"El arado y el mar"

El último chavista

En tiempos confusos como estos que vivimos, cuando la palabra se desliga de los hechos y  se derriten voluntades; cuando se esfuman lealtades y queda sólo el discurso devaluado para ocultar la acción evitada; en estos tiempos confusos, hacen falta los chavistas, los verdaderos.

Son tiempos de disputa por la dirección de la sociedad. Las diferentes corrientes capitalistas chocan en el paisaje político; en la oposición se mueven fuerzas que tienen como centro el derrocamiento del gobierno y, simultáneamente, posicionarse como factor principal, esa tensión los motoriza: llaman a la calle y también al voto, escogen candidatos y lanzan huelgas de hambre, moralizan a su base, la confrontación directa los alimenta.

En el gobierno la batalla es más compleja. Todas las fuerzas se dicen chavistas, de allí emana su fuerza, nadie renuncia a esa fuente. Es así que se presentan dos maneras principales de ser chavistas:

Una, para la cual Chávez es sólo una imagen que los favorece, les da ventaja: una especie de licencia para hacer y deshacer a voluntad. Éstos, sobre esa imagen transitan una ruta francamente adversa al pensamiento Chavista. Se vuelcan al capitalismo, pactan con la burguesía, evitan el Socialismo, son pragmáticos. Por supuesto que a cada paso quedan desnudos, pierden credibilidad. Su actitud confunde a la masa, que tiene dificultades de diferenciar la imagen de la esencia, el mandato traicionado de la lealtad a los principios. La masa, ante la confusión, se paraliza, o piensa que el chavismo fracasó; el sentimiento hermoso que una vez apoyó al Comandante se va a lo profundo del alma a esperar que algo lo vuelva a despertar, es sustituido por el “sálvese el que pueda”.

La otra manera de ser chavista, para la cual Chávez es un pensamiento en movimiento que tiene una meta: el Socialismo. Éstos, algunos principios han ido descubriendo y construyendo en la lucha y en el estudio de la experiencia y la teoría del movimiento revolucionario universal: la propiedad social de los medios de producción, la conciencia del deber social, el antiimperialismo, el anticapitalismo, no creer en el capitalismo ni en la burguesía ni tantico así, ¡nada!, la construcción de un tejido social y político que vaya desde lo capilar hasta lo nacional, que es la única manera de empoderar al pueblo.

Esta corriente Chavista verdadera se mueve sobre los grandes principios que nos dejó el Comandante, los Objetivos Históricos del Plan de la Patria como núcleo de su pensamiento. Esta corriente tiene como meta el Socialismo y en esa lucha mantiene viva la imagen de Chávez porque la llena de contenido, de su pensamiento. Por supuesto, es perseguida por los de adentro y los de afuera, los dos bandos detectan al Socialismo como su enemigo: unos lo atacan de frente, otros lo infiltran y desde adentro intentan reformarlo, extraviarlo. En esta batalla, el Chavismo verdadero sufre duros golpes, sus hijos más destacados son marginados, sus ideas son confinadas a las catacumbas, poco a poco lo arrinconan.

El pacto entre las corrientes capitalista externa y falsa socialista es un hecho, lo apadrinan los gringos, ya el delegado está en funciones, ya dicen que todo va bien, que ellos “ya no son un dolor de cabeza”.

Pero no hay que perder la calma ni la esperanza. Mientras exista un chavista verdadero, mientras ese chavista se eleve a instancias de dirección, como el martiano Fidel se elevó, como lo hizo el bolivariano Chávez, la Revolución será posible. Mientras las ideas de Chávez encarnen en el corazón de los humildes y de sus dirigentes, el sendero que nos invita a seguir estará abierto, será posible. La Revolución y el Comandante Chávez sólo morirán con el último chavista.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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