Los humanos errores han acortado la distancia electoral entre la revolución y la contra, por lo cual es impropio hablar de victoria perfecta mientras el déficit no se minimice.
Dichos errores derivan de la corrupción, la herencia más refractaria, y de la carga burocrática que mella la capacidad operativa, y debido a ellos los avances en prestación de servicios y producción general no han sido cabalmente satisfactorios.
La autoridad central se esfuerza, pero los resultados no concuerdan. Por supuesto, también ha habido lentitudes y control ineficaz, ha tardado la ruptura con el modelo rentístico-petrolero y no siempre ha primado el espíritu socialista.
Todo eso facilita al enemigo el desarrollo de la guerra económica y golpea la adhesión en personas de convicciones no consolidadas.
Desde luego, la burguesía se afinca en la crítica de tales debilidades sin la más mínima moral para ello. Se trata de una gente que jamás ha creado nada, ha vivido parasitariamente del Estado y la renta petrolera, ha preferido siempre la agricultura de puerto y la especulación financiera a la inversión productiva, no es otra cosa que un apéndice incondicional del complejo económico capitalista dirigido por el imperialismo yanqui y carece de futuro, al igual de sus amos, cuya voluntad dominante y tiránica crece en la misma medida en que se les oscurece el horizonte.
Por consiguiente, cualesquiera sean las fallas y deficiencias mostradas en el curso de la Revolución Bolivariana, su Gobierno, que es del pueblo y no de la oligarquía, es infinitamente superior para los oprimidos y explotados.