Hemos leído desde hace años la obra de Edgar Morín, el desarrollo del pensamiento complejo nos parece un importante aporte a la filosofía y concretamente a la Epistemología Moderna. Sin embargo deseamos manifestar algunas preocupaciones en torno a la forma en cómo se ha venido abordando este tema en América Latina y más concretamente en contexto de nuestro proceso revolucionario venezolano. Tal como lo reconoce el propio Morín, que si bien mantiene un pensamiento crítico y humanista se alejó del marxismo desde su juventud y desde hace años se ha convertido en un asesor permanente de la UNESCO y el gobierno francés y hoy no solamente sus libros sino sus conferencias se ofrecen en el mercado intelectual a precios nada solidarios.
Con esto no pretendo negar algún valor a la obra y a la figura de Morín, si no ubicar al hombre en su contexto, ya que ni Morín ni la UNESCO ni el gobierno francés podrían ser catalogadas como socialistas. Sin embargo nos causa mucha sospecha el por qué muchos de “los asideros teóricos” que sustentan en el discurso revolucionario del gobierno venezolano, sobre todo el cultura y en educación, toman la complejidad de Morín como unos de los principales basamentos. Las criticas de Morín al capitalismo, como casi todo el pensamiento postmoderno, son realmente sutiles y en algunos casos legitiman más que cuestionan la realidad actual. Mucho menos conseguimos en el pensamiento de Morín y la UNESCO la propuesta de una transformación hacia una sociedad distinta.
Consciente estamos que nuestro proyecto político ya no puede sólo basarse en el ideario marxista del siglo XIX, pero esto no nos puede llevar a romper con esta postura matriz del pensamiento humanista, a pesar de todos sus errores en la practicar revolucionaria. Nuestra propuesta sigue siendo el enfrentamiento al capitalismo y el surgimiento de la sociedad distinta, no el postcapitalismo al que nos hace referencia el postmodernismo, tiene que ser un modelo de desarrollo totalmente distinto.
No sólo es suficiente el cuestionamiento al modelo de pensamiento de la modernidad, a la visión ilustrada, al evolucionismo, al positivismo sino que el cuestionamiento debe ir mucho más allá, es la crítica al modelo social, a las relaciones económicas y políticas de poder, que producen desigualdad e injusticia. No basta con transformar las ideas y el pensamiento sino la sociedad toda. Por ello más que a la complejidad seguimos vinculados al concepto de Totalidad marxista, a la dialéctica materialista, que va mas allá de la relación entre las partes de la realidad y estudia las contradicciones y causas estructurales de estas contradicciones. Vemos en la complejidad, a igual que lo holístico un alejamiento con respecto a las categorías de totalidad y dialéctica, que nos parece peligroso desde el punto de vista epistemológico y más aun en lo político.
Esta complejidad mucha veces no traspasa de lo descriptivo, que llega en algunos casos a una especie de círculo vicioso y tautológico al explicar: “…que la complejidad estudia los procesos complejos ya que el mundo es muy complejo…”, es decir no dice nada y se convierte muchas veces en un discurso hueco para rellenar de largas citas las debilidades teóricas que tenemos en nuestra ciencias sociales. Nos preocupa que la complejidad a igual que lo postmoderno se conviertan en otra moda mas de esas que soplan a cada rato y penetran nuestro discurso, como lo han sido “La Sociedad del Conocimiento” y todo el discurso tecnogerencial que constantemente nos invade.
Aunque Morín (1995) en Epistemología de La Complejidad reconoce que “no estamos al fin de la historia” y que:
En cuanto a la cuestión del postmodernismo, la palabra me molesta un poco ¿Porqué? Ante todo, debo decir lo positivo que me evoca esa palabra. En mi opinión, es la ruptura con la creencia de que lo nuevo es siempre mejor que lo que lo precedió (…) lo que llamamos modernidad está en crisis. Pero como aún no vemos la cara de lo que está emergiendo, tenemos una manera pobre de denominarlo, el término es “post, postmoderno”. Pienso que los términos “Post” y “Neo” traducen la imposibilidad de conceptualizar verdaderamente, por ahora, la nueva cara que todavía no está formada. Creo que es importante reaccionar contra toda simplificación semántica, contra toda tentativa de homogenización cultural (p-445-446).
Sin embargo vemos en la obra de Morín -y sobre todo en sus seguidores- una marcada tendencia y pretensión de erigirse en la nueva Mega Teoría a la que tanto han criticado. Y contradictoriamente a esta última intensión, lo que prima en las mayorías de investigaciones- que llevan pomposamente el titulo de complejidad- es el más rancio simplismo.
Primero, es necesario reconocer que es fundamentalmente Morín el que ha hecho un intento por teorizar y ofrecer una metodología sobre la complejidad, y como el mismo lo ha reconocido está aún en proceso. Del resto tenemos hoy un sin número de autores y “gurúes” de la complejidad que se venden y se compran en “el mercado intelectual”, pero lamentablemente también en el político, quienes en la mayoría de los casos toman a Morín y sus ideas para explicar todo. Segundo, aunque suene necio y hasta chauvinista es necesario recordar que Morín y la complejidad- como buena parte del pensamiento postmoderno- surge y se desarrolla en otras geografías, en otros contextos, antes otras circunstancias. Nuevamente es un pensamiento que desde otros continentes trasladamos a América Latina muchas veces sin filtrar y cuestionar sus principios. Nuevamente nuestra fascinación- por no decir idolatría hacia lo foráneo –nos ahorra “la penosa tarea” de pensarnos a nosotros mismos.
De esta manera la complejidad sirve aparentemente para explicar todo, pero no deja claro cuál es su capacidad para criticar no sólo el modelo de pensamiento sino también el modelo societal y más aún su necesaria transformación. En nuestros países se está hablando mucho y escribiendo menos sobre postmodernidad, complejidad y transdisciplinalidad, pero el cómo se utiliza esto para la transformación societal no queda nada claro. Muchas veces nos preguntamos hasta que punto estos modismos intelectuales, estos vacios teóricos llenos de verborrea y de simplismo son más peligrosos que el pensamiento positivista, que el conductivismo, que el pensamiento más reaccionario, ya que muchas veces con un seudo discurso crítico lo que hacemos es más que cuestionar es legitimar la terrible realidad actual.
Si bien Morín en La Mente bien ordenada (1990) reconoce “que el desafío de la globalidad es pues, al mismo tiempo un desafío de complejidad” en la práctica no desarrolla como alcanzar esta propuesta. Salvo elucubrar sobre las bondades de este pensamiento complejo nada queda claro de cómo alcanzarlo metodológicamente en la práctica. Y aunque Morín también reconoce que esta capacidad de integrar el conocimiento se perdió con el desarrollo de la división de las ciencias, sin embargo no explica la relación histórica de la división de las ciencias (disciplinarismo) con la enajenación y la división internacional del trabajo inherente al desarrollo histórico del capitalismo. Para Morín, la reforma del pensamiento es un elemento crucial de nuestros tiempos que “permitiría el pleno empleo de la inteligencia para poder responder a estos desafíos y facilitaría la unión de las dos culturas separadas. Se trata de un reforma, no programática, sino paradigmática, que concierne a nuestra aptitud para organizar el conocimiento” (p.22). Pero nuevamente nada dice sobre las razones estructurales que explican en que momento y por qué se separan las ciencias de la filosofía y entre las ciencias sociales y las naturales.
Esta posición de Morín no tenemos duda en ubicarla dentro de la tradición idealista, que ha considerado que con transformar el pensamiento se transformaran luego las realidades concretas. Además de una adición idealista, revisionista es ingenua y metafísica. Según este autor “Nuestra civilización y, por consiguiente, nuestra enseñanza, han privilegiado la separación en detrimento de la unión, el análisis en detrimento de la síntesis”. (p.29), pero nada cuestiona Morín a esta civilización que ha hecho posible la separación del conocimiento.
Sus críticas al marxismo pueden ser en parte valederas y legitimas, pero no nos ofrece una alternativa para poder explicar y comprender las desigualdades que existen dentro de todos los estados nacionales. A pesar de reconocer que “todo imperio es a la vez opresor y civilizador” nada se refiere a la naturaleza de los imperios hoy.
Igualmente, en Epistemología de la complejidad (1995) Morín aborda problemas de la realidad mundial, como la ecología, reconoce que es un problema no local sino mundial, que corresponde a toda la humanidad y critica a los tecnócratas que en la era planetaria no logran percibir esta complejidad planetaria, sin embargo no hace ninguna revisión histórica sobre las causas y actores principales que han hecho posible esta hecatombe mundial y por lo tanto las cuotas de responsabilidad que les corresponde.
En Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (2001) Moríndedica un extenso capitulo a La ética del género humano, donde además de lo axiológico hace todo un tratado sobre la democracia:“una ética necesariamente humana, es decir una antropo-ética, debe considerarse como una ética del bucle individuo-sociedad-especie, de donde surgen nuestra conciencia y nuestro espíritu propiamente humanos”. (p.130). Nos gustaría saber a qué se refiere Morín concretamente con lo de espíritu y conciencia humana, cómo relacionar estos elementos con la base material de la desigualdad y la injusticia social?
En cuanto a la democracia señala “Exigiendo a la vez consenso, diversidad y conflicto, la democracia es un sistema complejo de organización y de civilización políticas que alimenta y se alimenta de la autonomía de espíritu de los individuos, de su libertad de opinión y de expresión, de su civismo”. (p.133)