Valgámonos de la siguiente premisa: Nada tiene valor comercial cuando carece de demanda[1], y por esa razón la escasez de la oferta pareciera ser la creadora de aquel[2].
Se ha derramado mucha tinta y recalentado muchos cerebros tratando de descubrir el origen de la riqueza desde los tiempos de Aristóteles. Durante unos 2K años toda esa búsqueda resultó infructuosa y sólo entonces el año 1867apareció Carlos Marx y todo empezó a brillar.
Adam Smith, "padre" del liberalismo económico, introdujo su versión burguesa al respecto, pero, aun con la objetividad científica que haya podido caracterizarlo y de su merecido rango como Clásico principal de la Economía moderna, aun así, decimos, sólo llegó hasta confundir el salario como pago del trabajo recibido del trabajador, sin reconocer lo que verdaderamente le paga el capitalista, o sea, sólo el valor de la fuerza de trabajo , un valor trabajo que para reponerlo al trabajador le basta con laborar u operar sólo una parte de la jornada lo que implícitamente supone trabajo gratis y valor gratis durante el resto de la misma jornada.
Digresión: Tanto el valor trabajo que repone el salario como la plusvalía ya tienen su demanda asegurada, y por tanto su valor se concretizará en el mercado a riesgo, por supuesto, de que en este el valor de salida de la fábrica coincida o no con el precio de mercado que coyunturalmente ya no responde al valor individual de ningún fabricante, sino del concurso de todos los fabricantes de un mismo ramo en concomitancia con los de los demás ramos industriales, pero, precios de mercado que tienden a girar sobre los precios de producción , una valoración comercial que impone la mano invisible del mercado a fin de que quede garantizada una tasa media de ganancia para todos los capitales con independencia de sus montos o tipos de mercancías involucrados. La propia libre competencia implica pujas de oferta-demanda intercapitalistas donde sólo los capitalistas de mayor giro terminan imponiendo su oferta y los precios que más rentables les resulten. El resto de los empresarios suelen terminar comiéndose las verdes.
Seguimos:
Smith llegó, pues, al origen del valor, al trabajo como fuente de aquel, una extraordinaria versión burguesa sobre la riqueza burguesa, pero Smith ni David Ricardo no llegaron a ninguna interpretación científica de la verdadera fuente de ella, no sólo de la riqueza de la burguesía sino de todo tipo de explotador del trabajo ajeno.
Por supuesto, ese valor gratis creado por el trabajador asalariado es lo que ya desde hace sus buenos 150 años representó y sigue representando el verdadero origen de la riqueza burguesa, esclavista, feudal o manorial. Riqueza burguesa, decimos, porque carece de sentido hablar de la riqueza de los pobres trabajadores, salvo que se trate de las múltiples, mordaces y para nada graciosas ironías propias de los apologistas del Capitalismo.
Fue Carlos Marx quien dio un agigantado salto adicional cuando descifró los aportes fisiocráticos y clásicos al fascinante tema del valor. Fue así como descubrió finalmente el verdadero origen de la riqueza del capitalista; a esta copiosa y renovable fuente la llamó PLUSVALÍA[3].
Este tema continuará.
[1] La verdad económica de semejante aserto lo tengo con mis propias obras en orfebrería. He producido durante unos 20 años una gran cantidad de miniaturas cúpreas, por ejemplo, algunas réplicas barrocas de mi parroquia, y de otros motivos de muebles en general. De cientos de ellas apenas vendí 2 hace años y hasta allí ya que yo no las he promocionado en absoluto: luego de crearlas termino apegado a ellas, no las ofrezco, pero sin demanda no hay oferta efectiva por reducida que sea..
[2] De perogrullo, cuando una linda chica tiene simultáneamente muchos pretendientes, "se pone a valer" y más vale mientras pretendientes la galanteen., y viceversa. Asimismo, las mercancías más demandas adquieren mayores precios de mercado, mayor valor de cambio en el mercado, aunque no más valor trabajo; por tal razón un bien puede tener valor y carecer de precio. Así mismo, la tierra escasa adquiere mucho precio, pero carece de valor. Y la mano de obra ociosa útil abundante tiene valor sin tener precio ya que este lo pone el dueño de los medios de producción con su baja demanda de aquella.. Basta, pues, restringir su oferta para logar esa buscada valoración de lo que tengamos, y eso es lo que sabe y practica hasta el comerciante más mercachifle y peor chapucero.
[3] La fuerza de trabajo es renovable e inagotable; y por esa razón se nos presenta como una oferta siempre tendente a sobrepujar cualquier demanda por elevada que esta resulte. En consecuencia, su valoración tiende a ser tanto menor cuanto mayor sea el desarrollo industrial capitalista.