructivas, en su lógica de organización presagia la nueva sociedad vuelve a convertirse aquí en una necesidad “ampliada” a la esfera continental. Decir corriente “nuestramericana”, tal y como hemos venido conceptualizándolo desde nuestro aporte, sugiere en la medida de lo posible la combinación permanente entre la tarea hegemónica (nuevos valores, nuevas ideas), la tarea constructiva (crear desde los espacios organizados experiencias de nueva sociedad) y por supuesto la tarea luchadora (enfrentar el dominio cultural, la opresión política y la explotación económica del mundo capitalista) desde el aporte que las distintas corrientes histórico-sociales (marxista, cristiana, bolivariana, indígena, cimarrona…y siguen ampliándose) le dan a estas tareas. Se trata por tanto de una corriente de corrientes eminentemente constituyente, libertaria y resistente que en su dimensión continental toma las veces de un proyecto de integración desde los pueblos, desde sus luchas y su ingenio, del conjunto de nuestramérica.
Probablemente esta tendencia a construir desde hoy las bases de la sociedad futura, la cual se repite en muchas iniciativas de organización dentro del movimiento “antiglobal”, sea una auténtica “necesidad de la clase” en la actual etapa de la lucha de clases donde “el comunismo en marcha”, el impulso por hacer realidad en pequeño las bases de una nueva sociedad antes de que el capitalismo acabe este mundo, es una constante. Probablemente el mismo desarrollo de las fuerzas productivas, la etapa del llamado “postfordismo” y las tecnologías de la comunicación, favorezca esta situación en la medida en que son atrapadas por las resistencias organizadas. De igual manera la propia limitación cada vez más evidente de los estados nacionales a servir de instrumentos de liberación de los pueblos, independientemente de lo izquierdistas que sean sus gobiernos, favorece esta tendencia la cual se convierte en una radicalización de la conciencia de los variados proletariados respecto a su autonomía, sus potencialidades actuales frente a la “improductividad” del capitalismo en su fase imperial y su papel constructivo de la nueva sociedad. Es un síntoma que nos explica el porqué ha tomado tanta fuerza el llamado continuo al poder constituyente de los pueblos, su extensión territorial y sectorial (ver Venezuela, Ecuador, Bolivia), teniendo una inmenso peso tanto teórica como político en esta época.
Pero la labor de esta corriente se extiende igualmente al campo de la defensa de los pueblos y los que es el proceso permanente tanto insurreccional como resistente en que han entrado los pueblos nuestramericanos con la misma llegada del siglo XXI, azuzado además por el comportamiento expansivo de un imperio que a través del ALCA, el IIRSA, el Plan Puebla-Panamá, el Plan Patriota, la multiplicación de su presencia militar, los TLC, en estos momentos intenta los que llamaríamos una absorción total de toda forma de soberanía territorial, política y económica de los países ubicados en este continente. La lucha comienza a ser a muerte también en este continente frente al “nazismo realizado” que pretende imponer todo el sistema imperial en el mundo. Posiblemente la formación de una “plataforma nuestramericana de lucha” que comience a integrarse como corriente sea la única ventana estratégica hoy en día ante la claudicación definitiva de los estados nacionales ante el empuje imperial. Los gobiernos más progresivos, en cualquiera de sus versiones, cuando mucho acuden a movimientos tácticos y coyunturales para sobrevivir a este empuje y negociar en mejores condiciones. El caso de Venezuela es muy emblemático ya que, independientemente del desborde antiimperialista del discurso del presidente, en lo concreto quedamos atados a una presencia interna transnacional y un sistema de relaciones y tratados que no nos deja respiro. La “integración del sur” es una opción con un viso estratégico más ambicioso pero en muchos casos vuelve a hundirse dentro de un sistema de intereses (por ejemplo MERCOSUR) donde privan los intereses imperiales y capitalistas ya presentes en el continente. Una estrategia socialista, revolucionaria y de liberación necesita en estos momentos de actores continentales que se comporten, aunque sean semillas diminutas frente al reto total, en la forma de “gobiernos nuestroamericanos en resistencia” y marcos de unión definitiva de todos nuestros pueblos y naciones que van aumentando su capacidad constitutiva, resistente e insurreccional. Lo que decíamos del “maoísmo después del maoísmo”, se vuelve a imponer en el plano continental aunque en este caso sea mucha más compleja su lectura y aplicación.
En este sentido, la plataforma nuestramericana consideramos que tiene que pensarse a sí misma como una amalgama cada vez más grande de iniciativas que nos lleven a construir un campo comunicacional, autogestionario, formativo, inventivo de tecnologías y pequeñas experiencias de fabricación de valores de uso, reapropiante de fuerzas productivas, movimiental (movimientos sociales integrados), de debate, cada vez más amplio, que poco a poco se de a sí misma la condición de “proyecto constitutivo de integración total” y una “red miliciana continental” que garantice el principio de una defensa popular integrada. La “huelga continental” frente a la agresión y el guerrerismo imperial en todas sus formas (desde la agresión directa o indirecta hasta aventuras cada vez más “nazistas” como es el caso de la multiplicación de la presencia militar hasta el levantamiento de muros y aislamientos de los pueblos “heréticos” o molestosos por su pobreza y sus flujos de emigrantes), es necesario al menos ir visualizándola como consigna, como ejercicio real de esa unidad de los pueblos que en estos momentos es nuestra única carta de salvación a mediano y largo plazo.
Todos tenemos que asumir la doble condición de vanguardias dentro y fuera de nuestros territorios nacionales como de retaguardias nuestras y de otros. Tenemos que ir facilitando las condiciones para que un movimiento de “brigadas nuestramericanas de solidaridad”, “redes comunicacionales”, “de mercados autogestionarios integrados”, “jornadas comunes de lucha nuestramericana”, empiecen a moverse y planificarse por todo el continente, haciendo factible bajo la experiencia en vivo la posibilidad de sembrar una matriz de visión, de conciencia, de planificación estratégica de acciones, que salte por encima de las barreras nacionales y nos ubique hasta psicológicamente ante una geografía reunificada de lucha. Tenemos que inventar una suerte de “bolivarianismo radical” que no se pare en diplomacias y en los límites del sistema del poder constituido dentro y fuera de nuestros estados que no es más que la continuación bajo otras fachadas de la misma opresión colonial. Ese puede ser el principio de una plataforma nuestramericana realmente activa y útil a la lucha de todos.
4.g Las bisagras entre los retos tácticos y estratégicos
Estas dos líneas estratégicas básicas (nacional y continental) que exponemos necesariamente tienen que hacer puente con los lineamientos tácticos dentro de esta coyuntura. Hablamos básicamente de la necesidad de ir cambiando las correlaciones de fuerzas al interno del proceso sobre un esquema táctico y unitario que supere las limitaciones del esfuerzo meramente hegemónico y su desarrollo a nivel de las políticas de gobierno contando con los núcleos de revolucionarios allí presentes. Para ello es necesario privilegiar ante todo el desarrollo “desde abajo” de una sumatoria de corrientes y movimientos que tienen en el PNA-M.13A un lugar político de síntesis, unidad estratégica y táctica, y de construcción programática, articulados en una vasta alianza que tenga como principio de unidad la batalla por “por todas nuestras luchas”.
Traducido en política eso nos lleva a la idea de la apertura de una “otra campaña” (una campaña por “todas nuestras luchas”, enarbolando las consignas “diez millones de voluntades par profundizar el proceso”, “diez millones de voluntades contra la corrupción, el burocratismo y el imperialismo”) que se sostenga por ahora en dos ciclos, uno de orden programático y electoral que corre desde el año 2006 hasta el 27 de Febrero del 2007, donde debe concluirse con la efectiva elección de Chávez donde también ha estado presente otra lógica de campaña, de movilización y comunicación masiva, que a su vez ha servido de palanca para una vasta acumulación de fuerzas organizadas principalmente bajo la figura y principios de los CTR (Colectivos de Trabajo Revolucionarios…y si es aprobada la figura de una plataforma electoral única de los movimientos). Siendo al mismo tiempo el vehículo par concluir el primer esbozo de un “Programa Autónomo de Transición”, sancionado -si las circunstancias y los tiempos lo permiten- en una vasta asamblea o congreso popular reunido alrededor de la fecha del 27 de Febrero 2007. Concluido este primer ciclo, estarían en principio sentadas las bases para pasar a una “ofensiva popular constituyente” que gire alrededor de la premisa de la profundización del proceso contando ya con las fuerzas organizadas (sujeto social) y un programa autónomo de transición (carta de navegación) como guiaturas centrales de su camino. Esto llevará su propio proceso, sus planes concretos, sus propios ciclos y dificultades, pero sobretodo, el ritmo y la decisión colectiva como principio máximo de todo salto a dar en adelante.
En definitiva lo que se busca con estas proposiciones e ir creando las bases reales de una “vanguardia colectiva”, montada sobre la dinámica misma del proceso, sobre una política visible y viable, un plan a corto y mediano plazo para su ejecución, y sobre los acumulados, protagonismo y palabra que exprese la “razón de todos” en un tiempo y unas circunstancias concretas. Una ventana que supere definitivamente las inmensas limitaciones del proceso vivido hasta los momentos (tanto a nivel del liderazgo, el gobierno y sus políticas, y el propio campo popular) y nos empuje a una nueva etapa y una dinámica distinta fundada en el desarrollo verdadero de una revolución social que nos acerque materialmente a la creación de una nueva sociedad.
La articulación de esta política con los lineamientos estratégicos propuestos, consideramos que ya pueden visualizarse muy claramente. Si estamos pulsando por una práctica de largo ciclo y espacio (el espacio nacional, el espacio nuestroamericano, un ideario radical bolivariano) que desarrolle los “gobiernos en resistencia”, se vayan creando los cuadros de base con el perfil necesario para el ejercicio de esta expansión progresiva de la “gobernabilidad popular”, se constituyan los espacios orgánicos para que esto sea posible, tanto a nivel del poder popular (redes de consejos comunales, de consejos obrero-populares, de consejos autogestionarios que sirvan para profundizar el mapa político de la transición) como a nivel del sistema de organización de vanguardia (PNA-M.13A, Colectivos de trabajo Revolucionario, Plataformas internas, Corredores territoriales, Movimientos autónomos de base, Alianza por todas nuestras luchas, Plataforma nuestramericana), entonces podemos entender desarrollo de este lineamiento táctico y la apertura de todo el plan de campaña en sus diferentes fases, ciclos y objetivos, como un camino concreto para la puesta en práctica del planteamiento estratégico en su conjunto.
En términos más precisos, si vamos logrando avanzar en la campaña y una vanguardia colectiva empieza a cobrar forma y contenido, podremos contar con que esa tendencia a favor de un orden de democracia plena, de gobiernos colectivos y democráticos antepuestos al orden constituido, que ya existe dentro del proceso colectivo, entonces cuente con instrumentos de organización, de unidad, de articulación nacional y continental, y un programa autónomo consensuado por todos que sean una buena garantía para su triunfo definitivo. En ese “programa autónomo de transición”, como en el ciclo que se abra de “ofensiva popular constituyente”, sería extraordinario que ya aparezca de manera explícita ideas que apunten, argumentadas y nombradas de cualquier forma, este desarrollo de los “gobiernos en resistencia”, el sistema de organización como una anticipación experimental y real a la sociedad por construir, la necesidad de una plataforma continental que extienda estas premisas, así como el sueño de una “patria nuestramericana” libre de fronteras, de dueños y de patrones.
Claro está, “Campaña por todas nuestras luchas”, “Gobiernos en resistencia”, “Plataforma continental de lucha”, y todo lo que ello implica es también todo un proceso de aprendizaje, de cualificación colectiva, de bifurcación de espacios y iniciativas, de avances y retrocesos, que se jugará el pellejo y su validez política dentro de escenarios cambiantes, circunstancias que pueden variar del día a la mañana, pero donde ya no podemos dejarnos llevar por el coyunturalismo y el pragmatismo. En otras palabras tenemos que saber jugarnos la muy difícil apuesta de obrar hacia un fin teniendo una política que lo convierta en una realidad aprensible, que nuestras acciones por más compleja y cambiante que sea la realidad no se ahoguen en el espontaneismo o la inventiva circunstancial aunque esto sea siempre una bienvenida necesidad, propia de toda rebeldía. Incluso, sólo teniendo estas cartas de navegación claras, bien debatidas y debidamente aprobadas desde todo espacio de base, podremos ante un escenario donde se cambien por completo las proyecciones que sirvieron de base para formular esas mismas cartas, cambiarlas hasta radicalmente.
En toda planificación, así como deben estar claros los puentes entre sus proyecciones tanto tácticas como estratégicas, su metodología de balance, sistematización y ajuste permanente, la propia orgánica que se vaya construyendo tiene que prever la obligación de ir a rediseños totales, teniendo las bases mínimas para que esto no genere un caos que diluya por completo los acumulados y destruya las victorias alcanzadas. Al respecto casi esta todo por aprender, por experimentar, por acertar y fallar. Es muy probable que muchas de estas sorpresas, venidas ya sea por un detonante de masas que no se esperaba, por un sorpresivo salto propio, por una involución del proceso revolucionario general, por una entropía inexplicable de procesos –hasta por miserias que nos destrozan-, o por una reacción contrarrevolucionaria de la que no se creía mucho o no estaba en el inventario, van a aparecer en el camino…los tiempos ya nos apuntan mucho sobre esto. En la “revolución bolivariana” todo sigue siendo posible y tanto la CIA como los pueblos están haciendo todo para que estas sorpresas aparezcan. La historia definitivamente no está escrita ni hay ciencia que preestablezca sus leyes. El reto está en atrevernos a aportar un grito y una palabra muy clara sobre ella a ver si dejamos escrito algo en su pasado y una grata felicidad en los que aprovecharán de sus frutos.
ROLAND DENIS
Material Para la discusión Foro Nacional de Enlace
PNAM13A
Marzo 2006