Las atenciones que pregona el consumismo eluden todo tipo de conciencia. Según su óptica estratégica, la conciencia no es nuestro problema. El consumismo es un estratagema creado para avasallar, mejor, matar desde la más tierna edad cualquier paso que promulgue autonomía, autenticidad. En su tiempo, las luchas independentistas confiaban armar estructuras políticas capaces de establecer su propio ejercicio de vida socio-económico. La motivación fue mutilada, el desprendimiento no fue más allá de una generación, y de ésta para algunos, sólo en el momento de lucha. En nuestra ignorancia aquilatamos a unos y otros de ¡héroes! Nos sentimos tan lejos de ellos, en ocasiones obstáculos de su contienda, usurpadores de su triunfo.
La conciencia del voto no es nuestra, ni siquiera como chavistas. El efecto Chávez apenas amanece. La autenticidad es una estrella, en muchos aspectos, nova de vida corta. Amanece. El día es de quien lo trabaja: Apenas nos desperezamos. Esto es labor del voto. -Debo decirlo en poco, casi en abstracto para que cubra el completo de la idea a expresar-. El pueblo necesitaba tomar el mando, probó con anarquía un 27 de febrero, probó con alzamiento un 4 de febrero, probó con voto un 3 de febrero… Y de pronto, el caballo está dentro. Descubre: es una mina de virus el enemigo, muchos caen al principio cual efecto dominó, otros resisten, atacan y los más fuertes nos sonríen en la pereza de este amanecer, los tenemos dentro.
El lagañeo no nos permite observar bien el panorama, pero tranquilo, tampoco a muchos del entorno presidencial, de sus ejecutivos. Quizás estemos ante el suceso más importante después de la Revolución Francesa, los virus que llevamos dentro pueden revertirlo en pantomima de payasos, pero descubrimos el poder ladino del voto, (ni siquiera el voto lo sabía), es tal que el salto a protagonizar sea la muerte de la oligarquía como poder. Casi nada. La única que ha querido protagonizar la historia por todos los costados desde que el mundo es mundo escrito. La lucha que siempre estuvo implícita, la invisible es la que va hoy por el mando. No quiero oscurecer la gesta emancipadora, tan sacrificada como heroica, fue antorcha encendida en el asalto a La Bastilla. El mando no es que los que no tengan, tengan. Es tener el poder de hacer tener. Ese, era inabordable. Es un momento histórico diría el presidente. Es tan meteórico su ascenso que su entorno puja por la rapidez.
La noche quiere permanecer en tinieblas tapada aún con viejas cobijas. Denomina libertad a su pereza, vieja cobija. Tener capacidad de ver(se) en falsos espejos de aparadores, amargarse con sus protagonistas de TV, nunca hubo tan mala confección de sueño de libertad. Qué mal gusto en cobijas. Muchos en Venezuela votaron por Chávez por estar hartos, nada más. Parte del entorno lo quiere aislar de quien lo aúpa en serio. Son mecanismos flojos que recalientan la velocidad presidencial. Es parte de la noche cubierta de viejas frazadas, pero el día en el pueblo madrugador los encarará en el voto.
Por su parte, el consumismo sin hablarnos del voto, nos envilece en silencio con su bulla mecánica, hasta dentro del voto. El consumismo de los paparazzi es el poder mediático sobre la verdad. Los propios voceros del gobierno se prestan al paparazzismo al ufanarse de la resolución de un caso boom, que han estelarizado cada dos horas con ruedas de prensa. Excluyen a los casos no resueltos, que a risotadas reinician en los opositores el aguijón contra el gobierno por su mala praxis en la justicia precisamente. Los altos voceros son conducidos por el consumismo mediático iniciado a veces por ellos mismos al antojo paparazzo: Un banal mareo consumista, pudiendo poner una hora cada 24 para una rueda de prensa sobre los avances y punto. Todo el mundo queda respetado. El ego juega mucho en esta derrota.
Esa es la derrota que no debemos ver a la hora de este próximo voto. Lo que se nos pide es una posibilidad de erradicar el ego-ísmo, la pena, mejor, EL MIEDO. Al hermanarnos más, huye el fantasma consumista, porque eso no lo vemos en sus nimiedades. Al ser más espontáneos, desaparece el fantasma consumista porque el solo busca ovejas. Al dejar de ser ovejas, descubrimos que somos demócratas. Al mirar con amor al entorno, desaparece el fantasma consumista que había transformado en zombis caminantes, los peatones sin sonrisa en las miradas. Hablo de yo plural. Se invita hacer esta revolución. Es trascendental el paso porque por vez primera parte la estructura democrática hacia dentro. De autoanálisis. Sale al exterior de autoanálisis. Transformar el poder de la nobleza de nuestro aborigen, del desposeído en piedra angular.
Todo eso y más, apenas amanece por el voto. Por eso este próximo es un votante diametralmente distinto al del 98, donde hasta el mismo presidente es también otro en el camino más definido del día. Estas próximas elecciones no somos votantes, ya lo fuimos. Somos revolucionarios o no. Internamente es un referéndum. En nombre de todos los que lo hacen mal, de los flojos, en nombre de los que anillan la información, en nombre de los corruptos, de los que se burlan, de los que ni saben donde están parados y ostentan un poder. Al dedicarles esta lucha, se descubre la valentía de apartarlo, desaparecida por el individualismo consumista, aplicar otro flanco de lucha de óptica. El voto será una conciencia en dos partes, de la primera, mira cómo salimos de airosos, de la segunda, la marcha hacia dentro, para que al ir más adentro, más se profundice en el exterior, exterminando todos los virus, todos los fantasmas, el falso imperio de muerte. ¡A paso de libertadores! el único que conocemos.