Estos treinta días que nos separan del 6 de diciembre serán, quizá, los más convulsionados de la historia del Chavismo, comparables con el golpe de abril, con el sabotaje petrolero; en aquellos días Chávez estaba al mando y eso le daba otro tinte a la confrontación. Ahora, por primera vez, se va a unas elecciones con los pronósticos en contra, y sin el Comandante. Las pasiones internas bullen, los temores aparecen, agudos, y se busca la calma exorcizando la realidad con excusas y autoengaños similares a la de aquellos niños que ante el miedo de la noche, silban. Se pretende revertir la situación de pérdida de apoyo intensificando los métodos que produjeron la disminución de la simpatía, se pasa factura con los logros materiales: “hemos dado, tienen que votar por nosotros”, “si perdemos se acabarán las Misiones”. Los argumentos para conseguir votos denuncian lo frágil de la situación, no aparece la pasión por ningún lado. El espíritu chavista, que dio origen al aluvión electoral, a los triunfos pasados, se abandonó, así la Revolución fue desarmada, reducida a un proceso proveedor, y a un pueblo mercenario. De esa situación no puede salir nada bueno.
En medio de este ambiente desacostumbrado para el Chavismo, con la pérdida de apoyo y, también, de la forma de conseguirlo, surge la búsqueda de culpables, es inevitable. Es allí que aparece el absurdo de endosar los males a la crítica. El argumento es desatinado: la alerta, la denuncia de los errores, de los males, es peor que el mal, que el error; hablar perjudica, callar es lo correcto. Esta postura paradójica sirve de refugio a muchos, allí se sosiegan, se tranquilizan, piensan que la realidad adversa se solucionará si la ignoran, si la niegan, si la disfrazan. Entonces, no importa la lluvia, si la negamos a nadie moja; si ignoramos las colas, éstas no existen; ocultando los números de la inflación, no hay inflación; negando el aumento de los capitalistas, de la conciencia egoísta, nos acercamos al Socialismo.
Ninguna Revolución ha sucumbido por la crítica, pero sí por falta de ella. Si la Unión Soviética hubiese oído las críticas del Che allí estaría. Esta Revolución nuestra nació de la crítica, en sus orígenes está el Manifiesto de Cartagena, una crítica que hizo posible la Independencia; allí está el “Por ahora” del Cuartel de la Montaña. Chávez era un amante de la crítica, de la dura, con ella avanzaba, él mismo era su principal crítico, recordemos cuando declaró haber sido un pendejo.
No es hora de buscar culpables y sí de encontrar cuándo nos equivocamos. Sin duda, la respuesta será cuando satanizamos la crítica, cuando usamos el recurso de malandrear la crítica, cuando acusamos y perseguimos a los que criticaron. Otra hubiese sido la situación de hoy si se hubiese abierto la discusión de, por ejemplo, lorenzo mendoza elevando las fuerzas productivas para hacer Socialismo.
No es hora de buscar culpables, es hora de rectificar el camino que nos trajo hasta este callejón, cuando Chávez nos dejó en una amplia autopista. Es hora de volver al espíritu chavista, y eso no se consigue invocando en cuñas al Comandante y dejando de lado su pensamiento, deformándolo.
No es hora de buscar culpables, de pretender elevar el apoyo al Presidente Maduro diciendo que es la única manera de ser chavista. El Comandante no le dejó un cheque en blanco al Presidente Maduro, nos dijo que votáramos por él, por el Socialismo, contra el reformismo. Entonces, ser Chavista es apoyar a Maduro en cuanto sea Socialista, antireformista, chavista de verdad, verdad, en el discurso y en la práctica.
Por último: agradecemos a todos los que nos critican por ser críticos, sabemos que cada uno lo hace lo mejor que puede y que siempre, como dijo el apóstol, Criticar es amar.