Como sabemos hasta el desarrollo de la agricultura, hace unos 10.000 años en el norte de África, el hombre vivía como nómada, de la caza y la pesca, de lo que la naturaleza le otorgaba. Esto no quiere decir que antes de la agricultura, desde el surgimiento de los primeros primates y el homo sapiens hace unos 150 mil años, ya había surgido el trabajo como actividad creadora. El hombre desde su origen tiene la necesidad de crear, no solo para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y vivienda, sino que su condición de humano hace del esfuerzo una necesidad vital. El hombre, a diferencias de otros animales, no puede pasar los días y la vida en solo comer, procrearse y dormir.
En un principio el trabajo, las técnicas (tecnologías), la naturaleza y la cultura fueron parte de un todo inseparable. El hombre ocupaba su tiempo en crear, tanto para solucionar problemas inmediatos- a través del uso de técnicas y herramientas construidas por él- como la capacidad de generar nuevas necesidades, producir nuevos hábitos y recrearse.
El trabajo- a diferencia de hoy- no era una obligación, no era simplemente un esfuerzo que tenía que hacer el hombre para ganarse un salario con el cual se intenta satisfacer las necesidades básicas, el trabajo no era una actividad penosa para conseguir otro fin, no, el trabajo era un fin en sí mismo. Con las sociedades sedentarias, el surgimiento de la agricultura, el trabajo asume una condición y un carácter más social, las poblaciones crecen y por lo tanto el consumo y de esta manera el trabajo se hace más obligante. Esto ha sido una condición histórica del trabajo. Al decir de Engels (1981):
Con cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta entonces desconocidas. Por otra parte, el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y al mostrar así las ventajas de esta actividad conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad (p.71).
Con la desaparición de la propiedad comunal, el surgimiento de la propiedad privada y la correspondiente división del trabajo (manual e intelectual), la diferenciación entre clases sociales, entre los que poseen medios de producción y los que solo tienen su fuerza de trabajo, el trabajo pierde su condición humana vital. Pero es en las sociedades capitalistas, con el surgimiento de la industria y la división internacional del trabajo, cuando el trabajo se convierte en una mercancía.
Históricamente el trabajo ha sido visto de distintos ángulos y perspectivas, desde los documentos bíblicos el trabajo aparece como un castigo a quienes en el paraíso habían violado los mandatos divinos. Hasta la llegada de la Edad Moderna el trabajo he visto como una condición de inferioridad que era hecho por los más humildes (esclavos, siervos), aquellos que no tenían poder económico ni gozaban de nobleza sanguínea y cargos nobiliarios. Los ricos, los poderosos, los nobles no trabajaban, no los necesitaban y era, además, profundamente denigrarse, solo se dedicaban a la supervisión, a las actividades bélicas, religiosas, culturales, a los vicios y el ocio.
Fue con el desarrollo de las sociedades modernas, en los inicios del capitalismo, tal como lo plantea Max Weber (1998), con el surgimiento del protestantismo (movimientos luteranos y calvinistas), con el desarrollo del pensamiento liberal burgués, que el trabajo comenzó a ser aceptado como elemento fundamental del desarrollo económico. Hasta el siglo XV los economistas consideraban que la riqueza consistía fundamentalmente en el dominio de minerales preciosos y la propiedad de la tierra, alcanzado fundamentalmente a través de la expansión y colonización territorial y la utilización del trabajo forzado (esclavo). A partir de esta fecha, con el desarrollo industrial del capitalismo, el trabajador asalariado comienza a sustituir a los siervos y los esclavos. Todo esto fundamentalmente en Europa, ya que en el resto del mundo solo a finales del siglo XIX desaparece la esclavitud y el trabajo servil, aunque en forma camuflajiada se ha mantenido por más tiempo, aun hoy, ésta la más vil y directa forma de explotación, más que del trabajo, del humano. Fue Marx quien comprendió y analizó con mayor precisión el papel del trabajo y de los trabajadores como sujetos históricos. Para Marx el trabajo se había degenerado pasando de ser una creación natural del hombre a un proceso de esclavitud y enajenación. El hombre no se desarrolla en el trabajo por el contrario pierde su esencia humana, convirtiéndose en mercancía, el hombre solo es feliz fuera del trabajo. Tal como lo plantea en los Manuscritos de 1844:
…el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que, en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. (…) De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal (1986.p 108-109).
Más adelante, en Trabajo asalariado y capital (1849), Marx ahonda en este particular:
Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro para asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir, su actividad vital no es para él más que un medio para poder existir. Trabaja para vivir. El obrero ni siquiera considera el trabajo parte de su vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad. Lo que el obrero produce para sí no es la seda que teje ni el oro que extrae de la mina, ni el palacio que edifica. (p. 78)
Pero además en esta mercantilización del trabajo Marx descubre- en lo que sería su aporte fundamental a la teoría del valor y la diferenciación de trabajo y fuerza de trabajo- que no es el trabajo lo que vende el hombre, sino su fuerza de trabajo, el trabajador recibe solo lo necesario para la sustentación, pero el salario nunca es equivalente a su producto. El salario para Marx "…no es la parte del obrero en la mercancía por él producida. El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva. (Trabajo asalariado y capital (1849. P.79)).
Continuará…