La irrupción del torrente bolivariano en el escenario latinoamericano ha significado un vuelco extraordinario en la concepción de la geopolítica regional. Todos los centro de poder político han tenido que revisar sus estrategias ante la avalancha envolvente del huracán revolucionario liderado por Hugo Chávez Frías en América Latina. Ninguno ha permanecido imperturbable. Menos aún el gobierno estadounidense presidido por George W. Bush que a cada momento se ve impelido a reajustar su estrategia general destinada a mantener bajo su influencia y control a nuestros países.
El último reajuste de la estrategia bushista esta relacionado con la promoción de la idea de dos supuestas izquierdas en Latinoamérica. Una que estaría reflejada en el modelo de Lula, en Brasil, de la que formarían parte los gobiernos de Argentina, Uruguay y Chile, entre otros, que sería la izquierda sensata, racional, que tiene sentido de la gobernabilidad y con la que se puede llegar a entendimientos, dirigidos a fortalecer la democracia en el Continente, a respetar los Derechos Humanos y la libertad de expresión y a impulsar pactos favorecedores de la integración económica a través del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) o los Tratados de Libre Comercio (TLC) o alquitas.
Según este enfoque la materialización de esta línea de acción política con la izquierda latinoamericana se ha visto entorpecida por la acción perturbadora de la otra izquierda, la irreverente, la anacrónica, la radical, la que se refleja en Chávez, Fidel y Evo. Diríamos más bien, la insurgente, la revolucionaria, que tiene una profunda raíz cuestionadora y que no esta dispuesta a ceder un ápice en su disposición reivindicadora de la Soberanía e Identidad Nacional y en la construcción de una autentica concepción integracionista basada en la solidaridad, la afinidad y complementariedad de los pueblos, más que en la afinidad de los mercados y el interés de la ganancia surgida de las transacciones económicas que históricamente han tendido, inexorablemente, a beneficiar al factor más fuerte de las relaciones internacionales, es decir, al imperio.
Este planteamiento de la administración Bush, coincidente, qué casualidad, con lo expresado por el precandidato oposicionista Teodoro Petkoff, en su último libro, "Las Dos Izquierdas", esta dirigido a pretender establecer una diferenciación, un distanciamiento, entre los líderes y gobiernos de los pueblos que encabezan la reivindicación Nuestramericana. Es el consabido apotegma imperial romano: divide y vencerás.
Artero e ilusorio propósito que sólo tiene asidero en la realidad virtual que instrumenta y reproduce la industria cultural transnacional y sus repetidoras, las empresas mediática privadas locales, por que si bien existen las naturales diferencias entre nuestros países como las expresadas entre Brasil y Bolivia a raíz de la determinación autónoma del gobierno de Evo Morales de nacionalizar los hidrocarburos o las surgidas entre Brasil y Venezuela como secuela de la misma decisión o la que se mantiene entre Argentina y Uruguay a consecuencia de la decisión de los uruguayos de instalar una procesadora de celulosa, en la ribera del Río de la Plata, en las cercanías limítrofes de los dos países. Y así, como estas, mucha otras diatribas que están presentes o surgirán entre nuestros Estados - Naciones, y que, por supuesto hay que atender oportunamente.
Pero, sin duda alguna, por encima de esas diferencias de intereses nacionales particulares, incluso, en algunos casos, de enfoque político, se elevaran los encuentros de los pueblos que, en esta extraordinaria coyuntura política, están plenamente ganados por la idea - fuerza de luchar por su libertad, su dignidad y su redención social.
Ya no es sólo el pueblo cubano, el venezolano o el boliviano sino que además también palpitan los mexicanos, los argentinos, los ecuatorianos, los nicaragüenses, los haitianos y, en general, los pueblos oprimidos del continente que han decidido forjar su propio y nuevo camino. La voluntad política y la conciencia histórica nuestroamericana sabrán sobreponerse a cualquier intento divisionista propiciado por el imperialismo estadounidense.
Ya no es sólo a nivel de este hemisferio. Es en el escenario mundial donde se ha plasmado nítidamente la incompatibilidad entre ser izquierda y comulgar, al mismo tiempo, con los perversos principios del neoliberalismo.
En este momento histórico no hay cabida para la ambigüedad. Aquí en Nuestra América se están estableciendo las bases de un nuevo proceso civilizatorio, fundado en los principios del Socialismo, el Socialismo para el Siglo XXI. A Petkoff y sus congéneres se le salieron del alma los principios Socialistas si es que alguna vez los tuvieron. Esa izquierda decolorida y desalmada es la que, naturalmente, desea Bush. Que le aproveche.
Nosotros asumimos la izquierda real, la verdadera, la que nunca se ha doblegado ante el imperio, la que en el desarrollo histórico, a pesar de sus fallas y errores, siempre ha sabido mantener su identidad con los oprimidos y la expectativa por un mundo mejor.
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