Partimos en esta serie de escritos de un principio clave dentro de las posiciones político-ideológicas que defendemos: el de “autonomía revolucionaria”. Los procesos revolucionarios tienen sus caminos propios que no se confunden con la razón de estado ni de partido, construyen sus propias vanguardias, sus propios instrumentos de poder y de defensa, fabrican a partir de una práctica común sus propias comunidades de lucha, los sujetos sociales que desde la pobreza saltarán más allá de ella como destino fatal, asumiendo la tarea histórica de acabar con las razones que nos llevaron hasta allí y que la justifican históricamente. La revolución también necesita perdurar, continuar y saltar todas sus fronteras internas y externas. Es una fábrica subversiva sin límites de tiempo ni espacio que busca multiplicar todos los escenarios posibles de la resistencia y la solidaridad de los pueblos. Pero además, juntando y organizando la rebeldía social, experimenta con ella las alternativas posibles de un mundo distinto, una sociedad liberada de las relaciones de explotación, de dominio y opresión que se han impuesto sobre ella. Y para ello no solo vale “idearla” o “programarla”, es necesario profundizar en el ejercicio revolucionario de expropiación de los monopolios capitalistas de toda índole (industriales, agrarios, tecnológicos, mediáticos, de infraestructuras y servicios, territoriales, recursos naturales y sistemas bancarios) acabando al mismo tiempo con la burocracia que le sirve a esa clase capitalista de administradora de funciones y reparto monopólico de las riquezas nacionales. La revolución por tanto se hace “desde abajo”, allí donde se fabrican las relaciones sociales, afectivas y productivas entre los seres humanos, no es un problema de oficinas, políticos o intelectuales. Tampoco es un decreto de gobierno o de líderes, es un deseo colectivo que se expande y triunfa en todos los terrenos de lucha que se le aparezcan o muere como causa. Vista desde sí misma, la revolución depende de los movimientos autónomos y de trabajadores que ella desarrolle y de la calidad y cantidad de la militancia que sepa organizar en ellos como verdadera máquina liberadora tanto a nivel político como social y militar. Todo régimen de estado es en última instancia un enemigo histórico de ella, mucho más hoy en día cuando los estados, sus gobeirnos y sus modelos de dominio operan cual “consulados” de un imperio asesino y totalitario en que se ha convertido el capitalismo como sistema de dominio y explotación de la fuerza productiva, creadora e intelectual de las sociedades. Sin embargo, también sabemos que necesario es el poder para ella, claro que sí, incluso el poder que podamos tomar a nivel de gobierno neutralizando hasta donde podamos la casta reaccionaria dueña de nuestros estados y ganando hegemonía (avance del ideario comunista) dentro de un gobierno que se define revolucionario. Pero esto no es lo esencial ni mucho menos. Cuidado y se transforma en una trampa degradante de obediencias y complicidades para nosotros mismos como ya lo hemos visto con muchos herman@s en esta pequeña historia de la revolución bolivariana. El poder fundamental que debemos tejer, armar, crear, multiplicar, indeteniblemente es el poder constituyente de los de abajo, y una izquierda social y política que ayude a promoverlo. Un poder constituyente y popular cada vez más ajeno y distante a la razón estado, del capital y del imperialismo. Un poder constituyente que en nosotros comenzó con las mismas insurrecciones y procesos populares constitutivos de los años ochenta y noventa. Proceso amplio y complejo que se impuso en una primera fase política –cual burguesía revolucionaria- con una asamblea originaria que al menos nos dejó una hermosa constitución. Pero esto ya no es suficiente. Ha llegado el momento de avanzar en el camino de un proceso constituyente socialista, originario, popular y no representativo. Será la constituyente hija de la revolución social que empezamos a vivir -y que aún falta mucho por que se realice a plenitud- después de la rebelión del 13 de Abril del 2002. Esta es a nuestro parecer la tarea revolucionaria estratégica y central que tenemos la cual coincidirá en esta etapa con la apertura del próximo periodo electoral. Pregunta entonces, ¿cómo visualizamos la puesta en práctica de esta enorme tarea?.
Muchos movimientos en formación como dijimos en otro momento han asumido el reto de la integración y unidad de la izquierda social y política sin derivar en la típica práctica electorera que por lo general los desvirtúa totalmente. Las cosas nacen desde la necesidad real de colectivos en su propia maduración política, viéndose metidos en la lucha y construcción de un mundo radicalmente distinto que nada tiene con esta política bastarda. Según nuestras consideraciones 10 tareas principales (y constituyentes) dentro del corto y mediano plazo son las que se imponen con mayor fuerza a esa izquierda:
- Las tareas democráticas y de lucha : hemos defendido la necesidad de ayudar a la profundización de la revolución mediante el ejercicio ampliado de la gobernabilidad multitudinaria de carácter colectivo y democrático, convirtiéndose la participación popular en un poder real, permanente y superior a la burocracia. Esto debe ir acompañado con un ejercicio gobierno así sea precario –por la limitadísima autonomía que puede disfrutar frente al estado- que se aproxime realmente a la condición de “gobierno socialista y revolucionario”. Chávez refiriéndose a algo que va en esta misma línea, a esto le ha dado el nombre de “democracia revolucionaria”. Preferimos ser más concretos y reivindicar en estos momentos una democracia “constituyente y refrendaria” que vaya transformando desde lo más bajo (las inútiles Juntas Parroquiales por ejemplo) hasta lo más alto del universo institucional todo el aparato de estado por un sistema de gobernabilidad y una cultura política que ponga en jaque la lógica del estado capitalista y burocrático. En otras palabras, que el asambleísmo constituyente, público, social y territorialmente demarcado, junto al ejercicio refrendario permanente a nivel de todos los cargos públicos, nos ayuden a transformar íntegramente las relaciones de poder en nuestro país en los próximos años. Evidentemente tenemos que contar para ello con un gobierno que en su próximo período constitucional se preste a ayudar y servir de palanca sirviendo de puente a una limitada y difícil -pero rica- dialéctica entre poder constituido y poder constituyente. No obstante por encima de todo necesitará de un movimiento popular en lucha que esté en la disposición de juntarse, solidarizarse entre sí y acompañar sus propias reivindicaciones y demandas con verdaderas exigencias y prácticas políticas que vayan en este sentido. Que se exija el fin político y administrativo de la burocracia y la tecnocracia archicorruptas que tenemos por el referéndum como práctica obligante a todo revolucionario que esté en cargos públicos, la elección democrática de los mandos de instituciones públicas y la apertura continua de procesos constituyentes en infinidad de ramas del quehacer público y productivo que lo ameritan desde ya. La síntesis de todo esto, es decir, la plataforma de unidad, las conferencias y congresos de debate y decisión, las movilizaciones y niveles locales y regionales de organización que amerita, lo hemos llamado –nosotros y muchos otros- “Campaña por todas nuestras luchas”.
- Las tareas en el orden de la gobernabilidad: Veamos este gran horizonte de lucha dentro de las situaciones concretas que vivimos en tanto izquierdas sociales y políticas. Muchos de nosotros –como movimientos, colectivos y organizaciones- estamos desdoblados entre nuestra inserción dentro de muchos programas de gobierno, incluso la dirección parcial del mismo, con las militancia social y de base, manifestándose en forma de resistencia y negociación al mismo tiempo frente al estado y el gobierno que lo representa. Seguir priorizando sobre esta última es obligante para todos nosotros, de otra manera perdería todo sentido lo que estamos defendiendo política e ideológicamente. La “autonomía de clase” sigue siendo nuestra principal armadura de lucha. Ahora bien, necesitamos para que esta autonomía pueda seguir aumentando su potencial político, garantizar un una práctica institucional que neutralice el estado y el gobierno reaccionario que sobrevive descaradamente en medio de esta revolución. Esa jefatura clasista, tiene que empezar a actuar coherentemente y en obediencia a los lineamientos emanados desde síntesis sociales de base más activas y políticas. De otra manera seguiremos siendo víctimas del instinto de captación que genera el estado en su lógica esencial. Pero al mismo tiempo, allí donde eso se hace imposible, donde esta coherencia mínima entre base y gobierno es impedida por las fortalezas acumuladas e inquebrantables –por ahora- de la contrarrevolución en cualquier tipo de instituciones, es necesario incentivar la práctica de los “gobiernos de resistencia”. La “gobernabilidad dual” no puede ser una línea universal hoy en día, pero sí debe ser respaldada en muchos espacios sobretodo locales y regionales donde el aparato de estado y los regímenes de poder se han convertido en enemigos declarados. Zulia y Bolívar (lo que han vivido indígenas, mineros y obreros frente a los gobiernos escuálidos y chavistas allí instalados) son ejemplos patéticos de esta situación y de la necesidad resistente. Pero en realidad es algo que se repite por todos lados, necesitando respuestas de este orden. Es precisamente en este caso donde el asambleismo constituyente como la línea refrendaria pasan a ser una matriz fundamental para el ordenamiento de los “gobiernos en resistencia”. Así tengan, por ejemplo, a los alcaldes a su favor, como es el caso que se ha vivido este último año en Carora con la “constituyente municipal” que el mismo alcalde ha incentivado. Y mucho más en concreto y más abajo aún está lo que hemos llamado “la línea consejista” como versión específica y territorializada del proceso popular constituyente.
- Las tareas consejistas: Siguiendo esta tendencia de hecho distintas formas del autogobierno social ya empiezan a tomar forma con esta revolución, multiplicando sus propias manifestaciones. Si queremos gobernar resistiendo al aparato capitalista de estado y promoviendo la construcción de una “sociedad socialista”, evidentemente que necesitamos de ellas, hechas con plena autonomía y derecho de autogobierno. Nuevamente Chávez ha sido un buen precursor en esta materia dándole vida a una idea encapsula por las crápulas de la burocracia: los “Consejos Comunales”. Desde entonces no hay lugar donde estos no busquen ser controlados –y a veces hasta corrompidos- por la maquinaria partidista e institucional, y peor aún, ya vendrán los escuálidos a hacer lo mismo, ahora que algunos ya aceptan su entrada en V República. Sin embargo, la pelea esta abierta y en muchos lados va por buen camino: la democracia real que tenemos nos obliga a la lucha hegemónica, mucho más si es burguesa. Las “mancomunidades autónomas de Consejos Comunales” ya se empiezan a ver en algunos lados, peleando y articulándose con lo mejor de los CTU y diversas organizaciones de base en formación. Pero no basta con el desarrollo del consejismo vecinal. Es fundamental el desarrollo de áreas como el consejismo obrero, donde efectivamente comienza a existir sustentado en algunas experiencias de recuperación de empresas y empresas básicas del estado cuyas direcciones se ha prestado para ello. Incluso aflora la posibilidad de la “universalización” de los “Consejos de Trabajadores” como unidades mayores de una cantidad de experiencias potenciales de autogobierno de comunidades de trabajadores sobre espacios productivos creados (Núcleos endógenos, Empresas Sociales de Producción) o expropiados. Fundamental para ello es que el sindicalismo revolucionario se abra de una vez por todas al desarrollo de un movimiento obrero y de trabajadores que supere donde se pueda el carácter defensivo de la organización sindical y se enmarque dentro de una verdadera ofensiva socialista. Que entienda que la cooperativa o el sindicato no son más que instancias económicas y gremiales, que las verdaderas instancias políticas de los trabajadores nacen con el consejismo obrero tome el nombre que tome. Un tercer marco de organización consejista naciente son los “Consejos Autogestionarios” que sirven de eje para la integración de cooperativas y de toda la acción autogestionaria comunitaria en vecindades, campos, calles, trabajadores nómadas, pequeñas y medianas empresas. Siendo un fracaso meridiano la “cogestión” basada en el reparto de propiedad (51-49, estado-trabajadores) lo fundamental pasa a centrarse en el desarrollo de la democracia productiva y de calle como el control directo de espacios productivos y de redes de distribución. Hasta es mejor por ahora que la propiedad se quede en manos del estado y dada en comodato o contrato singular a diversas formas de “comunidades autogestionarias” que podrían ser partes de estructuras mayores regidas por un gran “Consejo de trabajadores”. Pero más allá de toda complicación con el estado, es fundamental el desarrollo de esta línea propia y autónoma de integración cooperativa y de toda institución del poder popular que quiera agregarse. La “comunidad autogestionaria”, las “redes de producción-distribución-mercadeo autogestionarias”, su articulación con las instancias de planificación participativa, el consejismo obrero y el movimiento popular en general, su integración con otras redes a nivel nuestramericano, es un punto nodal para el avance de la revolución socialista en las condiciones sociales y económicas que vivimos en nuestro país.
- Las tareas legales: La situación en este campo sigue siendo muy deficitaria. La legalidad ha sido manejada por una visión liberal-democrática con muy pocas excepciones. Pero además todo proceso constituyente de gran envergadura como el que planteamos necesita – en medio de la paz democrática reivindicada- ser reforzada por una legalidad que garantice legitimidad y normatividad al menos a las esferas generales por donde avance la revolución constituyente. La ley de tierras contiene déficits evidentes a nivel de las condiciones de expropiación, la vigencia de la indemnización a latifundistas, el problema de su lectura en el plano de la agroindustria. No existe una ley de reforma industrial que abra las posibilidades de una expropiación total y sin indemnización de las industrias abandonadas, galpones e infraestructuras industriales y agrarias. La ley de participación y poder popular –si tiene sentido- sus borradores tienen un evidente sesgo de control estatal. La ley de consejos comunales –muy corto y controladora por demás- no ha sido acompañada por una ley de sistema participativo de planificación que haga de sus células fundantes y de base a estos consejos y de allí hacia arriba (parroquias, municipios, estados), punto de partida por demás de la paulatina desaparición de las alcaldías, juntas parroquiales y estructura burocrática y estatista de los gobiernos de regionales. Las leyes laborales (ley del trabajo, seguridad social, etc) no han sido ni siquiera reformadas o elaboradas desde el punto de vista de la necesidad reivindicativa de los trabajadores, por ejemplo, el subsidio al desempleo, las prestaciones sociales, horario laboral, etc. Ni se diga de las instancias de contrapoder que hoy nacen a nivel de trabajadores, sectores obreros y cooperativos. Y luego hay todo un conjunto de leyes: educación, comunicación, cultura, ciudad, vivienda, salud, crédito, sistema bancario, tecnología, ambiental, minas e hidrocarburos, desarrollo humano y productivo, expropiación de tierras, inmuebles y empresas, que necesitan aprobarse desde una versión realmente “socialista” que nos facilite el camino. Todas estas leyes igual ameritan de un movimiento popular que las discuta en su conjunto, redacte propuestas y exija a la Asamblea Nacional su aprobación o sean decididas por canales democráticos y refrendarios. Una gran tarea legal que seguramente será parte de los retos planteados para la “campaña por todas nuestras luchas”.
- Las tareas productivas: Sin duda que sigue teniendo total vigencia esa vieja premisa marxista que condicionaba la realización del socialismo al desarrollo de las fuerzas productivas. En nuestro caso, todavía sometidos a una economía rentista, dependiente y centralizada sobre el tesoro público, es evidente que el aporte que pueda hacer en este sentido (desarrollo integral de fuerzas productivas y cambio del modelo de desarrollo) un gobierno revolucionario es básico. Sin embargo, aún bajo estas circunstancias si no existe una plataforma productiva que se desarrolle desde su propia autonomía tomando sus recursos de la permanente acción de expropiación al capital privado, el aporte financiero y asesoramiento técnico del gobierno y su propia creatividad a nivel organizativo, de planificación y tecnológico, el verdadero cambio de relaciones de producción tendrá allí un punto muy flaco. Pensar el problema de la apropiación y liberación de los medios de producción solamente desde la acción reformista –o revolucionaria- de gobierno o la “insurrección” revolucionaria de la clase, descartando la necesidad de combinar estas posibilidades con la actividad “constituyente y socializante” a nivel productivo, consideramos una locura después de lo vivido a lo largo del siglo XX. Para una izquierda social y política, asumiéndose como sujeto productivo centrado en el problema en la liberación de la relación de explotación, la cosa no se queda por tanto en utopías reformistas, estatistas, vanguardistas o cooperativistas. Desde el heterogéneo y combinado desarrollo actual de consejos de trabajadores y autogestionarios, empresas recuperadas, núcleos de desarrollo endógeno, empresas sociales de producción, proyectos autónomos agrarios e industriales, comunidades vecinales integrales, colectivos y movimientos de investigación y formación dedicados a fortalecer este campo, incluidas todas las múltiples variantes posibles en dicho universo productivo, es prioritaria la formación de una vasta plataforma de “Comunidades Autogestionarias” que rompan con la administración burocrática de la acción productiva de los trabajadores como del control y la propiedad del capital. Entendemos en este caso “comunidades autogestionarias” de modo genérico, como todas aquellas instancias de producción-distribución-mercadeo que quedan bajo control directo de los trabajador@s o de los productor@s en tanto propietarios colectivos, como multitud que produce, planifica, articula, redistribuye, asignándose a ella misma retos que suponen la superación de las relaciones de producción y distribución capitalistas como la cultura de vida que impone el aparato alienante del capitalismo global.
- Las tareas comunicacionales : Los de los medios de comunicación y su papel en la fabricación y control de la conciencia colectiva es ya pan comido. En Venezuela se han llevado sin embargo un gran resbalón cuando constataron su enorme impotencia sobretodo en los tiempos de la conspiración abierta y descarada donde tomaron el papel de primer agente político de la misma. En otras palabras, ni siquiera estos monstruos son omnipotentes. Ahora, bastante falta hacer por constituir un campo resistente y alternativo de la comunicación. Los medios públicos, aunque se les agradece el esfuerzo hechos por muchos de los que han puesto la mano allí y su aporte en cuanto a la experiencia comunicacional resistente, se ahogan por general en la propaganda y la contrapropaganda, el silencio y el espectáculo, cosas que hacen parte de la misma tragedia de la razón de estado aunque se hable desde la izquierda. La comunicación como interacción, reapropiación, potenciación y multiplicación liberada de la palabra y el intelecto colectivo, necesita un marco constituyente y de construcción material grandioso, que hasta ahora, a pesar de las centenares de radios comunitarias, decenas de televisoras y periódicos populares por doquier, es tremendamente débil. La comunicación desde esta esfera no puede caer ni en el mero comunitarismo ni en las pretenciones masificantes. Desde el punto de vista de la autonomía revolucionaria consideramos que el comportamiento en este campo debe ser mas estratégico que otra cosa, convertirse en una verdadera máquina de guerra que se apropie de todos los instrumentos posibles, forme técnicamente, organice colectivos comunicacionales creativos y militantes en todos lados, dibuje sus propios encadenamientos y enlaces concretos, sepa planificar contingencias, forme sus redes articulando múltiples tecnologías, se meta en el campo satelital y de las telecomunicaciones, pero también reactualice los saberes artesanales a este nivel hasta llegar a la esfera del taller y la fabricación propia. La comunicación como gran industria es el centro del ordenamiento del neoliberalismo y el postfordismo y su principal campo de acumulación de capital, toda una juventud a nivel del planeta está siendo formada y sometida para ello de la misma manera que lo hicieron con los obreros especializados de las grandes fábricas en otros tiempos. Pero por eso mismo la comunicación desde nuestro lado más que simple mensaje, información o propaganda, se ha convertido en una potencia subversiva extraordinaria, una plataforma inmensa si se mira orgánicamente, que es necesario cualificar y engrandecer. El paso a este debate y a los retos que supone es lo que deberíamos poner en la calle.
- Las tareas formativas: Otro pan comido es el de la formación, su papel como aparato de dominación cuando se encierra en la lógica del aula y los monólogos educativos, como también su necesidad a la hora de transmitir y crear y recrear los saberes necesarios para emprender el conjunto de las tareas revolucionarias. Inmenso ha sido el esfuerzo hecho, incluso desde la situación más precaria de aquel o aquella que sin recursos ni un gran biblioteca en su cabeza sin embargo emprenden con lo que tiene cualquier tipo de dinámica formativa donde se transmiten valores, conceptos y técnicas que terminan trabajándose colectivamente. Es uno de los hechos más loables que han nacido de la militancia social en expansión. Sin embargo, también es macabra la forma en que diversas instituciones vendiendo el sueño revolucionario se han chupado las capacidades y saberes de una cantidad de compañer@s llenos de virtudes y experiencias en este campo. El problema no es en sí el hecho de ser contratados por ellas, el hecho es como, quebrando toda autonomía muchas de estas instituciones rebajan todo lo que pueden los contenidos de fondo y metodológicos fabricados evidentemente por estos compañeros, luego los ponen al servicio de una suerte de “cadena de producción” de talles y cursos donde se rompe toda la relación de fraternidad y compromiso de iguales entre formador y colectividad, acabando cualquier principio de democracia del saber y del propiamente saber como instrumento liberador. Una de las tragedias del cooperativismo en Venezuela es precisamente esta terrible fractura en la producción y transmisión de saberes. Desde lo sucedido en la Universidad Bolivariana hasta infinidad de grupos que rondean el quehacer de las instituciones sociales sobretodo de gobierno, el hecho es el mismo. Dejando de lado las nobles excepciones que sin duda existen, lo importante a nuestro parecer es tomar conciencia de la necesidad urgente que existe de independizar los campos de producción y transmisión de saberes de la lógica burocrática, incluso por parte de aquellos que por una u otra razón se encuentran insertos dentro de ella. Lo que podamos hacer por subvertir esa burocracia desde adentro se aplaude. Pero antes tomemos conciencia de algo: el capitalismo postmoderno necesita formar individuos mucho más que antes por las mismas características de su expansión global, de allí la privatización y “desescolarización” de la educación que han emprendido a nivel mundial, utilizando muchas veces los lenguajes de la educación liberadora por la cual tantas generaciones de luchadores han peleado. Con más razón entonces, así tengamos que negociar con las instituciones para recoger los recursos y dineros necesarios, es necesaria la organización de un gran espacio “educación popular” por fuera del estado que rompa con ese institucionalismo formativo y se convierta en un centro extraordinario de generación, sistematización y divulgación de los saberes e idearios que se fraguan con la misma explosión de la revolución social y la subjetividad social que ella produce. A estas alturas del proceso el problema no está en crear nuevos centros de formación “alternativos” con diplomas seductores de reconocimiento, el reto se centra en la liberación y descolonización del conocimiento. Para eso hace falta al menos la construcción de una gran plataforma de lucha que ayude a esta causa.
- Las tareas de defensa : Quizás al hablar de defensa estamos refiriéndonos a uno de los hechos más complejos del proceso revolucionario. Necesitamos conservar y engrandecer la alianza cívico-militar engendrada desde el 92 como una tacita de oro para la sobreviviencia de este proceso. Pero al mismo tiempo sabemos de los valores antidemocráticos, la formación anticomunista y las prácticas autoritarias que siguen corriendo por los laberintos de la fuerza armada en su conjunto. Es un problema de la naturaleza ontológica de los ejércitos modernos. Además, conocer de los negociados de no pocos de los jerarcas militares muchas veces produce una rabia incontenible, unida a muchas informaciones respecto del golpismo que no deja de penetrar un buen número de sus capas. La tarea constituyente desde el horizonte de un “no-estado” en este campo no es fácil, mucho menos si tomamos en cuenta los límites del proceso transformador que se ha desatado por acá. Desde el viejo concepto militar aportado por los vietnamitas del “pueblo en armas” –un “ejército de multitudes” para referimos a lo mismo en tiempos de la globalización y el neoliberalismo- podemos empezar a desentrañar el dilema. El mismo Chávez y una buena cantidad de oficiales patriotas y revolucionarios –más allá del oficio- se han hecho eco de esto iniciando la formación de una primera arboleda de defensa que pasa por la extensión de la reserva y la formación de las brigadas o consejos de defensa territorial. Con algunos resultados interesantes pero irrisorios si tomamos en cuenta con seriedad las dimensiones las obligaciones en el campo de la defensa que tenemos por delante. A este nivel la cosa ha de ir mucho más allá. Dichas brigadas o consejos de defensa territorial necesitan hacerse de una concepción de “milicia”, célula básica del pueblo en armas. En razón de la unión cívico- militar y teniendo en cuenta nuestra debilidad histórica en este campo, necesitamos abrir un “diálogo cívico-militar” que vaya entre otras cosas abriendo estas posibilidades. Una gran plataforma de defensa que comience con estos consejos dirigidos a su vez por mandos “cívico-militares” ha de ser uno de los frutos más importantes de este diálogo. Si no se puede habrá que hacerlo solos así sea alimentándonos de nuestra participación y protagonismo en la formación de tales brigadas. Pero como sea, esto puede darnos la figura de una “guerrilla social” con un potencial de centenares de miles de miembros orgánicos que a su vez se multiplica a sí misma a través de la articulación con todo el conjunto de plataformas de lucha y corredores territoriales, líneas de abastecimiento, y salud, conectadas y direccionadas por “unidades bisagra” –tarea propia de los “colectivos de trabajo revolucionario (CTR). Cosa que nos permite visualizar mucho mas en concreto esa idea del “pueblo en armas-ejército de multitudes”. La tarea en la defensa hoy en día para nosotros no es cosa de hacer guerrillitas o aparatos militares autocentrados y cerrados, es una tarea también “de masas” de definición y planificación de la izquierda social y política de hoy como una inmensa “máquina de guerra” a la altura de cualquier confrontación.
- Las tareas político-organizativas : Recogiendo los contenidos de estas tareas anteriores si hablamos de “tarea político-organizativa” propiamente ella se nos presenta sobretodo como una tarea síntesis. Síntesis política de los componentes político-sociales concretos, necesidades y tareas que nacen con el proceso histórico y la lucha de clases que va evolucionando en su curso. Para ser más esquemáticos proponemos la división de este campo en dos grandes franjas: una primera y gran plataforma socio-política (obrero-popular como se la ha nombrado entre nosotros) que facilita la síntesis entre los movimientos sociales concretos que a su vez establecen por su naturaleza puentes muy estrechos con consejos, plataformas productivas, comunicacionales, de defensa, o sencillamente nacen de ellas. La lista es muy grande y de muy variadas siglas que por supuesto no conocemos todas. Aunque añadamos a ello un fenómeno hermoso y naciente aquello de hacer, por ejemplo, de la iniciativa autónoma por formar un núcleo de desarrollo endógeno o un conjunto de empresas recuperadas, un movimiento social que vaya más allá del proyecto mismo. Esto y todo el avance “movimientista” anterior ha permitido abrir al fin un proceso de politización de las síntesis sociales, condición primera a nuestro parecer del florecimiento de una verdadera autonomía de clase (el sujeto revolucionario y de clase ha de fabricarse a sí mismo, no existe cual dato sociológico a ser dirigido por los aparatos de vanguardia, como decíamos). La consigna-campaña-plataforma “por todas nuestras luchas” evidentemente tiene mucho que ver con la plataforma síntesis a este nivel. La segunda franja tiene que ver con la comprensión a estas alturas de lo que han de significar las síntesis propiamente políticas (militantes) del movimiento revolucionario. El sancocho entre partidos, contrapartidos y movimientos-partido en este campo es monumental, cosa que por demás facilita la hegemonía partidario-burocrática particularmente del MVR en el campo político. Necesitamos a nuestro parecer organizaciones que se entiendan como verdaderos tejidos que a su vez tejen (agentes bisagra) el campo de la izquierda social en su conjunto. Vanguardias leninistas, partidos archibolivarianos, archiradicales, movimiento encerrados en su supuesta pureza revolucionaria y doctrinaria, a estas alturas poco están aportando. Hoy vivimos otro tiempo, ha nacido un sujeto mas conciente y rebelde (cual obrero-social en sociedad asalariada y marginalizada a la vez) que por instinto se demarca mucho de estos vanguardismos. Las corrientes histórico-sociales que han liderizado intelectualmente la lucha popular necesitan darse una síntesis orgánica a la altura de la inmensidad de los tiempos. El PNA-M.13A es un aporte real en ese sentido y en crecimiento. Su contextura básica los CTR (Colectivos de Trabajo Revolucionario) y toda su arquitectura básica (plataformas, corredores, delegaturas, conjunto orgánico), si no estamos hablando de un movimiento cerrado sobre sí mismo sino de un tejido inspirado en todas estas corrientes históricas que no paran de renacer y diversificarse, la ofrendamos a su desarrollo y enriquecimiento por otros puntos de condensación de la izquierda político-social, haciendo de la suma de nuestra unidad posible un campo extraordinario para forjar una nueva vanguardia colectiva.
- La tarea nuestramericana : El internacionalismo ha sido desde mucho tiempo la tarea que termina de darle orden y sentido al horizonte revolucionario. No tenemos porque renegar de esta magnífica herencia, la asumimos plenamente. El Proyecto Nuestra América supone en definitiva una visión más precisa frente a tal compromiso revolucionario, tomando como punto de partida la lucha por la liberación conjunta del espacio nuestramericano, recogiendo el legado de Bolívar y Martí. ¿Cómo avanzar en este plano?. Aparte de las relaciones naturales y necesarias entre las distintas expresiones de la izquierda revolucionaria consideramos fundamental dos iniciativas esenciales que tienen como centro la izquierda socio-política en su conjunto. Esto en primer lugar tiene que ver con la integración de las plataformas de lucha dentro del plano nuestroamericano, favoreciendo el nacimiento de una nueva integración de izquierda que no se reduzca a los operadores políticos sino que ponga todo su acento en las integraciones vitales (comunicación, producción, educación, defensa, frente unitario de movimientos socio-políticos). De aquí pueden nacer amplias campañas de lucha, intercambio, la generación de una estructura mínima de integración material que le vaya dando piso a la batalla por la liberación de nuestramerica. El otro punto tiene que ver básicamente con la consigna a favor del proceso constituyente nuestromericano. Una vez avanzado el poder constituyente popular como lo ha hecho en Venezuela, Bolivia, Ecuador, México, etc, consideramos fundamental comenzar a sensibilizar la población con esta idea que de hecho ya ha empezado a serlo en oposición a las integraciones coloniales. La apertura de las fronteras continentales, la unificación del espacio monetario, el incentivo de un proyecto igualitario, de integración horizontal y socializante, necesita al menos de una plataforma nuestramericana de lucha que la asuma sin descanso.