Existe. Y bastante. Me atrevo a decir que la mayoría de la base chavista hoy en día, está muy molesta con el presidente Maduro. Las razones son evidentes. En primer lugar, obvio, está la malísima situación económica, cuya responsabilidad recae en Maduro, por más que éste haga cadenas todos los días, emulando la sobreexposición mediática de Chávez, para acusar al imperialismo, a la derecha, a los paramilitares, a Uribe, a la burguesía, a Almagro, a Obama. Ya ese chavismo antimadurista se manifestó el 6D.
En segundo lugar, refinando un poco el análisis, Maduro (y toda la cúpula del Partido-Gobierno) no ha sido todo lo autocrítico que se esperaba. Ha habido frases dispersas, reconocimientos momentáneos, incluso una vez dijo que había una crisis; pero nunca ha dejado de culpar “al otro” (a todos los poderosos enemigos del proceso, o sea, la “vaca”) para salirse del paquete. En ese contexto, la “guerra económica” ha sido usada tan sólo como un pretexto para ocultar las indecisiones en relación a medidas económicas, ese anunciar que se va a anunciar que se va a anunciar, ese retardo en el aumento de la gasolina, ajustar el tipo cambiario, terminar con la misma política de tratar de calmar a los empresarios mediante varias revoluciones, varios motores, etc., tantas fórmulas y clichés propagandísticos que ya muy pocos creen. Se decide tarde y mal.
En tercer lugar, el chavista de a pie, percibe en Maduro esa ambigüedad política que, no es sólo de él, personalmente, sino de todo el Partido-Gobierno, casi que desde siempre. Un agitación pugnaz, provocadora, gritona, por un lado, y, por el otro, unas decisiones y unas ejecutorias tardías, conciliadoras, que terminan en el paquete “poco a poco” que es el paquete Pérez Abad: rezar para que aumenten los precios del petróleo, prioridad en el pago de la deuda externa, acuerdos con transnacionales para la explotación de riquezas minerales poniendo en riesgo ecosistemas enteros, más deudas con chinos y rusos, “diálogos” con empresarios para ver cómo les damos los dólares poco a poco para que prosiga el mismo esquema dependiente de industrialización que viene desde los cincuenta, ajustes de precios al coste de producción, aumentos lentos de la gasolina y acercamiento del dólar oficial (el misterioso DICOM) al dólar “Today”. Por otra parte, un zaperoco contra la corrupción, algunos presos; pero todos ven a los “chivos”, la mayoría militares, todavía en puestos de gran poder. El más representativo, Osorio.
Nada que hablar acerca de los señalamientos de nepotismo evidente. Ni hablar del rechazo a la propuesta de auditoría.
Esa ambigüedad, distintos analistas (Ellner entre otros) la han atribuido al carácter “centrista” de Maduro. Eso es posible: Chávez lo eligió porque era el más potable para todos los factores de poder internos, el más conciliador entre Diosdado, Elías, etc. Eso hace que el presidente tenga que callarse lo que la tupida red de complicidades lo obliga. Tratar de calmar a los más gritones y complacer a los “dialogantes”. Así es la política, se entiende. Pero eso le ha impedido ser coherente, tener un plan claro. También a eso ha contribuido la inexistencia de un pensamiento político más allá de las consignas que se dicen en los mítines. Pero ese es un defecto de todo el chavismo en general. Contradicciones flagrantes, como tener un objetivo histórico de “salvar el planeta” y comprometer la riqueza hídrica del país por el oro, es el botón de muestra, entre muchísimos. Esa indefinición programática, teórica, ese “centrismo”, lleva a pronunciar los rasgos “aparateros” de Maduro que, una vez más, no es un rasgo personal, sino de toda esa estructura, el Partido-Gobierno, que está poniendo en peligro la institucionalidad con sus manejos abiertos de los poderes públicos. El famoso “Congreso de la Patria” repite el rito mágico de cambiarle el nombre de las cosas para hacer como si cambiaran: es el mismo aparato partidista, los mismos caudillos, los mismos “cuadros” tareistas, que manipulan el miedo al vacío que sienten muchos militantes ante el inmenso cúmulo de errores de sus dirigentes, y no tienen alternativa frente a la derecha.
Por eso no extraña que haya expresiones más orgánicas del “chavismo antimadurista”, en columnistas de APORREA, en algunos cuadros de base, en algunos exministros. Las razones van más allá de lo que hayamos podido escribir aquí, pero las hay, y de peso. Por supuesto, la forma de tratar esto no ha ido más allá de la acusación de traición, la sospecha maniquea y paranoica, las medidas administrativas y “disciplinarias”, y nada de auténtica discusión o reflexión. Típicas actitudes stalinistas, o más bien, gomecistas, despóticas, caudillistas, militaristas. Cero pensamiento; puro aparato. En la historia ha habido muchos ejemplos, acompañados de lo mismo: fracaso.