El arado y el mar

El ocaso de la vanguardia

Está revolución chavista, socialista, digámoslo directamente, sufre una profunda derrota, y esa afirmación no debe asombrarnos. Todas las revoluciones socialistas -hasta ahora- resultaron derrotadas. Se impone una discusión de las causas de esos fracasos. De esta manera, analizando errores y aciertos, encontraremos la teoría que permita encender de nuevo la llama de la esperanza.

La revolución socialista es el paso más importante de la Humanidad; como dijo el clásico, se trata de salir de la prehistoria, ir a la historia. Con ella comienza la verdadera historia del verdadero humano, que ha padecido milenios de sistemas egoístas, de diversos tipos, con variadas excusas, todos monstruosos, deformados, patológicos, que lo han convertido en su propio verdugo, su lobo. Este paso gigante debe tener leyes que lo rigen y que nosotros desconocemos. Todos los intentos de avanzar hacia la historia, aun fracasados, van dejando una enseñanza, mostrando las dificultades "del asalto del cielo" y evidenciando las defensas inmensas que el egoísmo construye para protegerse.

Lenin nos enseñó que es posible el intento, y allí aparece un elemento: el Líder, la vanguardia. Allí se le dio un duro golpe a la idea de hacer la Revolución sin tomar el poder, sin líder, sin vanguardia. Fidel reafirma a la vanguardia y rompe con el internacionalismo como impedimento de los intentos revolucionarios. Podríamos arriesgarnos y asomar una Ley del asalto: es necesario un líder, una vanguardia, de ella dependerá la calidad revolucionaria. No ha existido Revolución triunfante sin vanguardia y sin líder, esa sería una de las prueba histórica de la Ley. Que parece que más comprende el capitalismo que los revolucionarios.

El aparecimiento de la vanguardia como instrumento revolucionario, como germen de la integración de la sociedad, de lo colectivo, genera su contrario, la fragmentación del hecho revolucionario, simplificarlo como la suma de los individualismos y a esa suma llamarla multitud, muchedumbre. Esta fragmentación, por necesidades impuestas por la realidad, se presenta con la paradoja de organizaciones que están en contra de la organización, direcciones políticas que niegan la necesidad de la dirección.

Se establece así una lucha entre la necesidad de la vanguardia y la propuesta caótica que intenta impedir la concreción de la vanguardia, a ésta opone conceptos difusos, siempre sin dirección, sin organización, enemigos de la organización política.

La vanguardia es vanguardia en tanto cubra varios requisitos. El primero es conseguir que sea aceptada su dirección por un grueso de la sociedad, que con ella establezca una conexión. Segundo, estar imbuida de la ideología revolucionaria, de tal manera que tenga capacidad de diseñar una estrategia exitosa. Chávez y el Plan de la Patria cumplieron en exceso estos requisitos.

Podemos concluir esta primera aproximación al estudio de los fracasos revolucionarios diciendo que la suerte del proceso revolucionario depende en fundamental medida de la calidad de la vanguardia, de su capacidad para enfrentar los intentos caóticos, los embates de las fuerzas defensoras del sistema egoísta. Esta batalla se da en el exterior y también en el interior del proceso revolucionario, de los revolucionarios. Y es allí, en el corazón, en el inconsciente de la vanguardia, que se libra la principal batalla. La esencial arma de los sistemas egoístas es el inconsciente de las sociedades y de las vanguardias liberadoras.

Este proceso que el país tuvo la suerte de vivir se pierde por haberse perdido antes la batalla en el interior de la vanguardia. Al corromperse la calidad revolucionaria de la vanguardia la revolución sucumbe.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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