La macroeconomía del populismo - ¿El caso venezolano?

Mis estimados lectores, he dejado pasar un largo tiempo sin escribir, y he vuelto a golpear las teclas de mi computadora a raíz de un escrito que ha caído en mis manos  que data del año 1991, escrito por Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards que lleva por título “The macroeconomics of populism in Latin America”, auspiciado por la Universidad de Chicago.

Como es mi costumbre pretendo relacionar la realidad económica venezolana a discusiones de tipo teórico, colando siempre mis propios pensamientos y visión particular de la realidad.

Este escrito al que me he referido, intenta poner sobre el tapete la recurrencia de programas económicos que han sido implementados casi de manera idéntica en diferentes países de América Latina como Perú con el primer gobierno de Alan García y Chile con la experiencia de Allende. Programas económicos que finalmente terminaron fracasando.

Los autores hablan de populismo para referirse a un enfoque económico que enfatiza el crecimiento unido a la redistribución del ingreso que desestima los riesgos de la inflación y el déficit financiero, así como también, ignora las restricciones externas (comercio exterior) y la reacción de los agentes económicos (clase empresarial) frente a políticas agresivas que pretenden dejar de lado el mercado como mecanismo de asignación de recursos y establecimiento de precios por la confrontación de la oferta y la demanda.

Nada más con leer el párrafo anterior podemos encontrar ciertas similitudes con el caso venezolano. Nadie duda, que el gobierno revolucionario ha pretendido de buena fe el crecimiento económico de la mano con una mayor justicia social. Muchas veces altos personeros del gobierno se ufanaron de las altas tasas de crecimiento económico obtenidas durante un período de varios trimestres, aunque dicho crecimiento haya estado asociado a un precio elevado del barril de petróleo.

También hemos visto una política masiva de redistribución del ingreso a través de los programas sociales llamados misiones, lo que ha sido posible por los elevados ingresos petroleros, lo que en materia económica ha generado niveles crecientes de consumo, lo que frente a una oferta que no ha crecido al mismo paso ha originado una inflación crónica de dos dígitos, que últimamente se ha acercado peligrosamente a los tres dígitos, es decir, a la hiperinflación.

Debido a la abundante renta petrolera el déficit fiscal, es decir, la insuficiencia de recursos del Estado para enfrentar sus gastos, no fue visto como un problema o una amenaza, por lo tanto, el gasto social no encontró límite, tampoco el despilfarro ni la corrupción.

La política económica del gobierno revolucionario tampoco hizo mucho caso a la posición de los empresarios contraria a medidas económicas como expropiaciones de tierras, control de cambio, y controles de precios, que socavan la economía de mercado. Obviamente, la posición de los empresarios ha sido de congelar la inversión, la fuga de capitales y capear los controles de precios por la vía de desarrollar un mercado negro.

Debido a la dinámica de incrementar fuertemente el gasto social en forma continua, se ha terminado generando un problema en materia de intercambio externo que se expresa por un aumento considerable de las importaciones y unos ingresos petroleros que se estabilizaron por un estancamiento en la producción y un precio que se mantuvo cerca de los US$ 100 por barril. Para todos es conocido que eso ha cambiado drásticamente y que el precio del barril de petróleo se ha hundido por debajo de los US$ 40, aun cuando, al momento de escribir este artículo no se han sentido todavía los efectos de tal desplome del mercado petrolero.

El escrito de Dornbusch y Edwards hace referencia a un autor de apellido Drake que señala tres elementos para la definición de populismo: movilización política, retórica recurrente y símbolos diseñados para inspirar al pueblo. Aquí tampoco debemos hacer un esfuerzo muy grande para ver que estos elementos han estado presentes en la revolución bolivariana. A través de todos estos años hemos visto grandes movilizaciones de masas para respaldar al gobierno, una retórica copiosa cuyo máximo exponente fue el difunto Presidente Chávez y que continúa con el Presidente Maduro, y por supuesto, el uso de gran cantidad de símbolos como cambiar la dirección en que aparecía el caballo blanco en el escudo nacional, la adición de una estrella a la bandera, la música de Alí Primera, entre muchos otros.

Drake también apunta a que los movimientos populistas implican coaliciones heterogéneas conformadas por la clase humilde, pero también por sectores de la clase media. Es una realidad que el fallecido Presidente Chávez ganó las elecciones de 1998 con un movimiento aluvional de estratos humildes y de clase media.

Para Dornbusch y Edwards las experiencias populistas se dan en fases sucesivas.

Condiciones iniciales: El advenimiento del populismo se daría en el marco de crecimiento económico lento, estancamiento o depresión abierta, muchas veces como intentos previos de estabilización económica. Estos intentos de estabilización, sobre todo en el marco de lineamientos del FMI han resultado en reducción del crecimiento y empeoramiento del estándar de vida de la población. Muchas veces esta estabilización ha conducido a mejorar la situación fiscal y la balanza de pagos, lo que ha dado un piso para un programa económico expansivo.

Es un hecho que al momento de la asunción al poder del Presidente Chávez Venezuela atravesaba una crisis económica severa.

Fase 1: En una primera fase, hay crecimiento económico, incrementos de sueldos y salarios, crece el empleo y la política macroeconómica parece ser exitosa. Los controles mantienen la inflación refrenada, la escasez de bienes es aliviada con importaciones, por lo tanto, la demanda incrementada tiene poco impacto en la inflación.

En el caso venezolano, el incremento de precios del petróleo ayudó grandemente a una política de expansión de la demanda por la vía de fuertes incrementos del gasto público, sin caer en una situación de déficit y contar con los recursos suficientes para importar todo lo necesario para satisfacer la demanda interna.

Fase 2: La economía comienza a mostrar cuellos de botella debido a la fuerte expansión de la demanda interna y que el sector externo de la economía ya no puede aportar los recursos necesarios para satisfacer completamente la demanda. En esta fase, se implementan controles de precios, se establece un control de cambio, la inflación aumenta significativamente, sin embargo, se trata de mantener los sueldos y salarios en un nivel alto. El presupuesto se hace fuertemente deficitario como resultado de mantener subsidios en los bienes y servicios, en los salarios y en el intercambio externo.

Una vez más podemos ver que sin mucha dificultad podemos ver retratada la situación de Venezuela en lo descrito anteriormente.

Fase 3: La escasez de bienes se agudiza, la inflación se acelera, la balanza comercial se deteriora, la fuga de capitales se agudiza, hay una desmonetización de la economía, la gente prefiere adquirir bienes a conservar dinero en los bolsillos, el déficit fiscal empeora, la recaudación de impuestos desciende y el costo de los subsidios crece vertiginosamente. En esta fase, producto de la inflación, los salarios reales caen y se genera inestabilidad política, el gobierno comienza a verse atrapado en un laberinto sin salida.

En este punto cabe destacar que lo descrito anteriormente fue escrito en 1991, y sobre experiencias de la década de los setenta del siglo pasado, y parece tener total validez en la Venezuela del 2015.

Fase 4: De acuerdo a las experiencias anteriores en América Latina, todo terminó en el advenimiento de nuevos gobiernos, y en el caso chileno de una cruenta dictadura. Gobiernos que aplicaron recetas ortodoxas propias del Fondo monetario Internacional que mantuvieron los salarios deprimidos durante un período muy extendido debido a los niveles muy bajos de inversión y la fuga de capitales. Gobiernos que tuvieron como norte el equilibrio fiscal lo que supuso un recorte abrupto de subsidios y beneficios sociales, así como también, la búsqueda de balanzas de pagos equilibradas.

Obviamente, aún no hemos llegado a esta fase, sin embargo, ya vemos que el gobierno está pensando eliminar el subsidio a la gasolina, ya ha ordenado la restauración de los peajes, y una posible reforma tributaria, la eliminación de gastos suntuarios y posiblemente un recorte en los programas sociales. También se ha visto un alto en el énfasis en la expropiación de tierras y de empresas.

Como conclusión podemos señalar que gobiernos que pretendan atacar el problema de la redistribución del ingreso y buscar una mayor justicia social no pueden olvidar que existen restricciones a nivel macroeconómico, que también el tratar de mejorar el ingreso y la capacidad de consumo de las clases más humildes encuentra sus restricciones en una economía de mercado. La única manera de no estar sujetos a dichas restricciones implicaría la abolición total del mercado y de la propiedad privada de los medios de producción, un camino ya transitado en el siglo XX con resultados nefastos.

Para Dornbusch y Edwards es sorprendente que un esquema económico que ha sido recurrentemente aplicado en América latina y que ha fracasado, se siga intentando. Para mí, una posible explicación se encuentra en el hecho de que el socialismo se sigue viendo como una fuerte intervención del Estado en la economía, en la visión de que el mercado debe ser fuertemente controlado y que la burguesía es un enemigo a vencer. Todo esto es un legado del socialismo marxista aplicado en el siglo XX que no solo quiere diferenciarse del modelo capitalista, sino también, del modelo socialdemócrata, aunque países que han transitado por esta última vía pueden exhibir estándares de vida que jamás fue posible imaginar en los países socialistas del este europeo.

Cabe destacar que los autores mencionados no desestiman el impacto de los intentos de desestabilización política interna y externa, lo que en Venezuela se ha llamado la guerra económica, sin embargo, esto no descarta las contradicciones internas que presenta el modelo populista, es más, estas contradicciones alientan la desestabilización de sectores que se sienten vulnerados  en sus intereses que consideran legítimos. Por lo tanto, es algo de esperarse y no debe sorprender a nadie los intentos de terminar con estas experiencias populistas.

Hoy podemos ver que países como Ecuador y Bolivia parecen haber aprendido la lección, que es posible mejorar las condiciones de los más pobres pero respetando las restricciones que impone una economía de mercado. Que es posible mantener la inflación controlada sin necesidad de controles de precios, que es posible mantener estable la paridad de la moneda sin necesidad de establecer un control de cambios. Que es necesario mantener cierto equilibrio fiscal sin caer en grandes déficits, que se puede ir mejorando el ingreso real de los trabajadores pero atado a una mayor producción y productividad.

También pareciera ser una lección aprendida en Chile, donde tenemos una Presidenta socialista que pretende reducir la brecha entre ricos y pobres pero teniendo presente que es necesario mantener una economía diversificada en crecimiento con una inflación controlada y con una estrecha relación con los empresarios.



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Hernán Luis Torres Núñez


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