El arado y el mar

Las elecciones no resuelven la crisis, la detonan

El país marcha sumergido en la crisis más profunda que hayan conocido los últimos cincuenta o sesenta años; quizá los adultos mayores tengan noticias de algo igual. La economía, la relación social, la política, todo cruje bajo el peso de la incertidumbre.

Nos comportamos como si hubiésemos sufrido un despojo ideológico. No hay precisión, rigor, se dice cualquier dislate, se discute poco y se aplaude mucho. La reflexión es acusada de debilidad, la discrepancia es traición, la duda es delito, y así la sociedad se va dejando llevar por la corriente. Los muertos del olp no tienen dolientes, el Socialismo se transmutó en su contrario por obra y gracia de unos teóricos acomodaticios; el capitalismo, el chovinismo nos tiñe, los gritos de guerra proliferan, todo está bien, no hay error, Alicia en el País de las Maravillas… Pero la crisis existe, está allí en la realidad como un monstruo que se resiste a morir, duro de matar; no hay pase de televisión, discurso, declaración que le haga mella, avanza hacia los territorios de las definiciones.

En estas condiciones vamos a unas elecciones que son especiales, ellas abrirán las puertas a una nueva situación, los números no serán importantes, quedarán en los archivos de lo inútil. Ya los argumentos están rodando, las posiciones tomadas, las posibilidades se mueven hacia su realización: los opositores no aceptan derrota, si no ganan será un fraude descomunal, ya tienen esa matriz, hasta en lo internacional. Si los opositores ganan, a pesar de lo que se diga y piensen algunos constitucionalistas, se perderá la gobernabilidad.

Del lado del gobierno parece que el opio electoral los adormitó, piensan como si la legalidad burguesa será respetada por todos, hasta sacan cuentas de un gobierno sin el apoyo del parlamento. No perciben la magnitud del terremoto que significaría perder esas elecciones en cualquiera de sus variantes, con menos votos, o menos diputados. Sueñan con el espejismo de un parlamento opositor y un gobierno viable.

Las encuestas muestran un escenario apretado, para decir lo más optimista, sin tomar en cuenta a hinterlaces. La calle no desmiente la apreciación. Ante estas circunstancias, ¿qué hacer?

Sería un error buscar efectismos burgueses para ganar las elecciones, esos inventos han fracasado, nos trajeron a esta situación. Ahora no caben “dakazos”, obsequiar combos de electrodomésticos, repartir los dólares chinos. Esa conducta, en el mejor de los casos, correría la arruga, sería una inyección transitoria.

Si observamos los bandos que participan en esta contienda encontraremos que los dos principales son capitalistas, democráticos burgueses. Y algunos, que por allí discrepan, que hablan de polarización, no consiguen salirse de este ambiente burgués. Es así, estas elecciones son un evento entre capitalistas, el Socialismo no aparece en escena.

La debilidad de la Revolución debemos atribuírsela al abandono del sentimiento socialista, de la idea de Chávez. Dejó el gobierno llevarse a este terreno donde perdía sus ventajas, permitió que le cortaran el cabello como a Sansón. 

Entonces, la tarea principal de la Revolución en estas elecciones es rescatar a Chávez, pero no de palabras, de hecho, no proponiendo más capitalismo, sino impulsando el Socialismo. No hay que inventar, allí está su testamento: el Plan de la Patria, que tanta urticaria produce en sus falsos seguidores. Es así, estas elecciones deben ser ocasión para que el Socialismo, el Chavismo auténtico, regrese a la batalla. De otra manera, serían un doloroso paso al desastre.

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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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