El socialismo al estilo de la URSS y China, tuvo logros importantísimos que la derecha siempre pretende ocultar y es oportuno rescatarlo, en el sentido que no se les puede hacer el juego de creer que una empresa pública solo por serlo es ineficiente y condenada al fracaso. Incluso en los propios países de capitalismo avanzado muchas empresas públicas tienen mejor desempeño que las privadas, como el caso de las empresas eléctricas en EEUU que no fueron privatizadas o la Seguridad Social en Inglaterra, por solo mencionar un par de ejemplos.
Por otro lado hay que reconocer las dificultades no resueltas por economías centralizadas para atender las necesidades diarias de la población, sobre todo las relacionadas con la producción de bienes terminados, la distribución y el consumo. Así junto a la cohetería espacial y el desarrollo de armamento moderno de la URSS, había un pueblo condenado a comer pan hecho con trigo norteamericano luego de calarse inmensas colas y vivir en eterno racionamiento de productos básicos. Y eso que allí no existían empresas privadas dedicadas a especular y acaparar como lo hace la Polar en Venezuela.
La explicación es que el socialismo al estilo soviético practicado en URSS y antes en China, tiene mucho de Modo de Producción Asiático, descrito por Marx, y muy poco de verdadero socialismo. Es decir la propiedad es del Estado (básicamente era la tierra) personificado en el Faraón, Sha o Mandarín de turno, quien administra la riqueza del país a través de sus funcionarios (la Nomeklantura), que no son nobles ni burgueses. La gran centralización se da por las exigencias sociales para acometer grandes obras hidráulicas para garantizar el riego y el control de las inundaciones. Los particulares (al menos era así en la antigüedad) no tenían capacidad para realizar dichas actividades y se requería por lo tanto, una enorme centralización de recursos y poder para realizar estas magnas obras.
Este modelo centralista y planificador aún resulta muy apropiado en el mundo actual sobre todo en el manejo de empresas que de por sí tienden a ser monopolios, como las de servicios públicos de agua potable y servida, gas, telefonía, ferrocarriles, industria pesada, electricidad o energía. Obsérvese que son actividades donde es obligada la planificación a largo plazo y que esta puede medirse fácilmente en base a unos pocos indicadores que tomen en cuenta el crecimiento de la población, la cual suele ser bastante previsible con modelos adecuados. Así puede calcularse la cantidad de metros cúbicos de agua o combustible, o los kilowatios-horas a ser generados, transmitidos o distribuidos, el volumen de pasajeros entre ciertos puntos, las toneladas de acero producidas, etc.
Por ello no dudo en que se continúen reservando estas actividades económicas al sector público en Venezuela, haciendo claro está, todas la mejoras que necesarias. Incluso áreas que no son estrictamente económicas pero resultan estratégicas para la nación como la defensa, la educación y la salud también deben ser monopolios públicos.
Ahora bien intentar llevar ese modelo a otras esferas de la economía sobre todo aquella donde lo intangible tiene peso (hablo de calidad del servicio, distribución, comercialización, atención, presentación, tiempo de respuestas, servicios postventa, servicio conexos, adaptabilidad, virtualidad), trae serias dificultades derivadas de la imposibilidad que un ente centralizado sea capaz de prever las infinitas contingencias que se dan en las relaciones de intercambio de productos y servicios, que son resueltas muy fácilmente todos los días y sin traumas a nivel micro en una economía no centralizada. No uso la palabra mercado, por sus connotaciones neoliberales, aunque creo que el mercado no es una categoría exclusiva del capitalismo, existiendo como espacio físico y conceptual de intercambio de bienes y servicios en la barbarie y el feudalismo, y en mi opinión puede seguir existiendo en el socialismo como lugar donde concurren empresas públicas, autogestionadas1 e incluso particulares.
Piensen en lo que ocurre todos los días en cualquier ciudad moderna. Uno se levanta en la mañana y sale a comprar pan y leche en la panadería más cercana, y lo más probable es que la encuentre. Igualmente uno va a la parada de bus y espera unos minutos a que en cualquier momento llegue el transporte. Detrás de esto no existe ningún ente centralizado calculando cuanto pan voy a consumir o a qué hora debe pasar el transporte para llevarme a mi trabajo. Es la multiplicidad de relaciones sociales las que resuelven el problema, son enjambres inteligentes. Ahora pensemos en el caso que no consiga el pan. El problema tal vez lo resuelva yendo a otra panadería, por otra parte el portugués hará algo para no perder su clientela y botará al empleado que no hizo el pan o cambiará de proveedor de harina si fue culpa de este último. En todo caso, la solución está en los agentes del sistema, no en un ente SUPRASISTEMA. El autor del Cisne Negro, Nassim Nicholas Taleb, sostiene la tesis que la red (en este caso la económica) será más fuerte en la medida que sus nodos son más débiles, es decir la debilidad del panadero que debe estar constantemente gestionando su negocio para no ir a la ruina, es lo que me garantiza a mí como usuario un mejor servicio.
Si pensamos por otro lado en que la responsabilidad porque yo obtenga el pan en la mañana fuese de ese Super-Ente, éste tendría que resolver en su totalidad no solo la cadena que me garantiza el pan a mí, sino trazar estrategias para atacar las innumerables contingencias que de seguro ocurrirán y que cualquiera de ellas, por insignificante que pueda parecer, será capaz de frenar mi acceso al pan matutino. Si además, es un monopolio, más difícil será atender mi necesidad. Si el panadero es un monopolio, estoy jodido, porque él no corre riesgos y tiene su ganancia asegurada, y yo debo calarme su mal servicio y mal pan.
Exactamente esto es lo que sucede todos los días en la mayoría de las empresas del Estado.
El Bicentenario de Plaza Venezuela tiene toda una infraestructura material (edificación moderna, equipos) y humana (cajeros, seguridad, limpieza, transportistas) para venderme dos litros de leche todas las semanas. Pero no puedo comprarlas cuando quiero, sino cuando el ente decide que puedo comprarla, debo hacer una cola que me hace perder toda la mañana, además la cadena se rompe en cualquier parte: están limpiando y hay que esperar a que terminen, solo hay una caja, la cajera se distrae o discute con los clientes, solo se puede pagar en efectivo, no hay reemplazos para la cajera, la cola cambia de lugar todos los días, los empleados meten gente por fuera de la cola, no hay bolsas, hay que esperar a que un solo empleado coloque toda la leche, el sistema se cae y hay que reiniciarlo, además es lento, y finalmente la máquina se daña y obligan a los que tienen varias horas en la cola a volver hacer nuevamente las colas en otras máquinas...donde pasará lo mismo.
Alguien les echaría la culpa a los empleados, pero esos mismos empleados de seguro en otra empresa no harían lo que hacen en el Bicentenario. Entonces, tal vez le achaquemos la responsabilidad a la gerencia. Puede que sea su responsabilidad, pero tal vez esté de manos atadas porque no le permiten tomar decisiones que serían rutinarias en cualquier otra empresa para mantener la continuidad de la gestión. Debo decir por otro lado que la empresa Lácteos los Andes garantiza el producto en gran cantidad y allí permanece mientras una lenta y penosa cola de venezolanos humillados por el Super-Ente, se desplaza con sus piernas hinchadas con la esperanza de llegar algún día a conseguir el preciado líquido (hoy no lo logré, tal vez el sábado…). Recordemos que toda la leche que se importa en el país es monopolizada por el Estado venezolano y Lácteos los Andes y Bicentenario son a su vez, empresas públicas.
Multiplicar esa realidad a toda la economía del país nos llevaría a hacer las maletas o leer un buen libro sobre como suicidarse rápido y sin dolor.
Por otra parte la idea de que se puede planificar de manera centralizada en un país el equilibrio entre producción y consumo, lleva a pensar en una sociedad que ya no crea nuevas necesidades. Es decir ¿el socialismo implica que la sociedad se queda como está? ¿No es esto expresión de un conservadurismo solapado? Recordemos por un momento que la tecnología que actualmente disfrutamos, se creó para atender NECESIDADES INEXISTENTES. ¿Podemos acaso pensar que un ente centralizado será capaz de pensar en esto? En mi opinión tal ente será capaz en todo caso de torpedearlo, de frenarlo, pero nunca de preverlo o planificarlo.
Debo aclarar que no hablo de las falsas necesidades que suele crear el capitalismo para inducirnos a comprar inutilidades condenadas a la obsolescencia moral y tecnológica, sino necesidades que surgen y surgirán aún más en un socialismo donde la diferencia entre trabajo y disfrute será cada vez más borrosa. Con jubilaciones más tempranas, mayor uso de la robótica y otras tecnologías, habrá posibilidad de utilizar el nuevo tiempo disponible en otras actividades que en este momento tal vez ni imaginemos.
Aunque pueda parecer atractivo o romántico, el pensar en una sociedad en equilibrio, es pavimentar el camino al infierno. Desde que el ser humano dejó atrás la vida en bandas y comenzó a transformar el mundo mediante la agricultura, ya no hay vuelta atrás en la dinámica del cambio social. Pensar en regresar a formas superadas solo puede desplazarnos a posiciones reaccionarias al estilo del Khmer Rouge y Sendero Luminoso (intentando volver a sociedades agrícolas comunistas) o del Daesh y del Evangelismo norteamericano (sociedades teológicas de la barbarie). Otra alternativa es que nos quedáramos como una sociedad como la actual, en el sentido que solo compramos innovaciones pero jamás hacemos una.
Si sueno dramático es porque pretendo serlo, para llamar la atención sobre pensar menos linealmente y detenernos en las sinuosidades de las actividades humanas como son en la realidad y no en cómo nos gustaría que fuera, intentando inútilmente volver la ética causalidad.
Pero bueno, quería hablar de economía y ya estoy rozando la filosofía. El punto es que hasta ahora el capitalismo de estado, centralizador y planificador tiene sus ventajas como lo demostró la URSS y China en algunos aspectos, sobre todo al lograr “modernizar” viejas sociedades feudales. Sin embargo eso no era socialismo y si Modo de Producción Asiático 2.0 (MPA 2.0), el cual mostró ser capaz de sobrepasar al capitalismo en actividades que requieren la monopolización de los recursos de una sociedad, sin embargo no fue capaz de vencer al capitalismo en el desarrollo de las fuerzas productivas orientadas a elevar la calidad de vida de la gente. Allí es donde “el socialismo” soviético tenía pies de barro. Y es aquí es donde el socialismo tiene que mostrar su fortaleza, creando atractores que hagan que lo retroalimenten haciendo que sea “natural” ser socialista, como hoy día es “natural” ser capitalista. Esto solo puede lograrse si el socialismo es capaz de desarrollar de manera sustentable las fuerzas productivas a un ritmo jamás logrado por el capitalismo.
La historia además nos ha aleccionado duramente, que el Modo de Producción Asiático 2.0, no deriva hacia el socialismo, sino que prepara las condiciones para la emergencia del capitalismo en sus versiones china, rusa y vietnamita. Los antiguos miembros de la Nomeklantura, en el desorden de la transición de URSS a Rusia, muy rápidamente se convirtieron en los nuevos ricos empresarios de ese país, gracias al conocimiento y a las relaciones que desarrollaron con los capitalistas foráneos.
Algunos señalan un conjunto de valores que considera esenciales para la construcción del socialismo. Comparto sus ideas, sin ética socialista no hay socialismo, pero ella se desvanecerá en buenas intenciones sino construimos las bases materiales que permitan mantenerlas y potenciarlas.
Ahora bien el modelo económico en el cual debemos buscar la inspiración es en el de las empresas autogestionadas por los propios trabajadores, aún cuando la perversión de la burocracia sindical amenace el proyecto. La razón está en que los trabajadores pueden en días y tal vez en horas, realizar la acumulación y transformación de capital a ritmos en que el capitalismo jamás podrá alcanzar. Los obreros de la Barcelona repúblicana pudieron realizar la concentración de capital en cosa de días, acabando de paso con las ineficiencias del capitalismo catalán, transformando inútiles empresas de cosméticos en la base militar de la España republicana. No se trata de ningún milagro sino de la realidad que el valor de las cosas no está en ellas mismas sino en la cantidad de trabajo invertido en ellas, este es el origen de toda la riqueza. Ahora bien en el capitalismo, esa riqueza es secuestrada por la burguesía, dejándole solo migajas al trabajador. En el socialismo en cambio, toda esa riqueza es de inmediato reinvertida por los propios trabajadores conscientes, en elevar la calidad de vida del ser humano y en mejorar los procesos productivos. No hay capital desperdiciado ni secuestrado, es capital listo para seguir alimentado la máquina de hacer riqueza. Este es el ciclo regenerador que debemos construir y luego él por sí mismo desplazará al capitalismo a los museos de historia.
La autogestión no es tarea de una empresa, porque tarde o temprano las fuerzas del capitalismo la aniquilarán como tristemente ha ocurrido en Venezuela, contando para ello con el concurso del propio Estado. La autogestión debe por tanto, realizarse de una vez sobre cadenas completas desde los productores hasta los consumidores, para que puedan tener fortaleza para auto-sostenerse y ser viables en el tiempo. Desde el principio debe ser un círculo virtuoso que tienda a fortalecerse desde el punto de vista económico y que se expanda a otras cadenas dadas las interrelaciones económicas. Esto quiere decir que no debe requerir ayuda económica del Estado, aunque sí facilitarles las condiciones para que ocurran.
Y aquí debo hacer una nueva digresión sobre el riesgo y la capacidad de afrontarlo con éxito pero lo dejaremos para un próximo artículo.
1 Para mí la sociedad que se construye es socialista, no las empresas e instituciones que la constituyen, por eso prefiero hablar de empresas autogestionadas. El socialismo al igual que el capitalismo en un resultado emergente de las relaciones de producción y distribución a nivel micro, es decir de las empresas e individuos.