El acto de instalación de la constituyente pasó con más pena y cero gloria; al contrario, fue un acto triste, lamentable. Si quisiéramos bautizarlo no sería otro el nombre que "réquiem", misa de difunto, despedida luctuosa del Comandante Hugo Chávez. El acto lo hacen sus herederos con la hipocresía mayor que haya conocido esta tierra. Seguramente los dramaturgos más elevados usarán esta traición para escribir obras excelsas, clásicas, emulando a Shakespeare.
Vergüenza de los sepultureros, sus propios herederos, que esconden tras discursos falsos la liquidación del último símbolo de la herencia de Chávez, la Constitución del 99. La guillotinaron sin que les diera el menor rubor, ya antes habían liquidado al Plan de la Patria. Ahora hablan de un ¡nuevo modelo económico! en complicidad con los capitalistas, contra el Socialismo, desmontar lo que avanzó Chávez, traicionando su mandato de luchar "contra la lógica del capital", construir el Socialismo. No se atreven, les da vergüenza decir que van a sustituir la Constitución de Chávez, engañan a la masa incauta.
Vergüenza de todos los chavistas, que no supimos defender el legado del Comandante, nuestro saldo es negativo. Por variadas razones, no pudimos detener a los falsarios, dejamos correr su obra infame, no impedimos el engaño.
Vergüenza ajena que asiste a un acto de tan baja calidad. Los discurso revelan una mediocridad política que espanta: repeticiones, contradicciones, frases huecas, repetición de clichés, las mismas promesas desde hace cuatro años, los mismos culpables, arrogancia, mentiras, aplausos sin sentido, irracionalidad total.
Lo que asoma en el horizonte de la constituyente es lo previsto: mucho humo, mucha venganza, pirotecnia verbal, como diría aquel filosofo cubano. Y al final, aprobación de uno o dos artículos facilitando la entrega del país a las trasnacionales, a los capitalistas. Todo esto bajo la aprobación de los que debían disentir, de aquellos que antes no querían ni que la burguesía entrara ni de visita al recinto, ahora los aplaudieron de pie cuando llegaron para quedarse.
Alguien podía decir que la selección de la presidente fue una muestra de destreza política, y estaríamos de acuerdo, que consiguieron salvar el primer obstáculo, sabia medida para evitar choques entre los trenes internos, pero las divergencias siguen y emergerán a medida que la crisis los apriete, los empuje a medidas cada vez más desvergonzadas.
Temprano se toparán con la economía, entonces vendrá el desencuentro entre populistas y empresarios. A los populistas le recortarán las alas y el proyecto schemel reclamará su espacio, las trasnacionales pedirán legalidad, y los chavistas ¿despertarán? o aceptarán sumisos la prostitución del Chavismo.
Queda pendiente un acto de desagravio al Comandante, se espera a alguien que diga que eso no es Chavismo, que desmonte la tramoya, denuncie el fraude y a los pillos. El Chavismo, los chavistas no pueden quedar en manos de tahúres de pueblo que pretendan un cambalache con la gloriosa herencia del Comandante.
De este acto, de esta acción, de este gesto depende corregir el rumbo, moralizar la base chavista que hoy se bate entre el clientelismo, el mercenarismo y el escepticismo. Sabemos que es difícil, los que podrían hacerlo están atrapados en sus circunstancias mezquinas, hacen política desde su individualidad y no desde lo social... queremos pensar que es por ahora.