El referéndum revocatorio es asunto central en la política nacional, todos los movimientos del gobierno y de la oposición están signados por la posibilidad de este evento. Es necesario reflexionar un poco sobre su naturaleza. 

Digamos, de inicio, que el referéndum es una medida de la popularidad de un gobierno, del apoyo, y este apoyo es una medida de la capacidad de gobernabilidad, entonces, podemos concluir en que el revocatorio mide la gobernabilidad. Y si eso es así, si el revocatorio es igual a medida de gobernabilidad, debemos concluir en que hay muchas formas de expresarse esa medida: las colas, los saqueos, las concentraciones, las encuestas, la opinión en los autobuses, todas son medidas de la gobernabilidad, formas de referéndum, el del CNE es sólo una de esas posibles medidas.

Todo lo anterior es componente de algo más general, la lucha por el poder. Hoy en Venezuela, en la pugna por el poder político, se define quién culminará la transición al capitalismo bastante adelantada en lo económico y en lo espiritual. 

El gobierno, constreñido por su abandono del camino socialista y su entrega a la socialdemocracia, sólo atina a una visión mercantil y muy parcial del referéndum: dar a cambio de apoyo, un trueque de amor por dinero. Su estrategia es retrasar la confrontación electoral, hasta que ocurra el milagro de la subida del petróleo, un préstamo salvador cada vez más lejano, que lleguen los containers que vienen de China, o el pago de la venta criminal de lotes de Patria a las compañías extranjeras; espera que lluevan dólares para repartir y conseguir así holgura electoral. 

Con esta estrategia el gobierno tiene dos posibilidades: 

Una, llegan los dólares, el gobierno se mantiene a costa de vender su alma al capitalismo, de apuñalar el mandato de Chávez, de esta manera está preparando el abandono de la masa educada en el mercenarismo, que migrará hacia el mejor postor a la primera oportunidad. 

Dos, el referéndum sucede antes de que llegue la lluvia de dólares, el gobierno pierde, le falla su estrategia; la masa clientelar, como cualquier comerciante, le pasa la factura. 

El gobierno está en la mesa de una ruleta, jugando al azar, y esto en política es signo de desespero. No tiene estrategia, no construye, está sometido a acontecimientos exteriores a él. No le queda otra opción que publicitarse como mejor proveedor que sus contrincantes, así su mejor consigna es: “ellos no te darán más que yo”. Esto sólo le permite una efímera permanencia, nunca construir nada. Con esa estrategia el gobierno, aun permaneciendo en Miraflores, pierde el revocatorio. La gobernabilidad disminuida tendrá que sostenerse en la represión.

La opción correcta del Chavismo es rescatar el apoyo espiritual de la masa, regresar a aquella conexión amorosa que se resume en la consigna “con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”. Para esto es necesario un evento que sorprenda, que restablezca los puentes entre la Revolución y el alma popular, que rescate la credibilidad en el liderazgo, en la palabra, tan vapuleada hoy por la incoherencia, la falsedad, la ambigüedad. Es preciso fijar metas, razones sagradas por las cuales luchar, coherentes, definidas, devolverle la autoestima a la masa, lo que sólo es posible conectándola con su historia, apoyarla sobre los valores que brotan de una economía social. Que el Chavismo retome la iniciativa política, pero sobre todo espiritual a partir de la estrategia que nos legó el Comandante. 

El futuro es de batalla, y a ella debemos ir con una masa consciente, capaz de resistirlo todo, de ganar el referéndum y todas las medidas de gobernabilidad de la única manera que esto es posible, ganar la batalla por construir al hombre nuevo, distinto del hombre del capitalismo, que se guíe por valores morales, altruista, y no por la contabilidad de lo material.