La historia no está reservada a la inmediatez, el que la vive sólo puede presentirla, olerla, en una fugaz ráfaga. Por eso es difícil moverse en ella, ser protagonista y simultáneamente cronista de su época. La historia precisa el reposo de la meditación, sólo concedido a los observadores distantes, o a comprometidos que posean la visión del periodista, del corresponsal, del camarógrafo que guarda las imágenes y en la quietud las reflexiona. No obstante estas dificultades, el político exitoso es aquel capaz de ver su época a través del cristal de las reflexiones, de las críticas de los que se aventuran a ser narradores de su época. Por eso es necesario, aunque difícil, intentar describir la vida que vivimos y ubicarla en el río del tiempo. Intentemos.

La Revolución de Chávez es la Revolución contra el capitalismo en su representación "democrática burguesa"; derrotó su forma política en su propio terreno, venció al pacto de punto fijo en las elecciones burguesas; avanzó en la economía, transformó la propiedad de los medios de producción, señaló el camino de la socialización; sobre ese cimiento, enfiló contra la cultura del egoísmo que alimentaba al monstruo. Todo iba bien, unos días rápido, otros días lento, pero todo iba bien hasta que lo asesinaron.

En ese momento, el período de la lucha contra la democracia burguesa cambió su condición, la Revolución pasó a la defensiva, se replegó herida en el alma, así son las heridas que más daño hacen, profundas, calladas, drenan la voluntad, producen desconcierto.

La vocinglería de los herederos no ocultó el deslizamiento hacia lo viejo que brotaba como hongos en la piel de los pusilánimes, el sol que brillaba sobre la conciencia social se ocultó en la tentación del logro fácil, el azar suplantó al sudor por el bien común. El 6 de diciembre sonaron las campanas de alerta, no hubo oídos para ellas, el corrimiento no se detuvo.

El Socialismo fue confinado al alma de los humildes que lo añoran en el vacío de su ausencia, sus herederos sufren de olvido. El desenlace final es inevitable, una señal indicará que ya el sueño del Comandante, de Bolívar, fue pospuesto nuevamente.

La señal aterradora vino con el revocatorio, pocos la perciben. Pero si apartamos la polvareda, si afinamos el olfato, descubriremos el terror de los gobernantes y la malignidad de la derecha. Allá, en el fondo, tras la estulticia y las justificaciones del miedo de los gobernantes y el odio y el egoísmo de los otros, encontraremos el verdadero signo de este tiempo: la democracia burguesa, colmillo que creímos extinto, desgarra la carne noble del sueño que creímos nacido, el Socialismo que rozamos y vivimos se fuga a los subterráneos de la esperanza golpeado por herederos y burgueses.

Es así, un día los historiadores con la visión clara que proporciona la distancia del tiempo estudiarán con más profundidad al revocatorio. Se sorprenderán de las estupideces que orbitan la convocatoria, pretenden ocultar que la política del gobierno no ha dado otro resultado que la decadencia, que el Socialismo no entra en este combate bufo: se habla de firmas falsas y ese día se respira tranquilo; un tal escarrá inventa demandas que retardan  y esa noche se duerme como un niño; el revocatorio será para después y ya el peligro no existe, todos aliviados; si perdemos todo seguirá igual, sólo se perdería el apoyo popular, sólo la Revolución se habrá pospuesto, Chávez será sacado del Cuartel de la Montaña… Pero eso no importa, hoy dormiremos tranquilos, la schlumberger golpista volvió, el arco minero sigue avanzando, los capitalistas están bien.

¿Así pasará a la historia este período, como el intento de superar al capitalismo, a la democracia burguesa, intento que se perdió en las manos de los herederos que no pudieron ser discípulos?… ¿o, quizá, en las entrañas del hoy germina un milagro?