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No hablo como enemigo del gobierno sino como revolucionario.
Habría que decir que quienes dan la cara por lo que se conoce por política, no han manifestado su opinión con respecto a la amenaza que significa, por ejemplo denunciar, que los terrenos del antiguo aeropuerto, ese gran espacio público, empieza a ser utilizado sin una planificación mínima. Es importante que se sepa de alguna forma como debe estar organizado y distribuido, cuyas premisas deberían ser muy claras. Esto, sin dudas, toca intereses, porque los terrenos del antiguo aeropuerto es un espacio público para toda la ciudad.
Creo, que estos terrenos deben tratarse como un lugar en el que la vivienda no tiene cabida; entre otras cosas, porque eso genera otro tipo de usos. De esta forma se ha ido ocupando esos espacios y se ha dejado de lado otra idea que es muy importante, un plan que analice la incorporación de estos espacios a una red de espacios públicos. De que Cumaná cuente con unos espacios públicos de envergadura que sea el disfrute de todos sus habitantes. De todos los que vivimos aquí.
Los terrenos del antiguo aeropuerto es un espacio para toda la ciudad y en consecuencia debe ser un espacio público en el que debe prevalecer la condición de espacio verde, de disfrute y recreacional. Eso no excluye un uso complementario, que normalmente es de equipamiento urbano.
Existe el convencimiento generalizado de que el tema de la ciudad es el que más beneficio le pudiera generar a cualquier alcalde, a cualquier aspirante, a cualquier político, en términos de votos. Lo cierto, es que los políticos que nos han gobernado no han entendido el tema de la ciudad como el espacio de todos, pero tampoco como una preocupación de todos. Creo que los políticos no tienen la ciudad como una prioridad.
Creo que el tema de la sensibilización a los políticos sobre la ciudad puede funcionar en la medida en que las voces surjan, en la medida en que los medios también lo recojan y en la medida en que nos toque convencer a más de un político que esta bien, hable de su candidatura, pero que también hable de la ciudad que esta ahí, atravesada, y que esta empezando a desmoronarse sin que nos demos cuenta.
Como voz vinculada al área urbana y de la arquitectura he querido y he insistido en que el patrimonio de la ciudad sea un tema total y absolutamente abierto. Siento la necesidad de hacer criticas profundas por lo que esta ocurriendo con esos espacios de incalculable valor cultural y patrimonial. Me preocupa lo que está pasando con el casco histórico de la ciudad, con la laguna de los patos, el área costera del golfo, el río manzanares, la estructura del edificio del viejo mercado, el monumento El Indio y el destino incierto de los terrenos del viejo aeropuerto.
También, que las playas de Cumaná no estan aptas para los bañistas por los altos niveles de bacterias enterococos en concentraciones que superan los parámetros de calidad determinados, que una gigantesca mancha de materia orgánica se dirige hacia las playas de Mochima y las Islas de Arapo producto de las descargas continua de las plantas de tratamiento de aguas residuales, que el actual sistema BusCumaná no forme parte de un macroproyecto que contemplase la implementación de corredores viales atravesando toda la ciudad.
Creo como muchos, que ante el temor de perderla es fundamental reestablecer la confianza. Propiciar esta discusión, implica hacer recomendaciones en el ámbito profesional. Y esto es lo he hecho. De modo que asumo la responsabilidad de mis críticas, la cual me obliga a romper el esquema de desinformación que siempre se pretende imponer a la comunidad afectada y, fundamentalmente, el silencio de las autoridades construido sobre la base de un disminuido espíritu político y el más fehaciente ejemplo de ineficiencia.
Hay una falla muy preocupante en la acción del gobierno municipal. El proceso político que estamos viviendo, encuentra en los espacios públicos una paradoja muy grande, y es que para nada se ha consultado a la ciudad sobre este asunto, y quienes pudieran liderar esto tampoco lo han hecho. Resulta, que una de las cosas que hemos debatido es, primero, la pertinencia de la consulta y luego la de un plan de reordenamiento de la ciudad de Cumaná. Incluso la posibilidad de que se abran concursos para que la población opine a través de textos e ideas.
Existe, insisto, coincidencia en que los espacios públicos tienen que ser para toda la ciudad y que toda la ciudadanía debería ser consultada a la hora de tomar decisiones, porque las consecuencias podrían ser muy, muy graves. En primer lugar porque obedecerían a una iniciativa inconsulta. Y ahí empieza a desmoronarse el mito de la democracia protagónica y de que el poder radica en el pueblo, porque para las cosas importantes no se consulta a la gente. Y, en segundo lugar, se demostraría, una vez más, que no importa pasar por encima de los intereses colectivos.
Lo que sí, es que no soy un borrego. Nunca lo he sido. Quiero aclarar que yo no hablo como enemigo del gobierno sino como revolucionario, como amante de este proceso de cambio. Como creyente de un proceso revolucionario que debe garantizar la protección de nuestro patrimonio cultural e histórico. Ni el alcalde, ni los ediles y ni sus técnicos, garantizan que tengan una actitud bien intencionada, respetuosa y seria. Estamos frente a un proceso negador de la ciudad como unidad esencialmente humana. Ninguno de ellos tiene conciencia de la ciudad como identidad, como organización colectiva y dinámica.
Nos encontramos ante un panorama, signado por la desvalorización y el discurso moderno, la transitoriedad de sus realizaciones y la desconfiguración como lugar antropológico, como emblema del progreso y espacio de construcción de ciudadanía, entonces ¿Cómo sostener el discurso? ¿Cómo pensarlo en tanto que elemento transformador de la ciudad considerando que el diseño continúa reproduciendo la desconexión entre espacio y movimiento y, por lo tanto, los caóticos recorridos que surcan a Cumaná?