“Hoy el sistema de poder del imperio se apoya en una “razón de Estado” fundada en la desesperación, producida por un cerebro senil, en última instancia razón delirante que ve los acuerdos, las negociaciones diplomáticas o las maniobras políticas de sus propios aliados como puertas abiertas para sus planes agresivos. Lo único que realmente le interesa es recuperar territorios perdidos, desestabilizar los espacios no controlados, golpear y golpear para volver a golpear; su lógica se monta sobre un proyecto de reconquista cuya magnitud suele a veces desbordar a los propios estrategas imperiales (y por supuesto a una amplia variedad de políticos norteamericanos).”
“Pero el imperio está enfermo, es gigantesco pero está plagado de puntos debilidades, el tiempo es su enemigo, aporta nuevos males económicos, nuevas degradaciones sociales y al mismo tiempo su reproducción decadente amplía, contra su voluntad, las áreas de autonomía y rebelión.” (Jorge Beinstein, COMUNISMO DEL SIGLO XXI, Editorial Trinchera, Caracas-Venezuela 2011, pág. 16)
El Papa Francisco ha sido para una gran parte de la humanidad una grata sorpresa, no así para aquella ultra-minoría que Basilio de Cesarea llamaba el “estiércol del Diablo” y que el nuevo Pontífice define como “la ambición de dinero que gobierna”, agregando “que cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socio-económico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y…pone en riesgo nuestra casa común”. (Discurso en el ENCUENTRO con los Movimiento Sociales en Santa Cruz- Bolivia).
Sus méritos se acrecientan cuando sus palabras e iniciativas se expresan desde una iglesia institucional sumamente conservadora e históricamente funcional al cruel sistema de dominación imperante.
Pienso que esta grata sorpresa guarda una estrecha relación con la actual multi-mega crisis sistémica de capitalismo mundial, con el periodo de decadencia senil del sistema imperialista encabezado por EEUU y, muy especialmente, con la ampliación, a contrapelo de los opresores, de las “aéreas de autonomía y rebelión” de los pueblos, movimientos y entidades que se resisten a hundirse en el caos y las ruinas provocadas por el empobrecimiento, la exclusión y la destrucción masiva a cargo de la minoría opulenta que dirige los destinos del planeta y de nuestras sociedades.
Creo que Francisco ha optado por una riesgosa ruptura con el “sistema global” imperante, con la “globalización de la exclusión”; lógicamente, desde su propia religiosidad.
Dos documentos fundamentales, la Encíclica, “LAUDATO SI” y su Discurso en el Encuentro con los Movimientos Sociales en Bolivia, marcan para mí lo que podría definirse como un viraje esperanzador en el más alto nivel de la Iglesia Católica.
Ese viraje está llamado a producir un fuerte impacto global, esto es, uno de los procesos de cambios (en pensamiento y acción) más difíciles y trascendentes entre los registrados a lo largo de la historia de la iglesia católica y romana; siempre plagada de dogmas, conservadurismos, hostilidades contra las ciencias y acompañamientos a los modos de explotación, opresión y conquista; no sin exaltables resistencias y rebeldías internas con aires transformadores, generalmente aplastadas o marginadas.
LAUDATO, SI
La Carta o Encíclica papal, que lleva este nombre proveniente del italiano, no del latín, como ha sido la costumbre, tiene la impronta de San Francisco de Asís, la figura histórica de la Iglesia Católica más comprometida en la defensa de los pobres y en el amor por la naturaleza.
Este documento, imbuido a la vez de fe cristiana y ciencia, marca un hito en el examen de los daños ocasionados y de las amenazas que se ciernen contra “la madre bella” que nos acoge, la Pacha Mama, la Madre Tierra. Igual traza pautas fundamentales de apertura, unidad y acción.
Es continuidad ascendente de proclamas como la Carta de la Tierra, la Biblia Verde y las innumerables creaciones de investigadores y defensores de las bondades sagradas del Planeta frente a la voracidad y la impronta destructiva y excluyente de los modos de producción y explotación, y los patrones tecno-económicos, que ha imperado hasta la fecha.
Resalta su carácter ecológico-social, la manera sistemática de relacionar en su texto el empobrecimiento de los seres humanos y el proceso de degradación de la Madre Tierra. El vínculo entre los pobres y la fragilidad del planeta, las causas estructurales comunes a ambos fenómenos y la imposibilidad de superarlos por separado y al margen de combatir el sistema global que los provoca.
Denuncia la raíz humana y sistémica de la crisis ecológica, y la vincula estrechamente a los sufrimientos de los excluidos/as, insistiendo en “el cuidado al débil”.
Esta encíclica clama contra los graves daños ya ocasionados y denuncia las amenazas. No se queda ninguna expresión destructiva o degradante sin citar, ni ningún peligro que advertir. Fluyen en su texto los avances de la ciencia, impregnándolo de una ecología humana e integral, la cual asume como propuesta.
Defiende la vida a profundidad, al punto de considerar a “cualquier criatura como un hermano”, aun se trate de un insecto o un reptil, insistiendo en el sentido humano de la ecología.
Niega todo lo dominador y lo explotador. Niega el consumismo y el derroche. Enfrenta a los poderosos, incluidas las transnacionales con su lógica de saqueo y destrucción. Critica la economía actual, su paradigma tecnológico, su modelo de progreso excluyente y depredador, y las formas de poder en función del dinero y la ganancia, a costa del empobrecimiento humano y la afectación del patrimonio natural. Todo conectado con un “modelo global” que es preciso cambiar.
Plantea el cambio como desafío: “el cambio real” en las sociedades y en el mundo, y también el cambio interior del ser humano.
Reconoce los aportes de los demás e invita a abrirse al desarrollo de la ciencia, reconociendo de hecho su posible impacto superador de los actuales límites del propio pensamiento religioso. Exhorta a un debate sincero en ese y en otros planos.
El Papa Francisco clama por “un nuevo estilo de vida” alternativo al derroche, al consumismo, a la contaminación, a la depredación de la naturaleza; insiste en la búsqueda de nuevos modos de entender la economía, sus patrones tecnológicos y el llamado progreso.
Hace un reconocimiento a quienes luchan “con vigor” por la preservación de la madre tierra y de la humanidad. Llama a la “responsabilidad local e internacional” en esta lucha trascendente y propone cultivar una “nueva solidaridad universal”, reiterando sistemáticamente la necesidad de un gran esfuerzo educativo y de orientación, acompañado de acciones contundentes.
Propugna por la unidad sin exclusión, por una gran confluencia inter-religiosa, ecuménica y social, incluyendo a los no religiosos o “no creyentes”.
Se trata de ideas, actitudes, posiciones y compromisos realmente trascendentes, de incalculable valor estratégico y de significativo impacto a escala mundial y a nivel de pueblos, dada la influyente tribuna del Papado Romano.
Sobre esta materia el Papa Francisco recoge un gran acervo de la humanidad, del pasado y del presente. Articula valiosos aportes de múltiples corrientes, movimientos, pensadores y destacados/as protagonistas de esta crucial lucha por la vida, en su sentido más amplio y más profundo, y agrega lo propio armonizándolo con sus concepciones teológicas.
No es que todo este programa ecológico-social sea obra exclusiva del autor formal de LAUDATO SI, o que se trate de algo estrictamente propio; menos aun que se circunscriba a una visión de su Iglesia, a todas luces no homogénea ni en ese ni en otros grandes temas.
En verdad incluye lo propio y lo trasciende sin desmeritarlo; y bien podría crecer su contenido mediante su apropiación colectiva y un enriquecimiento innovador de lo coincidente, que es el grueso y lo esencial de ese texto, del que por demás emana una hermosa incitación al combate por la salvación del planeta, su biodiversidad y los seres humanos que lo habitamos.
UNA DIVERGENCIA VALIDA, UNA CONTRADICCIÓN A DEBATIR
Vale sí despejar aprehensiones que surgen de divergencias reales, totalmente válidas
En esa carta-encíclica el Papa Francisco reiteró una convicción esencial de la Iglesia Católica y de todas las religiones monoteístas: el planeta, la vida, los seres humanos, el universo… se entienden como obra de Dios, creación de la divinidad, quien además –según esa concepción- norma el proceso vital.
No necesariamente hay que compartir esa concepción sobre el origen y desarrollo de la vida, de la Madre Tierra y del Universo. Hay otras formas de pensar y explicar nuestra existencia y el curso universal, lejos del dogma y de la mano con la ciencia.
De mi parte, desde la corriente del pensamiento que he asumido en el curso de estos debates, me situó entre los/as partidarios/as de la concepción que explica estos fenómenos como consecuencia de una auto-creación dinámica, de una contante transformación de la materia y la energía, de la gestación y evolución de la vida desde estadios muy elementales a otros más altos, de la evolución de las especies, la formación de los astros, la diversificación de la vida vegetal y animal, la expansión de la biodiversidad en continuo proceso de creación y transformación, la conversión del mono en ser humano al compás de la lucha por la subsistencia y del trabajo creador.
Creo en la teoría científica de la formación y la evolución del Universo y de la Tierra, en el proceso de conformación de las comunidades primitivas y la posterior evolución ascendente de la sociedad humana, a golpe del desarrollo de la inteligencia y del trabajo, al compás de la lucha de clase y de todos los esfuerzos creativos y emancipadores.
No comparto -aunque respeto- las concepciones religiosas, por demás diversas y no solo monoteístas, situándome mejor del lado de los inmensos aportes científicos de Darwin y abrazando el acervo del socialismo científico, cuyos pioneros, Carlos Marx y Federico Engels, contribuyeron –sin cerrar su portentosa obra- a elaborar una visión filosófica, una concepción del origen de la vida y de la evolución del universo y la sociedad humana basada en hechos contundentes y en el quehacer científico.
Se trata de una diferencia pertinente, que es preciso seguir debatiendo con mentalidad desprejuiciada, sin obstruir las coincidencias trascendentes ya alcanzadas ni bloquear el promisorio accionar común, unitario, incluyente de la diversidad transformadora; accionar destinado a salvar la Madre Tierra de la destrucción y a gran parte de la humanidad de las penurias, como también a abrirle paso a una globalización redentora que asuma la determinación de conjurar el círculo perverso de la exclusión social y la degradación del planeta; procesos inter-relacionados impuestos por el capital erigido en ídolo, el mercado en Dios y la ganancia capitalista en recompensa divinizada.
En esa Encíclica hay mucho de la plataforma que han forjado una gran cantidad de talentos, movimientos y actores políticos y sociales a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI. Merece, en consecuencia, ser convertida colectivamente en instrumento de lucha.
EL DISCURSO EN BOLIVIA.
El discurso del Papa Francisco en Santa Cruz-Bolivia tiene la virtud de vibrar con los movimientos sociales en lucha, de sumar al tema ecológico-social otros temas cardinales para el destino de las pobrecías excluidas y de la humanidad oprimida; para reforzar también el cuestionamiento a fondo sistema global y optar por el cambio.
De entrada el Papa confesó haber sentido algo “muy lindo” en ese y en el anterior encuentro en Roma: “fraternidad, garra, entrega, sed de justicia”, lo que lo ha motivado a insistir en la importancia de la cultura de los encuentros y de la unidad en la lucha, exhortando a profundizarla.
Exige convivir con los/as que sufren para ser conmovidos/as por sus realidades.
Define a los pueblos empobrecidos como los verdaderos protagonistas del cambio y los convoca a la autoestima, estimulando la confianza en que pueden hacer mucho en esa dirección y exhortándolo no solo la luchar por la reivindicación de sus derechos, sino también “a construir una alternativa humana a la globalización excluyente”.
Entiende que estamos frente a un “sistema adverso”, subrayando siempre que el “capital arruina las sociedades” y comparando la ambición del dinero que gobierna y el capital idolatrado con el “estiércol del diablo”. El dolor, la muerte, la destrucción que provoca el sistema dominante huelen a ese estiércol.
Se apoya en la idea de que el mundo “no anda bien” para plantear la “necesidad del cambio” relacionado con los problemas comunes generados por la globalización de la exclusión; comenzando por plantear lo imperioso de unir voces a favor de las tres T: “tierra, techo y trabajo”, elevándolo a “derechos sagrados” y planteando la “necesidad de devolverle al pueblo lo que le pertenece”.
“Cambio real”, insiste el Papa, referido también a la descolonización de viejo y nuevo tipo (transnacionales, TLCs, usura financiera, alienación mediática y colonialismo ideológico, programas de austeridad, intervenciones, deuda ecológica y social del Norte con el Sur, violencia imperial y tercera guerra global por pedazos…); referido a la soberanía, a la cooperación y la unidad como Patria Grande, a la unión entre la paz y la justicia, a la economía al servicio de los pueblos (humana, comunitaria y solidaria), a la defensa de la Madre Tierra, al respeto a la diversidad cultural.
Toma de la realidad boliviana la idea del “cambio como proceso” para insistir en la transformación humana que evite el estancamiento y la burocratización. Nos habla, entonces, de “generar procesos” y no simplemente “ocupar espacios”.
Tales consideraciones y orientaciones refuerzan las coincidencias trascendentes destinadas a defender la “madre bella que nos acoge”, a impulsar las luchas y los cambios para transformar este orden mundial opresivo y cruel, asumiendo “el clamor de la Tierra y el clamor de los/as pobres”.
OTRAS SEÑALES POSITIVAS.
Francisco negó la infalibilidad del Papa.
Abrió sus brazos a los perseguidos y/o marginados teólogos de la liberación.
Reconoció el derecho a no creer en Dios y se mostró comprensivo con esa franja de la sociedad mundial.
Flexibilizó y llamó a entender la diversidad de opciones sexuales.
Moderó la actitud frente al aborto.
Elevó la actitud de su Iglesia respecto a la ciencia.
Enfrentó la corrupción institucional y los escándalos del Banco Ambrosiano o Banco del Vaticano
Mutó el oropel papal por la sencillez y la modestia.
Se ha mostrado abierto, dispuesto a debatir y a coincidir, potenciando las relaciones ecuménicas.
Refleja una actitud positiva hacia los procesos de cambios, reformadores, transformadores o simplemente reformistas, del Continente.
Ha fortalecido la relación de respecto y amistad hacia el liderazgo histórico de la revolución cubana y hacia su pueblo.
Son avances, algunos todavía limitados e incluso en buena medida trabados por la tradición conservadora.
REMORAS
Sus cartas y sus discursos reflejan todavía un leguaje extremadamente sexista, la masculinidad lo arropa.
La cultura patriarcal machista de la Iglesia católica permanece intacta, lo que agrede al sector femenino más consciente del planeta.
El dogma eclesial obstruye el examen científico de todo lo relacionado con la sexualidad y la reproducción humana.
El adulto-centrismo o dictadura de los adultos no ha entrado a formar parte de sus preocupaciones.
El matrimonio gay sigue siendo tema tabú.
El peso negativo de la conservadora “doctrina de la fe”, del Opus Dei y de diferentes variantes de fundamentalismo católico, sigue condicionando su gestión y obstruyendo cambios imperiosos.
El perdón a los pueblos originarios no ha estado acompañado de una autocrítica integral relacionada con la traición histórica al cristianismo originario y con su nefasta afinidad histórica con los diferentes modos de explotación y opresión, y con los regímenes al servicio de los poderosos; lo que lógicamente despierta en los laicos más incrédulos respecto al viraje reacciones de desconfianza.
NUESTRA ACTITUD Y DETERMINACIÓN.
Nuestra actitud y determinación es de reconocimiento al valor de ese viraje, aun con esas limitaciones y trabas.
Es de aliento a favor de su profundización en el sentido del antiimperialismo y del anti-capitalismo necesario en esta fase destructiva del sistema de dominación global.
Es de contribuir conjuntamente a forjar la alternativa transformadora.
Es de confluencia, de unidad en la diversidad, en todas las vertientes en que coincidimos.
Es de independencia creadora dentro de la unidad necesaria.
Es de compromiso de lucha en torno a los posicionamientos contestatarios, las rebeldías que estimulan y las grandes metas liberadoras contempladas en la Carta-Encíclica LAUDATO SI y el discurso comentado; sin resignar identidades y convicciones diferenciadas, prestos/as incluso a debatirlas con altura, honestidad y franqueza.
Eso forma de nuestra tradición, de la forma como auspiciamos los diálogos entre marxistas y cristianos en los años 60 y 70. De la manera como cooperamos en la clandestinidad con sectores de las iglesias que nos bridaron protección y que combatimos juntos. De la valoración que hicimos de la corriente de la teología de la liberación y de las alianzas y las luchas que juntos promovimos.
Como decía el CHE “entre cristianismo y revolución no hay contradicción”.
La unidad en el combate entre partidarios del socialismo científico y revolucionarios católicos y de diversas religiones es un dato hermoso de la historia reciente y de la realidad actual. Es, además, una necesidad tan grande como los programas comunes que sustentamos.
La frase de Marx sobre la religión como “opio de los pueblos” responde a otra realidad donde predominaba el discurso conservador, conformista, adormecedor… de iglesias y religiones que convocan a los pueblos a la pasividad, a aceptar sumisos una opresión de la cual ellas eran cómplices; todo esto en aras del paraíso celestial.
Ese no es el contenido de los documentos analizados, no es la actitud del nuevo Papa y de los católicos y cristianos que se siente expresados por él.
La Encíclica LAUDATO Si no equivale al opio de que habló Marx, menos aun su discurso en Bolivia.
Las izquierdas no religiosas -como la de otras religiones distintas a la católica, apostólica y romana- están ante el deber de confluir con ese trascendente giro al interior de la iglesia católica impulsado por el Papa Francisco, sin perder ni su sello propio ni su identidad filosófica.
Se trata de un giro papal altamente riesgoso, capaz de desatar dentro y fuera de esa entidad, reacciones tenebrosas, tal y como ha acontecido en otros momentos cruciales.
Pienso que el propio Francisco presiente el peligro cuando al finalizar su intervención en Santa Cruz-Bolivia, exclamó:
“Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga….
“Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.”
Yo no rezo, pero pienso fundamentalmente bien sobre lo que el Papa Francisco ha dicho y ha hecho, le mando mi buena onda y todas mis energías positivas para que no le pase nada malo, para que la caverna que lo adversa no ose atentar ni contra su vida ni contra su imagen. Amén.