La política es muy extraña, difícil de predecir, huye de los análisis contemporáneos, son pocos los que tienen la capacidad de comprender su tiempo. ¿Quién apostaría a los bolcheviques un año antes de tomar el poder en Rusia? ¿Quién aseguraría que aquellos doce barbudos de la Sierra Maestra parirían a la Revolución Cubana? ¿Quién sería capaz de predecir el 5 de febrero, que Chávez era el nuevo Mesías? ¿Quién aseguraría que aquella emoción, en sólo tres años se transformaría en una aplastante decepción? La política es muy extraña, para entenderla es necesario estudiar mucho y tener el olfato de los tocados por las musas, la política es una ciencia y un esquivo arte.
La política es también un terreno propicio para la improvisación, para los aventureros, para los oportunistas, éstos van como una caravana de camellos tras el guía, el líder genuino. Cada líder, es inevitable, es rodeado por un enjambre de mediocridad, de satélites oscuros que usurpan su luz, esta nube es señal del liderazgo, los mediocres lo buscan como las moscas procuran el dulce.
Cuando el genuino desaparece hay alto riesgo de deformación, el liderazgo se desvanece, se evapora, ya no es lo mismo. Las moscas que el águila no cazaba, ahora revolotean su recuerdo, intentan en vano brillar, pero no lo consiguen, carecen del genio.
La desaparición del líder es el momento más difícil de una Revolución, pocas son las que superan ese abismo, sería necesario el concurso de los mejores esfuerzos de los buenos, sería necesario triunfar en la guerra interna que inevitablemente se desata.
Lo anterior viene a cuento porque en esa etapa estamos, corremos el riesgo de perder el esfuerzo de tantos años, de no concretar el milagro que fue Chávez, de perderlo como tantas veces ya ha sucedido, de repetir el Gólgota, a Lenin sacrificado, a San Pedro Alejandrino, a Zamora sacrificado.
¿Qué hacer?
Previo a todo aceptar que vivimos época difícil, y las dificultades emanan principalmente de nuestro interior; que la Revolución se pierde siempre desde adentro, nadie puede destruirla desde afuera. Es indispensable un diagnóstico serio, descarnado de la situación, dejar de lado las excusas, las triquiñuelas baratas, y aceptar la realidad que ya algunos destacados aceptan, como el diputado que dice si hacemos elecciones las perdemos, o el ministro sincero que proclama no ser época de elecciones sino de arreglar la economía, llevándose por delante a la Constitución, violando a la torera toda las reglas.
Es hora de ponernos de acuerdo. Las reglas están claras, Chávez las dejó el 8 de diciembre: Apoyar a Maduro, ir al Socialismo y cuidado con el reformismo. Sobre eso tres puntos, que forman un todo, no hay discusión. Maduro, Socialismo, y horror al reformismo debe ser la consigna.
Ahora bien, si desgajamos un elemento de este tridente todo se derrumba. Esa es la discusión: ¿estamos construyendo el Socialismo, o nos rendimos a los pies del capitalismo? Allí está expoaragua dando la respuesta. ¿Estamos combatiendo el reformismo? Todo indica que no, al contrario, los estímulos al capitalismo, la rogativa para que regresen los dólares robados, la participación de capitalistas en la Faja, el Arco Minero son pasos que descuartizan el tridente chavista. Nos queda el apoyo al Presidente Maduro, ya se le dio en las elecciones presidenciales y la masa noblemente lo ha seguido.
El tridente ha sido vulnerado, y Chávez vuelve a tener razón: no seguimos su mandato, sus enseñanzas y el gobierno ahora es un gobierno imposible, que acepta que es minoría, y para mantenerse recurre a leguleyismo, al efectismo, insistiendo en estimular la conducta mercenaria.
Este gobierno, así como está, así como actúa es inviable, camina hacia su destrucción. La única manera de salvarlo es regresar al ocultado Tridente Chavista.
