La Constitución no tiene vida aislada de la sociedad, del momento histórico. Su existencia depende de un acuerdo social, de una aceptación por la sociedad, de su capacidad de regular la vida social, la política. Cuando el acuerdo social (la aceptación) falla, cuando la Constitución ya no puede regular la política es un papel muerto.
Los últimos acontecimientos políticos, que se expresan claramente en el estallido de las instituciones del Estado, en el conflicto de poderes y la pretensión de arreglo en el campo meramente jurídico, indican una profunda crisis y la incomprensión de la dirigencia de esa crisis. Veamos.
Hace tiempo la transición pretendida por el gobierno de entregar el Socialismo, el Chavismo, a la socialdemocracia capitalista entró en crisis. El gobierno es incapaz de restaurar la democracia burguesa, su visión marginal no le permite entender, aceptar, las reglas de la democracia burguesa, siempre lo traiciona “la viveza”, no cumple los acuerdos, es tarugo para construir una estrategia.
Esta situación produce una crisis política, el desconocimiento de la Asamblea es parte de esa crisis política, no es un problema jurídico, legal. Se trata del choque de dos maneras de ver la transición hacia la dominación capitalista, y de entender la eliminación definitiva del Socialismo. Una, la del gobierno populista, clientelar, guardando las apariencias, sin trauma, con la imposible consigna de ganar-ganar. Y la otra, la de la oposición de la mud, quizá igual pero con más realismo, sin rubor comprenden que el capitalismo es represión de las mayorías.
El gobierno, que sin dudas es capitalista, no termina de aceptar las reglas de ese juego: debe cumplir con el circo de la democracia burguesa, entender que lo principal es el sistema, no los gobernantes; comprender que no se puede servir a dos señores, ser capitalista descarado y hablar de Socialismo, pretender ser chavista. Que se debe ser y parecer. Que no puede hacer lo que le dé la gana, lo internacional le pone límites, debe mantener las apariencias.
El gobierno vive un dramático dilema: se agotó su política, no tiene futuro porque no tiene ideología definida, de esta manera todo le sale mal, todo naufraga en la ética salvaje del capitalismo, así no le garantiza el dominio sobre la sociedad que le exige el capitalismo cada vez más robusto, está obligado a ir de susto en susto, de improvisación en improvisación, de mentira en mentira.
El llamado impasse entre la Fiscal y el tsj fue resuelto en lo jurídico, pero la realidad política sigue intacta, la contradicción sigue viva, podríamos recordar aquí las frases que el Comandante nos trajo de Los Miserables, de Víctor Hugo: “derribamos los molinos pero el viento que los movía sigue soplando”. De todas estas, el gobierno sale con menos credibilidad y menos confianza, cada vez más arrodillado. Se niega, o mejor, tiene negado ir al fondo de la crisis, que sin dudas es ideológica, ética, espiritual. En esta situación surge una pregunta desesperada: ¿Dónde está el Chavismo? La actitud de la Fiscal debía ser motivo de una gran discusión que podría salvarlo.
Ese raro comunicado de ese raro organismo de defensa, que más bien parece una cúpula decrepita, nos acerca más a las orillas del acantilado.