El gobierno perdió la iniciativa política cuando cayó en la trampa de usar las armas melladas del capitalismo y buscar fidelidades con recompensas materiales. Pretendió “crear conciencia con la riqueza”: el dakazo, dólares baratos, reparto de prebendas, estímulo a los capitalistas, abandono de la conciencia del deber social. De esta manera, reafirmó los valores éticos del capitalismo, creó un escenario favorable a su reinstalación definitiva.
El abandono del camino socialista, tomar el rumbo socialdemócrata rentista, no podía dar otro resultado que el alejamiento y desconcierto de la masa, el agotamiento del mensaje, el recorrido tambaleante de quien no tiene asidero ideológico donde afirmarse, oscilar entre un discurso encendido cada vez más vacío e inocuo y la práctica capitalista que los impele hacia su derrota.
En esas condiciones no puede responder con coherencia a los ataques imperiales. A la cumbre de Panamá se fue con muchas expectativas, y aquello parecía la presentación de cuenta de unos colegiales que se han portado mal, intentos de demostrar que no somos amenazas para los capitalistas, que no nos apartaremos del consenso de la democracia burguesa del continente. Por eso la acción en la cumbre luce ambigua: recoge millones de firmas y después no da el próximo paso, no encuentra qué hacer con ellas, le da temor irritar, no las lleva a Panamá, no se entregan al presidente obama, su destinatario.
Se dice que corremos peligro de invasión, se denuncia la similitud del decreto que antecedió la invasión a Panamá con el que hoy pedimos que deroguen, pero a pesar de las declaraciones de roberta jacobson, vocera gringa, quien afirma que no derogarán el decreto, no pueden hacer otra cosa que extender la mano a los gringos que la ignoran, la desprecian, la perciben como una muestra de debilidad.
Se denuncia peligro de invasión pero no hay preparación del pueblo para hacerle frente, no se le dota de razones sagradas por las cuales luchar, no se le insufla la pasión de Abril o de la derrota del golpe petrolero, única manera de disuadir al imperio, de conquistar la paz. Es que el gobierno está inerme, atrapado en la lógica de las elecciones burguesas, no puede dar respuesta a la agresión gringa, debe mostrarse ecuánime, aun a riesgo de parecer pusilánime. Sabe que la masa malcriada por él mismo no aguanta la menor insinuación de sacrificio, ni siquiera el recorte del dólar, ni la falta de un producto alimenticio, a la menor adversidad saldrá el voto castigo. Paga así los errores de los meses anteriores: hizo pacto con el capitalismo y ahora el capitalismo, cual diablo, le pide cuentas.
La oligarquía, que encarna muy bien la ética perversa del egoísmo, saca partido de los errores del gobierno, surfea la ola del individualismo, se apoya en las dificultades, hace campaña con los inexplicables cupos de dólares, con el aumento de la gasolina, con la solidaridad internacional. Las declaraciones de capriles son una exaltación de lo peor de los sentimientos de un pueblo, del egoísmo, de la falta de solidaridad, de la infamia, sobre esos bajos sentimientos piensan navegar el retorno de los que imaginamos nunca volverían. La vanguardia del pueblo, que es la que está obligada y debe tener la capacidad de prever el futuro, falló, se dejó engatusar con los cantos de sirena del facilismo del reparto, de esta manera la masa fue despojada de metas altruistas.
El gobierno luce inerme, su aparato de propaganda es flojo porque flojas son sus bases ideológicas, no puede responder a ninguna agresión, se limita a ignorar los golpes o a responder con una lista de logros materiales que no llegan al inconsciente, que es donde se escenifica la contienda, los twitter tontos han sustituido a los argumentos que elevan la conciencia.
Vivimos tiempos de alto peligro, vamos a unas elecciones parlamentarias en las peores condiciones de toda la historia chavista, y vamos con la petulancia del que no reconoce ni un sólo error. Son días peligrosos, hay frente a la Revolución un abismo y no hay condiciones para percibirlo. Esas son las tareas del momento: ver el peligro, reconocer los errores y rectificar, volver a Chávez