En el programa La Hojilla del sábado, Mario Silva nos llama a preguntarnos por qué la derecha tiene credibilidad en algunos sectores. En varios programas ha puesto como ejemplo el caso de personas damnificadas a quienes se les entregó una vivienda y luego rechazaron a otras personas damnificadas que venían a convivir en el mismo conjunto residencial. También nos recuerda que el discurso de la derecha ataca nuestras debilidades: “Ser revolucionario a 130 dólares el barril, no es lo mismo a ser revolucionario con 40 dólares el barril de petróleo”. Finalmente, coincide con Álvaro García Linera, en la necesidad de hacer una profunda revolución cultural que transforme al individuo.
Mario, los reformistas y escuálidos son la gran mayoría en el Estado, por no decir casi todos. Entre el 80% y 90% de las maestras y maestros son contrarrevolucionarios. Muchas racistas y endorracistas. Si uno toma el ascensor del Ministerio del Poder Popular para la Educación y gritas “Viva Chávez”, te caen encima, y si sales vivo corres con suerte.
Jesús Chucho García siempre insiste en la necesidad de una pedagogía cimarrona. Recientemente escribió: “Hablamos de una pedagogía cimarrona, no de una pedagogía en abstracto con signos aún racistas y discriminatorios existentes tanto en las Canaimitas, Colección Bicentenaria y textos escolares donde no se llega ni al 0,5% de contenidos afro, pese a los artículos establecidos en la Ley de Educación del 2009”.
La derecha ataca nuestras debilidades, dices. Es verdad. Exacerba el racismo y el endorracismo, nos baja la autoestima, y difunde la ideología del ascenso social, conforme a la escala de valores burgueses, y por supuesto, con un carácter racial. Mientras ellos hablan de estratos económicos, de movilidad social, nosotros tenemos que hablar de clases sociales, de lucha de clases, de liberación. Pero a veces nosotros mismos podríamos reproducir la ideología del ascenso social sin darnos cuenta Mario.
En el programa del sábado reflexionabas lo siguiente: “¿Por qué nosotros no entendemos que en el momento que estamos bien, no es para pisotear a los que deberíamos seguir ayudando para que suban al nivel que yo tengo?”.
Entiendo lo que quieres expresar, te refieres a la satisfacción de las necesidades básicas. Pero también pudiera confundirse con la ideología del ascenso social. No podemos olvidar la guerra simbólica. Porque si hablamos de “subir de nivel”, quienes ya tienen vivienda luego quieren comprarse una camioneta 4x4 para subir de nivel como ya lo hicieron muchos funcionarios públicos camisas rojas, algunos incluso que habitan en los urbanismos de la GMVV. O subir al nivel que tiene, como por ejemplo, el propietario de Siragón, el burgués Passam Yusef, que recientemente entrevistó VTV, nada menos y nada más que en el estreno del programa In Situ, montado en el asiento trasero de un vehículo de lujo, como todo un magnate, como una persona exitosa y ejemplo a seguir en la transición hacia el socialismo.
Nosotros desde que somos niños y niñas estamos compitiendo para distinguirnos conforme a una escala de valores impuesta por la clase de propietarios. La clase dominante nos baja la autoestima para que seamos presa fácil de la ideología del ascenso social, necesaria para borrar la lucha de clases. Mensajes ideológicos como “Tienes que estudiar para que seas alguien en la vida”, o “Fulanito sacó mejores notas que tú, ¿no te da pena?”, todavía los podemos escuchar de la boca de madres y padres inconcientes del daño que le hacen a sus hijas e hijos
Las personas trabajadoras que rechazan a otros trabajadores para ascender, aunque tengan las necesidades materiales básicas satisfechas, lo hacen porque no se sienten bien, no son felices. Y no son felices porque no tienen un trabajo liberador, no se sienten útiles a la comunidad, no crean, no luchan juntos para liberarse del dominador, sino que luchan entre miembros de su misma clase para ascender materialmente y consumir para aumentar un poco la falsa autoestima pareciéndose, aunque sea en algo, al dominador que les bajó la autoestima.
Sufren de vergüenza de clase, de vergüenza étnica, de endorracismo. Estas personas que tienen la autoestima baja creen en la derecha porque la derecha es garantía de la exclusión de la mayoría para que una pequeña minoría ascienda materialmente por encima de lo básico. Y es desde aquí dónde se alimenta la ilusión de ser parte de esa pequeña minoría que va a aumentar su capacidad de consumo y estatus con un gobierno de derecha. Después viene el lloriqueo.
Ya el gobierno de izquierda les garantizó sus derechos humanos, pero ahora con el barril de petróleo a 40 dólares, la guerra de las colas impuesta por los empresarios y la derecha para tumbar al gobierno de izquierda, y el afán del gobierno para darle continuidad a la inversión social, los que Mario llama revolucionarios a 130 dólares el barril no solo perdieron capacidad para adquirir los productos básicos en el mercado, sino que se les hace cuesta arriba “ascender”. Ahora le toca al gobierno de derecha parar la guerra de las colas, quitarnos el castigo, y garantizarles un estatus para no ser más del montón, para distinguirse de sus hermanos de clase, y eso se logra con la exclusión, frenando la inversión social.
Mario, lo primero que hace una familia que se muda para un edificio de la GMVV, es montar una antena de DirecTV. Muy triste. Cuanto duele ver niñas negras, afrodescendientes, indígenas o mestizas abrazando a una muñeca Barbie de piel blanca, cabello amarillo y ojos azules que le compró su mamá. Cuanto duele ver a una niña de piel oscura luciendo una franela con la estampa de la actriz Martina Stoessel, la protagonista “exitosa” de piel blanca de la serie racista de Disney Channel, Violetta, que trasmite la Televisora Social TVES. Lo que Alba TV logra en un día, lo destruye TVES al día siguiente. Saludos solidarios.