Tal es el deseo del jefe del Comando Sur, que reza a diario, como cualquier discípulo de Tradición, Familia y Propiedad, u otro culto puritano, para asegurarse el poder sobre los demás. Como el piloto de la canción de Alí Primera.
Pero, no basta rezar.
Algunos han estado elucubrando sobre esa posibilidad que anuncia el título.
Honestamente, creo que se apresuran. Unos por animadversión ideológica, comprensible, otros, por desesperación pasional, lamentable; en cualquiera de los casos, están equivocados.
Veamos los escenarios en que actúa la hipótesis apocalíptica.
Suponen que la oposición gana las elecciones legislativas del 6D, y de seguidas, se desmorona el gobierno bolivariano. Repito, “al ganado lo llaman vaca”; y para resumir mi predicción, les digo: la parte del pueblo que está molesta o inconforme con la situación actual, entre los que nos contamos millones de chavistas, no vemos la solución mirando hacia atrás, porque no renunciaremos a lo logrado, porque es hacia delante, con más revolución y más patriotismo, como alcanzaremos los sueños colectivos. Porque para atrás es pavoso.
Pero es que, incluso, en un supuesto negado, una mayoría opositora en la Asamblea Nacional no implica automáticamente la debacle del chavismo. Pensar eso es estar desubicado, sociopolíticamente hablando.
El chavismo, como movimiento político, es un fenómeno histórico, y como tal, es necesario, inevitable, contradictorio, zigzagueante, espiral, continuo, inesperado, vivo. Y los proyectos políticos históricos, sólo se suicidan en la traición. Hecho descartado hoy día.
El chavismo, como idea, es creación de convicciones, evolutiva y renovable, cuya principal fortaleza es la fe de la razón, la vocación esperanzadora, la promesa de la dignidad colectiva a la que ha aspirado la humanidad de manera sempiterna.
El chavismo es la continuidad histórica del bolivarismo, lo que le otorga su carácter nacional, anticolonialista e indoamericanista; y es la versión venezolana del pensamiento emancipador de la clase trabajadora, que concibieron los fundadores del socialismo científico.
En el chavismo confluyen fuerzas sociales de absoluta pertinencia histórica. Los movimientos por los derechos ambientales, indígenas, laborales, culturales, de la tercera edad, de la diversidad, de las identidades, todos estamos en ese espectro amalgamado por el legado del líder.
El chavismo es un crisol de causas justas.
¿Cómo pretenden los adictos a la hiel poner fin a la lucha por un mundo mejor?
II
La revolución –como todo lo humano- es un proceso perfectible. No temamos a la imperfección, es nuestra condición natural. Pero no nos neguemos la búsqueda de la utópica perfección, ella será el espejismo por el que perseguiremos el horizonte. Sin ella nos quedaríamos paralizados en el árido desierto de la resignación.
El ejercicio de la crítica es esencial en la acción revolucionaria. Diría que en todos los ámbitos de la vida, ser autocrítico es abandonar la poltrona de la mediocridad.
Nadie debe arrebatarnos esa arma de nuestras manos. La lucha contra la corrupción y la ineficiencia en la gestión pública, son simultáneas a la resistencia antiimperialista y las tareas productivas. Es un combo inseparable.
Nuestra revolución, tímida por momentos, improvisada a veces, experimental siempre, arrastra las torpezas y vicios de la politiquería burguesa, secuelas de una cultura dominante que nos conmina al lucro, el exhibicionismo, los privilegios, la holgazanería.
Por eso reivindicamos el ser chavista, porque si algo hizo Hugo Chávez fue dar ejemplo de trabajo, entrega, desprendimiento. También nos enseñó que el pueblo pare los caminos, siembra los futuros, construye las victorias.
Son temerarios quienes pregonan “el fin del chavismo”. Confunden deseos con realidad, gran error. La ciencia política, la sociología y la historia, nos dan elementos y métodos para comprender estos fenómenos. Bájense de la órbita mitológica y no desdeñen la episteme.
La coyuntura electoral de este 2015 nos encuentra con problemas serios en lo económico -no es un ardid la caída del ingreso petrolero- y con algún desgaste anímico en sectores quizá tocados por la apabullante campaña internacional anti bolivariana, no podemos ocultar esta verdad evidente. El asunto está en la capacidad que tengamos en el campo revolucionario, para hablarle a ese descontento con la franqueza que es gemela de la valentía.
Simular situaciones rosas con un mensaje proto-optimista, aparentando bonanzas ficticias, sería muy arriesgado para la revolución. Sería subestimar la inteligencia del pueblo. Sobre todo del pueblo chavista, ese que se ha salvado en todo trance.
La agenda chavista a partir del 7 de diciembre tiene que incluir un relanzamiento de los balances y las rectificaciones. El socialismo no vendrá de un aparato electoral o clientelar. Tampoco la defensa antiimperialista se hace con burocracias famélicas de dádivas.
Sin embargo, tenemos el deber de ganar frente a un adversario interno que es agente del enemigo fundamental, que carece de personalidad propia, que es un servil de la bota yanqui, que reniega de nuestra cultura e idiosincrasia.
Es la misión estratégica de corto plazo, vencer el 6D como sea. Para lo demás, para triunfar en los grandes retos que plantea edificar la sociedad de iguales, propongo asirnos de la “ardiente paciencia” que cantó Rimbaud.
El chavismo apenas es un brote de futuro en gestación.