El partido único es una de las metas del Presiente que viene gestándose desde que comenzó a trabajar para la toma del poder. Los frentes, los bloques, las alianzas, la plataforma y la metódica desde abajo, han sido antecedentes que se han intentando en los últimos 10 años. Ahora, dadas las condiciones objetivas en el escenario político, la decisión de estructurar el partido único apunta a su materialización. Es el momento justo, pues. Ya es hora de sacudir la composición orgánica y la concepción clientelar del partido de hoy, puesto que opera en una dirección diferente por la que va el Proceso y por la que transita Hugo Chávez.
Estimo que el primer paso a dar, para su constitución, es revisar el papel actual del partido a fin de acoplarlo a la dinámica exponencial del Proceso Revolucionario. Su rol de intermediación entre el Estado y las comunidades bajo la metodología del clientelismo corresponde a una etapa ya superada. El clientelismo, práctica contrarrevolucionaria, es sinónimo de puntofijismo, demagogia, democracia representativa, pragmatismo, es decir, la postura política de la conveniencia y manipulación que se le hace al colectivo para alcanzar objetivos particulares. La mayoría de los partidos y movimientos políticos vigentes son clientelares. Aunque sostengan su apego a un nuevo orden social basado en la Constitución Bolivariana, apoyen al Proceso, se identifiquen con el chavismo, a pesar de todo lo que declaren sus dirigentes, su práctica no es revolucionaria. No han podido deslastrarse de la cultura que hemos heredado de la IV República. Valga decir: (i) sigue la cúpula siendo el ente que decide todo; (ii) se apropia de las instancias populares y se le arrebata al colectivo organizado la potestad de la participación para definir su propio destino; (iii) se organiza a la militancia para asumir el poder desde la concepción burocrática; (iv) ausencia de humildad en las inter-relaciones personales, auspiciando consciente o inconscientemente la rivalidad entre todos; (v) carencia de voluntad para sumarse a la acción solidaria de abrirle los espacios al poder popular.
La coyuntura 2006 tiene que estimular a todos las organizaciones políticas a asumir el nuevo rol que manifiesta el Presidente. La intermediación clientelar no puede ser el fin del partido. Mucho menos ahora cuando esa gestión la van a cumplir los Consejos Comunales. El surgimiento de los Voceros incide de manera determinante en derrumbar la estructura cupular como entidad rectora de las decisiones que le competen al colectivo. La vocería también va a dejar de lado la rivalidad; pues, ya no será el individuo quien tomará las decisiones. Éstas, serán procesadas en colectivo bajo la metodología asamblearia. Por eso es que los rasgos predominantes en esta fase del Proceso, los Partidos tienen que comenzara ajustarse a lo que será su futuro inmediato.
El papel del partido sigue siendo vital. Principalmente el de instrumento electoral. Es significativo señalar que en el nuevo paradigma establecido en 1997 --decisión del MBR-200 de ir a las elecciones en el 98-- la revolución se busca, se alcanza y se consolida por la vía electoral. Camino para crear el poder popular. Y ese camino lo construye el partido político. Por lo tanto, esa será la ser la razón de ser del partido único: ir a las elecciones para tomar el poder y transferirlo a la comunidad organizada. Su lucha tiene que orientarse a: (i) darle sustentabilidad a la formación ideológica y a la enseñanza cultural de la concepción revolucionaria como cambio de estructura; (ii) profundizar las diferencias entre reforma y revolución a fin de que se asuman las fases del Proceso para consolidar el bien común del colectivo; (iii) capacitar a las comunidades para el ejercicio del poder popular y, muy particularmente, la ejecución del mandato constitucional y de la ley creadora de los Consejos Comunales; (iv) generar la carrera del militante político con base en la formación teórica, su ejercitación práctica y su sometimiento a las decisiones asamblearias; (v) contribuir con el poder del Estado en la preparación del pueblo para la defensa integral de la Nación; (vi) estimular el convencimiento que la revolución no es pragmatismo sino espiritualidad, lo que determina una concepción del mundo y de la vida totalmente diferente a la reformista; (vii) colocarse a la orden del gobierno nacional para ampliar la base política en las comunidades con el objeto de desarrollar las siete líneas estratégicas que definen el programa de Hugo Chávez.
Debemos internalizar la humildad y prepararnos para entrar en la nueva fase del partido único como elemento constructor del poder popular. Lo exige la evolución del Proceso y lo manda el Presidente.
izarraw@cantv.net
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