Quinto malo

El Panteón o el antiguo silencio de un elitesco cementerio

Una falsa y distante solemnidad se respiraba en aquel sarcófago con forma de templo que, originalmente, estuviese dedicado a rendir culto católico a la Santísima Trinidad. “Allí está enterrado el Padre de la Patria”, nos decía mi papá cuando nos acercaba al Panteón Nacional luego de recorrer, a pie, la larga distancia entre el barrio El Polvorín, en La Pastora y el de La Trilla, en Altagracia.

Nací en ese barrio caraqueño, donde también me crié. Frío y nubosidad, casi parameros, eran característicos de la semirural capital de Venezuela. Mi calle era un espacio libre para correr, jugar a la ere o policías y ladrones. Allí boxeábamos, jugábamos chapita, pelotica de goma o de trapo, sin tropezar jamás con carros aparcados, como ahora, en enormes estacionamientos, que es en lo que se han convertido todas las calles de esta ciudad, ahora agigantada y cosmopolita. La distancia más larga que recorríamos, siempre caminando, era hasta el cine Alcázar, justo frente al Panteón Nacional, donde acudíamos a ver alguna película mexicana en pleno matiné. La verdad es que me interesaba mucho más el espacio de la diversión que el de la tragedia. Las maestras, los maestros y la escuela “educastradora”, se ocuparon de reforzar en mí lo fastidiosa de aquella materia llamada Historia, universal, de América o de Venezuela.

Hoy cuento, apretujada, esta tragedia y lo hago porque, fue sólo casi medio siglo después, cuando descubrí, al lado de un visionario como Hugo Chávez, que la Historia, nuestra Historia, de verdad verdad, ¡claro que cuenta! Y mucho. Es nuestra memoria, pero yo, de esa realidad, era un analfabeta.

El tema del Panteón es un detalle apenas. Alí Primera nos predicaba en cantos la denuncia contra una oligarquía que reservaba el Panteón como un cementerio de indiferenciadas osamentas o ausencias (como el caso de Francisco de Miranda) que poco les importaba que aparecieran. Preferían asegurarse, cada 17 de diciembre (en el caso del aniversario de la muerte de Bolívar), de que el Libertador estuviese muerto y bien muerto y que por ningún lado se apareciera, mostrando su inquebrantable vitalidad.

El memoricidio, ese crimen contra el fenómeno de la historia, a la que se “asesina” para que los pueblos sean prisioneros del inmediatismo y de la carencia de raíces y tradiciones, de cultura propia y soberanía, nos fue practicado de manera sistemática. Desconocíamos a nuestros libertadores o, sencillamente, los dábamos por muertos y bien enterrados. Ese era el objetivo del santanderismo, de la oligarquía y del neocolonialismo imperial yanqui.

Por eso, en estos tiempos de libertad verdadera, de Revolución Bolivariana y liderazgo chavista, otra lectura hacemos de nuestros orígenes, de nuestra historia, de nuestros héroes y protagonistas en las luchas antiimperialistas y anticolonialistas. Por eso hoy, nuestro Panteón Nacional es un “patio de luchas simbólicas” como lo calificara recientemente, en un artículo, el poeta Freddy Ñáñez, ministro de Poder Popular para la Cultura.

Allí, en el otrora oscuro cementerio de osamentas, brilla hoy la luz de los inmortales libertadores y libertadoras. Allí están activos no sólo unos pocos militares de rostros agrios y deshumanizados, sino la sonrisa colectiva de un pueblo protagonista, simbolizado por la presencia de Guaicaipuro, Juana La Avanzadora y ahora también de artistas como Armando Reverón y César Rengifo. El primero, tenido siempre por loco. El segundo por peligroso comunista.

El Panteón es ahora abrigo de una nueva cosmovisión y de una nueva ética. Es verdad, visión del mundo y valores que se siguen construyendo a diario por quienes creemos en la posibilidad de la Patria socialista, tal como creyeron y soñaron los héroes de la épica y la estética, nuestros insignes Armando Reverón y César Rengifo, poetas del color y la luz, vencedores de la simbología burguesa o del antiguo silencio de un elitesco cementerio, al que estos últimos siempre quisieron que nuestro Panteón Nacional se le pareciera.



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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

 ivanpadillabravo@gmail.com      @IvanPadillaB

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