El intento socialista liderado por el Comandante Chávez es víctima de una fuerte ofensiva triunfante que entra en su fase conclusiva. El despertar socialista de esta sociedad alertó al imperio capitalista mundial. Cuando cayeron en cuenta de que no se trataba de un populismo más que podían arreglar con la seducción o un golpe tradicional, desarrollaron sus planes más perversos. Es así que obama, en algún momento, afirmó que Chávez no era ya un problema.
El imperio acumula una experiencia de siglos en aniquilar revoluciones, no son despreciables sus métodos perfeccionados en combates exitosos contra las insurrecciones de los oprimidos. No es poca cosa haber derrotado a la Unión Soviética, a China. Asombra que el imperio capitalista mundial arrope con su sistema a toda la humanidad, a pesar del desastre que significa.
Contra la amenaza de Chávez usaron su más sofisticado método. Lo asesinaron con sutileza, luego asesinaron su pensamiento, estimularon a la socialdemocracia, auparon a los líderes más permeables, por su ignorancia o por su agallas, a las lisonjas capitalistas.
Con ese cuadro favorable, transformaron a Chávez en un culto inocuo, que no tiene nada que ver con el futuro, con las acciones, es suficiente darse golpes de pecho, jurar una lealtad que no compromete, que no identifica. Se puede ser chavista y ser empresario, ser chavista y entregar el Arco Minero, ser chavista y, en realidad, ser su enemigo. Todo les va saliendo bien, ya nadie habla de Socialismo, del Plan de la Patria de Chávez que es un Plan para ir al Socialismo, que fue falsificado, transformado, en un cascaron inútil. Los líderes están amarrados, sumisos, peleando con sombras, dialogando cómo organizar la nueva gobernabilidad.
Todo le va saliendo bien al imperio, pero no están contentos, temen a un continuador, que no todos los líderes estén mediatizados, que alguno se eleve con las alas del pensamiento chavista, que lo convierta en instrumento para construir el sueño y no en bronce para adorar. Saben, desde la independencia, que hay que eliminar a Bolívar y también a Sucre. Hoy temen a Sucre.
Si revisamos los ataques a los líderes chavistas veremos que están focalizados en aquellos que pueden ser continuadores, a los que se han mantenido leales al gobierno y también leales al pensamiento chavistas, fieles pero no sumisos, con brillo propio, queridos, los que no han transigido en la lucha contra las oligarquías, esos son acusados de narcos, de corruptos, a esos le montan ollas.
Los tiempos han cambiado, el método se ha perfilado pero los objetivos son los mismos: eliminar al líder, deformar su pensamiento, eliminar a los posibles continuadores, con asesinato moral, físico o acusaciones que justifiquen su salida.
La guerra está avisada, estamos en un proceso terminal de la ofensiva contra el Socialismo, contra el Chavismo socialista, en la etapa de eliminar a los líderes consecuentes, que quedan pocos. El dilema para ellos es claro; o se pliegan como José Antonio Páez, o luchan siguiendo el ejemplo de Sucre.