Hace cien años un gran psiquiatra y revolucionario, Wilhelm Reich se llamaba, advertía que la teoría revolucionaria había abandonado el lado espiritual de la lucha y se confinaba a una especie de cientificismo, a un economicismo que no funcionaba. Se lamentaba que este error de los revolucionarios abría la puerta al nazismo que, en el vacío, se apoderaba de la psiquis de las masas, mientras las fuerzas revolucionarias se contorsionaban buscando respuesta a sus derrotas.
El Che declaraba que un Socialismo de mera distribución no le interesaba. Rosa Luxemburgo, en alguna oportunidad dijo que el Socialismo no era un asunto de cuchillo y tenedor, afirmaba así que el campo de batalla era el espíritu, el corazón y no el estómago. Fidel sentenció que se debe crear riqueza a partir de la conciencia, y no pretender crear conciencia a partir de la riqueza.
Está claro, los intentos revolucionarios han fracasado, y lo hacen al abandonar el espíritu y caer en la tentación de la compensación material, al no dar a la masa razones sagradas, o como diría el Che, al usar las armas melladas del capitalismo para intentar construir el Socialismo.
Se deduce que la psiquis del Socialismo, la espiritualidad del combate del Socialismo enfrentado al capitalismo, está esperando por estudio. Un buen comienzo de este análisis es la pregunta ¿por qué cae la Unión Soviética y por qué Cuba permanece? La respuesta comienza con la Revolución Cubana, con el olvidado Che, quien en todo su pensamiento aboga por la primacía de la conciencia, y tiene a la crítica como un pilar de la formación de la espiritualidad revolucionaria. Nada más recordemos que criticó a la Unión Soviética cuando pocos se atrevían, y trazó el camino para salvar al campo socialista; desgraciadamente, como suele suceder, la crítica no fue comprendida. Intentemos oír las voces de los cabeza de yema diciendo: “éste le hace el juego a la cia”, “criticando a la URSS, divide el campo socialista”, “que se pensará”, “está sospechoso este argentino, escribiendo tan feo”, “para mí que lo captó el enemigo”... desgraciadamente, no oyeron y el campo socialista se derrumbó estrepitosamente.
El pensamiento revolucionario se estancó con esta pérdida. Hoy no tenemos claro cómo es la lucha entre el Socialismo y el capitalismo en el inconsciente, cómo las pulsaciones egoístas del inconsciente consiguen sobrevivir a los cambios en la existencia, cómo ese egoísmo termina siendo soporte de la restauración de lo viejo. Hay mucho que estudiar, bastante que clarificar, será tarea de los psicólogos y psiquiatras que se adentren en esta nueva ciencia que podría llamarse Psicología política, y de los políticos que se importen por la psicología. Llegará el día en que las dos ciencias, psicología y política, estén unidas.
Esta Revolución chavista nuestra está en grave peligro, quién puede negarlo sin ser cándido. La falla debemos buscarla en la psicología de masas, allí se han cometido errores graves que nos llevan a perder la guerra en el inconsciente colectivo. Los síntomas son claros. El fenómeno del bachaqueo tiene en el fondo el soporte del egoísmo anclado en el insconsciente, la pérdida brutal de apoyo de la Revolución tiene, sin dudas, el mismo soporte. Ahora, este rumor de los niños robados es un clásico de las clases dominantes cuando bucean en el inconsciente buscando pilares egoístas desde donde ir contra lo nuevo. El temor al despojo del niño dispara mecanismos inconscientes, conductas que luego son conducidas al temor de la pérdida de todo, de cualquier cosa, desde la harina hasta la oportunidad de ir al extranjero; se acumula así una energía negativa que acaba por derribar el edificio revolucionario. Ejemplos de esta locura sobran, como aquella mujer que luchaba para que no le quitaran una casa que no tenía, o aquellos que temían que el gobierno les quitara la casa que meses antes les había dado. La capacidad de razonar no entra en esta etapa, son reacciones inconscientes.
Lamentablemente, la Revolución ha fortalecido estos pilares. Más allá de cualquier discurso, de los errores políticos cometidos, encontraremos el estímulo al egoísmo, la búsqueda de afectos con la recompensa material, los dakazos. Y sobre todo, el abandono de las compensaciones espirituales, el olvido de las razones sagradas por las cuales luchar, la carencia del sentido nuevo que la Revolución debe dar a la existencia, la conciencia del deber social. Sin esta espiritualidad, la Revolución es idéntica al capitalismo, y la derecha interna y externa se confabulan para ahogarla.
En los próximos días, esta guerra psicológica arreciará: el temor a la guerra, el miedo al despojo de los niños requieren una respuesta que tiene que ir más allá, ser más rigurosa, que los desplantes de algún ministro, o la letanía de los logros materiales de la Revolución.