El arado y el mar

Toda crisis es revolucionaria, Chávez volverá

Venezuela padece una operación de tierra arrasada pocas veces vista en tiempos de paz. A la conmoción económica se suma la devastación moral, y a estas dos calamidades, como si un Dios se ensañara contra el país, sufrimos una carencia severa de vanguardia, de dirigentes. Los políticos, todos, los de gobierno y oposición, se encogieron, sus horizontes no van más allá de las narices y los bolsillos.

La sociedad está triste, desamparada, buscando soluciones fuera del país, el desencanto se mezcla con el desconcierto de un dirigencia, una oposición y un gobierno agotados. La gobernabilidad se resquebraja bajo la verborrea de un discurso desgastado y sin sentido. La esperanza se esfuma, la vida carece de otro objetivo que la supervivencia más básica. Nos hemos convertido en cazadores o víctimas, jugadores esperando un golpe de suerte, una regalía, un carnet.

La crisis es total, no obstante no debemos sucumbir al desgano, ya lo dijo Fidel: las crisis son revolucionarias. El deber de los revolucionarios hoy es convertir estas terribles circunstancias en fuerza revolucionaria. ¿Cómo hacerlo?

En la batalla ideológica se ha avanzado un gran trecho. Ahora sabemos, la práctica lo afirma, que la alianza con los capitalistas sólo trae miseria, que el abandono del camino al Socialismo es un fracaso. Y sobre todo sabemos que la crisis, además de económica, es espiritual, y es allí donde reside la restauración. Ese es el objetivo central de la lucha revolucionaria hoy: recomponer el alma colectiva, dotarla de razones sagradas, devolverle la pasión, apartarla de lo mercenario, de las soluciones clientelares que son camino fácil para obtener resultados inmediatos, pero boleto seguro hacia el fracaso estratégico.

Conociendo hacia dónde vamos, teniendo el objetivo claro, es más fácil la implementación.

Se trata de dar un latigazo a las masas, una acción que desate los cambios morales, espirituales, que marque el inicio del proceso de restauración del Chavismo, del Socialismo. Las palabras, los discursos sin anclaje en la realidad, sin correr riesgo, no conmueven, las palabras se han desgastado, ahora son días de acción.

Este latigazo debe contener una profunda autocrítica. Es difícil convencer que esta inmensa crisis sólo tiene su origen en factores externos, que el culpable es el imperio y que el gobierno, el Partido, nosotros, no tenemos nada que ver con ella; que el gobierno nunca se ha equivocado, que el Chavismo no ha pecado por omisión, por complicidad.

De ese latigazo debe salir vigoriza la vanguardia que guiará el proceso de restauración. La acción debe contener los reflejos, los ecos, del futuro, sobre todo los morales. Debe definir claramente que rompemos con la democracia burguesa, el con pacto de tío tigre y tío conejo, de burgueses con proletarios, la paz boba para seguir en la guerra del capitalismo. Debe ser un claro salto al Socialismo, entendiendo que la democracia burguesa es terreno agotado, que nada tiene que ofrecer al país. Debe ser un latigazo para el país y para el mundo, para este tiempo y para los tiempos futuros. Debe conmocionar la mente colectiva.

Vivimos una paradoja política: mientras más se profundiza la crisis más se crean condiciones para el estallido revolucionario, para el latigazo, para un 4 de febrero, para un Cuartel Moncada, para la Comuna de París. Siempre, tomar el cielo por asalto sucede en medio de una profunda crisis. El deber de los revolucionarios en medio de las dificultades es preparar, conducir, la solución revolucionaria, impedir la solución capitalista. Ahora no son tiempos de constituyentes antichavistas, no son tiempos de entregas de las banderas del Comandante, son tiempos luminosos de Revolución, de la "chispa que incendie la pradera".



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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