En Quito se reunirán este lunes (ya era hora) los dos Presidentes de la antigua Gran Colombia. La situación en la frontera tiende a salirse de control, los guerreristas aprovechan la oportunidad para dar curso a su odio, los xenófobos se expresan, las posiciones belicistas se solidifican, las declaraciones son cada vez agrias; cualquier incidente sirve para profundizar las grietas abiertas por la insensatez y la improvisación.
Esta reunión no es simplemente un encuentro de dos Presidentes, se trata de la confrontación centenaria entre dos corrientes históricas, estarán también allí Páez y Santander, los dos antibolivarianos, fragmentadores de la Gran Colombia, los dos al servicio de las oligarquías. Las clases dominantes, explotadoras, tendrán sus sillas en la mesa de Quito.
Asistirá Bolívar, triste, a la discordia de lo que antes fue un sólo empeño, pensará en el Manifiesto de Cartagena, en la “Campaña Admirable”, y sentirá, escéptico, que los mismos intereses que estallaron su sueño no lo pueden restituir, que la división de los hermanos seguirá igual que hace siglos, que lo que se discute es el grado de disimulo.
En la reunión estarán presentes los humildes que libertaron al Continente sin preguntar de qué lado de la frontera estaban. Presenciarán, sin entender, el entierro de la razón sagrada que los llevó a Junín, a Carabobo, a Boyacá unidos en el mismo vértigo del combate, juntos en la sangre derramada, soldados de la misma causa, fieles a los mismos Libertadores; asombrados, sin explicarse por qué ahora son diferentes, por qué no comparten la misma causa.
Vendrán, quizá debajo de la mesa, quizá escondidos en las mangas, los mismos que Bolívar denunció como “destinados por la providencia para plagar a la América de miserias en nombre de la libertad”. Los yanquis no son agentes de la fraternidad, su única hermandad posible es el dinero, el lucro, no tienen otro cristal para ver la realidad.
Estará Chávez, amando a los humildes sin distingo y con “horror a las oligarquías”, como Zamora, no importando de qué lado de la frontera de los dominantes se encuentren.
Lo que allí se hable, lo que allí suceda tendrá el signo de los bandos presentes. Puede ser, es probable, que la historia se repita como hasta ahora, que las oligarquías se retiren, que congelen su confrontación y regresen el centro de la lucha de clases a sus territorios; que los humildes sigan separados en manos de sus burguesías, sus oligarquías, creyendo que triunfaron porque los verdugos son nacionales. Los dominantes contentos, expoliando a los pueblos divididos en sus nacionalismos tontos, sus líderes colonizados por la mira corta que no les permite percibir más allá del catecismo que les inocularon en la infancia.
Puede ser que los gobernantes nuestros desanden el camino y comprendan que la verdadera Soberanía reside en el Socialismo y dejen de tomar atajos, de caer en facilismo y se aboquen, ahora sí, a cambiar todo lo que debe ser cambiado para construir el sueño de Bolívar y Chávez.
Y puede ser, ojalá no suceda, que se impongan los odios viscerales, los intereses mezquinos de lo peor de las dos oligarquías, y sigamos el rumbo de la confrontación de los que un día fuimos hermanos.