El gobierno lo sabe, los empresarios lo rechazan y los trabajadores lo exigen.
Por donde la miremos, toda inflación presupone suficiente dinero circulante, es decir, debe ser financiada por el consumidor afectado. En este financiamiento no sólo se evaporan los salarios y otras rentas, sino que se agotan los ahorros que hubiere.
En el caso de inflaciones inorgánicas, como es el caso presentado actualmente en Venezuela en donde hasta los niños se han metido a bachaqueros, es decir, a revender las mercancías reguladas por encima de los precios regulares, sabemos que se trata de un encarecimiento del costo de la vida y en consecuencia los salarios de todos los trabajadores deben alcanzar para cubrir la cesta básica por medida chiquita. A más bachaqueros, precios más elevados por el largor de la cadena.
Si suben los precios de los insumos, de los inventarios del detallista, ¿por qué no deben de subir los salarios?, ¿cómo puede el comerciante seguir creyendo que puede seguir subiendo precios cada semana con salarios fijos para sus trabajadores? Baste recordar que todos los consumidores son trabajadores de empresas diferentes y si todas ellas han optado por subir los precios, todos los salarios deben hacerlo.
Como los precios especulativos de la presente inflación inducida no guardan relación alguna con los costes de producción, se trata entonces de dinero “devaluado” por ese especulador, según los marcadores de precios que vienen rigiendo en Venezuela, como es el caso, del “dólartoday”. Esta situación faculta al Estado para lanzar dinero suficiente a la circulación y sin mayores reservas bancarias.
Sólo con esa medida los comerciantes se estarían alimentando con dinero devaluado, ya que no podría tolerarse que, por ejemplo, mañana aparezcan nuevos y abaratados precios y este especulador aparezca con una riqueza abultada con alto poder adquisitivo. Eso sería como premiarles su tiranía económica que viene alegremente practicando porque ni siquiera han sido sancionados severamente.
El Estado, debe dejarse de malos ruidos y proceder en consecuencia. El próximo Primero de Mayo debe ser determinante en el ajuste necesario.
No puede ser que los comerciantes y fabricantes estén drenando para sus bolsillos todos los salarios actuales, todos los ahorros actuales, lo que se les tiene que traducir en una merma en sus ventas para cada nueva semana, mientras los salarios no se incrementen tan sustancialmente como ellos vienen ajustando los precios de sus mercancías.