Camaradas Nicolás y Diosdado, no solo hay personas en situación de calle y jóvenes comiendo de la basura. Se pueden ver familias enteras con niños de todas las edades, adolescentes embarazadas, y hasta madres que amamantan a sus bebes mientras comen de la basura. Son las bajas lamentables de una guerra económica que no terminamos de derrotar.
Una guerra económica que nos agarró no muy bien preparados para enfrentarla. Además de nuestros errores, es conocido por todos que el enemigo no solo nos dispara desde afuera, sino que lo tenemos dentro de las instituciones y empresas del Estado. Es una realidad que no podemos negar, y Diosdado lo sabe.
A raíz de la guerra económica durante el paro-sabotaje-terrorista petrolero del 2002-03, cuando Lorenzo Mendoza le quitó la Harina Pan al pueblo, el Comandante Chávez creo la red Mercal para protegernos de futuros ataques. De modo que sí sabíamos que el enemigo tenía poder para atacar nuestra economía, y también sabíamos que no tenía razones para no hacerlo de nuevo, pero esta vez de manera más despiadada.
Después de Mercal, el Comandante creó Pdval y Abastos Bicentenarios para proteger a las capas medias de los ataques de Lorenzo Mendoza y las trasnacionales de los alimentos. Estas redes de distribución de alimentos para el pueblo las fueron poco a poco destruyendo los contrarrevolucionarios camuflados con camisas rojas desde adentro, a través de la práctica de la corrupción y el bachaqueo.
Los primeros años de creada la red Mercal no se hacía cola para comprar, a lo sumo se esperaba media hora, y sentado en unos banquitos bajo techo dentro del local. Eso fue cambiando paulatinamente en la medida que la contra ganaba poder y aumentaba sus tentáculos dentro de la red. Aparecieron las famosas listas que las administraban personas que amanecían, muchos vinculados a los encargados de Mercal, y anotaban a los suyos de primero para comprar. Así, los más necesitados se vieron obligados a madrugar para adquirir los alimentos.
En razón de lo anterior, se implementó la venta por número de cédula. Al principio disminuyó un poco la dificultad para adquirir los alimentos de la cesta básica. Pero el enemigo asechaba. La impunidad lo fortalecía cada vez más. Aumentó tanto la corrupción, el bachaqueo y la impunidad en Mercal, que llegó un momento que en algunos Mercales en Caracas, las personas más necesitadas empleaban hasta 3 días para comprar. Es decir, una mañana y unas cuantas horas más para anotarse en una lista a las 4:00 de la tarde, el día siguiente debía madrugar para agarrar número, y finalmente, al tercer día, correspondiente a su número de cédula, debía presentarse a las afueras del local y esperar su turno unas horas más para entrar y adquirir los alimentos.
Cada día se hacía más difícil adquirir los alimentos en la red Mercal, y también cada día se hacía más difícil comer en las Casas de la Alimentación, ya que estas las fueron reduciendo poco a poco. En Caracas se podía ver gente que se trasladaba desde los Valles del Tuy a tratar de comprar en los Mercales de la capital porque en los Mercales de sus zonas se les hacía más difícil.
Luego, en agosto de 2015, comenzó a operar el sistema de compra por carta de residencia que debía otorgar el Consejo Comunal. Con esta medida, si bien benefició a unos, también es cierto que a otros no tanto. Aquellas personas que no vivían en un sector dónde existía un Mercal o Pdmercal regularmente abastecido, y que aún no gozaban ni gozan de los beneficios de las Bases de Misiones y otras medidas posteriores como los CLAP’s y el subsidio directo a través de las tarjetas de alimentación, quedaron en situación de riesgo.
Estas venezolanas y venezolanos que podían comprar hace apenas un año y medio un kilogramo de caraotas a un precio de 4 u 8 bolívares en Mercal, o a 15 bolívares en Pdmercal, y que aún no cuentan con las bolsas de alimentos CLAP, o les llega pero no cada 15 días como lo exigió Nicolás a su equipo de trabajo, y tampoco están incluidos en otros programas afines, ahora les toca comprar el kilogramo de caraotas a 8000 bolívares en los mercados municipales, o en Excelsior Gama, o en el ahora especulador Abasto Bicentenario. ¿Quién aguanta ese coñazo?
Nicolás, Diosdado, prácticamente dejamos a estos compatriotas desprotegidos frente a Lorenzo Mendoza, cabecilla en Venezuela de la guerra alimentaria, y frente a los burócratas contrarrevolucionarios que sirven a los intereses de las grandes corporaciones.
Llama la atención que es en esta época, a mediados de 2015, cuando se implementó el sistema por carta de residencia, que comenzamos a presenciar en Caracas las primeras personas con ropa limpia comiendo de la basura. Aclaro que no estoy escribiendo los resultados de un análisis científico. No, de ninguna manera. Son solo apreciaciones de un observador de la realidad que quizá pueda serles de utilidad para que lo tomen en cuenta para el diseño de los programas sociales frente a la guerra. Claro está, previo a un estudio profundo del fenómeno que estamos viviendo. No estamos para improvisar hermanos.
Más tarde, en mayo de 2016, cuando se crean los CLAP para combatir el bachaqueo, se elimina definitivamente la red Mercal, ya destruida por el enemigo, y se utilizan los locales para la distribución de las bolsas CLAP para aquellas personas que estén organizadas en Consejo Comunal. Esta vez se vieron en dificultades las personas que viven en los sectores populares que aún no están organizadas en Consejo Comunal, y se acentúa así el problema de los venezolanos que comen de la basura.
Camaradas, no estoy seguro, pero es posible que no hayamos previsto algunas consecuencias lamentables que traería la transición entre el sistema de distribución de alimentos de la Red Mercal y el sistema de los Comité Local de Abastecimiento y Producción, CLAP, el cual ha sido reforzado con otros programas de protección.
Es verdad, estamos en una guerra, y la guerra tiene sus bajas. Pero tenemos que disponer todo el sistema de escudos de tal manera de poder evitar que las criaturas en vientre, los bebés, los niños y los adolescentes sean los más perjudicados. Todas las tardes se pueden ver a madres con sus niños y niñas comiendo de la basura, y aunque no lo crean, también madres amamantando a sus bebes, y guardando algunas provisiones en bolsas y morrales para llevar a sus hogares, y poder desayunar y almorzar en sus casas el día siguiente antes de salir de nuevo en búsqueda de alimentos en las bolsas de basura. Muchos se trasladan desde los Valles del Tuy y las Filas de Mariche todos los días.
Finalmente, Nicolás y Diosdado, los invito a leer un artículo sobre el mismo tema que escribí hace apenas unos días para la democrática agencia de noticias y portal de opinión Aporrea.org, bajo el título “Jordán Rodríguez se atrevió a hablar sobre los venezolanos que comen de la basura”. Saludos solidarios.