Mambrú se fue a la guerra y la perdió sin disparar un tiro

Una guerra se puede perder sin disparar un tiro. También, es cierto, se puede ganar sin disparar un misil. Ya lo decía Clausewitz: la guerra es la continuación de la política por otros medios. Cuando decimos guerra estamos diciendo política, y la política es el arte de ganar simpatías, de convencer, de crear pasión alrededor de una meta, de una causa. Debemos concluir que la guerra, las acciones de guerra, están dirigidas en primera instancia a la mente, a los corazones.

Una acción bélica debe ser medida por su efecto sobre el alma antes que por su efecto sobre lo material. Puede ser arrasadora en lo material y dar resultados adversos si no ha tocado el alma de los contendientes. Y puede ser modesta en lo material y edificante en lo espiritual, esa es la acción verdaderamente exitosa.

La razón anterior permite entender cómo un ejército pequeño, como el de Bolívar, pudo derrotar a un imperio. El Libertador primero triunfó en el alma de los dominados, los enroló en una causa común que les estremeció el alma. Y en esa causa le fue la vida, sin vacilaciones, sin duda de ninguna clase.

El gobierno socialdemócrata, neoadeco, que hoy padecemos nos convoca a una extraña guerra. En su preparación hace ejercicios militares, a la par que coquetea con el curioso enemigo; habla pestes del jefe adversario y simultáneamente se reúne y hace pacto con las petroleras de ese adversario; dice que la disputa es por petróleo pero le da participación a los imperios en la Faja, en la mayor reserva del mundo; lucha contra el imperio capitalista y aquí adentro estimula a los capitalistas, los llena de dólares; dice que la mud entró en el camino democrático y simultáneamente acusa a uno de sus jefes, borges, de ser un magnicida. Es una irresponsabilidad la actitud del gobierno, convoca a una guerra y, en su ambigüedad, prepara su derrota. Veamos.

Lo primero es precisar cuál es el objetivo de la agresión extranjera, por qué los imperiales no terminan de aceptar al gobierno que les da todo. Conociendo ese objetivo sabremos a qué atenernos. Veamos.

El imperio no perdona el intento redentor del Comandante Chávez, sabe del peligro mundial que significa su ejemplo. Necesitan aplastar lo espiritual, ya hablan de la derrota del Socialismo, del marxismo, ese es su verdadero enemigo, el recuerdo de Chávez. El imperio no tolera medias tintas, a un chavista metido a socialdemócrata, a neoadeco, no termina de convencerlo. Sólo puede convencer a otros renegados, al club de los traidores, a putin, al chinito.

El Canciller dice que es una disputa por los recursos naturales, esa es una visión mezquina de la situación, nos convoca como mercenarios, nos arenga a defender lo material, el petróleo, abandona la causa espiritual, la moral, lo que en definitiva mueve a los ejércitos. Y los militares complementan el error blandiendo sus fusiles aceitados para defender ese petrolero. Pero, ¿el gobierno podía hace otra cosa? No, hace años que se despojó de lo espiritual, redujo las razones sagradas por la cuales luchar a un caja clap, a unos conejos indecisos, al "dakazo", a las dádivas, a un carnet. A Chávez lo convirtieron en un comodín, y a la mentira su forma de explicarlo todo.

Ahora sólo le queda errar entre los tanques melancólicos y el espejismo, entre el reality y el discurso vacío que se contradice en sí mismo.

El gobierno va a una guerra en la que está derrotado desde el mismo instante que abandonó al Socialismo y escogió el camino del pragmatismo, de la picardía. En esa supuesta confrontación con los gringos la única manera de ganar es con Socialismo, el auténtico, el que forme un pueblo al que sea demasiado costoso agredir, verdaderamente imbatible, el que rescate al Chávez auténtico, el guerrero.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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