El término democracia nos refiere al gobierno del pueblo. Proviene del griego Demos que significa pueblo y Kratos que significa gobierno. En el Diccionario de la Lengua española se conceptualiza como la "Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos" y más específicamente "Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes". Arraigada está en la cultura democrática venezolana que nuestros ciudadanos pueden ejercer de manera directa el voto para elegir a sus autoridades nacionales, regionales o locales. Todo bajo el respeto de la decisión de las mayorías.
Nefastos dirigentes de la extrema derecha criolla han intentado usurpar y agredir estos valores venezolanos imponiendo sus agendas violentas y sus "salidas" no democráticas. Cercenando el derecho de los venezolanos a vivir en paz y a participar de manera pacífica en los procesos electorales. La molestia en la propia derecha es abrumadora y ha servido de escarmiento para los partidos que optaron por aupar, financiar y dirigir a los grupos violentos (a los cuales abandonaron descaradamente). La debacle es evidente, Primero Justicia y Voluntad Popular se han quedado sin seguidores.
Nuestro pueblo puede dar ejemplo ante cualquier país del mundo que posee un sistema electoral incluyente, abierto a todos sus ciudadanos. No ocurre así en otros países, algunos de los cuales de manera inmoral e impúdica nos agreden, sin contar ellos mismos con sistemas electorales transparentes que puedan recoger la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos.
Por ejemplo, en Estados Unidos utilizan el sistema de los colegios electorales, proveniente de la época postcolonial (casi medieval), donde los ciudadanos votan para elegir a delegados que a su vez se "comprometen" a elegir al presidente (elección de segundo grado). El voto de la mayoría del pueblo (voto popular) es secundario frente al poder de los colegios-cúpulas que siempre favorecen a los grupos poderosos, a las grandes corporaciones, y no dejan ningún espacio a organizaciones o candidatos alternativos. Esta es la poderosa maquinaria del bipartidismo que controlan férreamente Demócratas y Republicanos. Este sistema electoral se mantuvo por décadas con vergonzosas leyes segregacionistas (la Jim Crow, "separados pero iguales" y antes de eso solo podían votar los "propietarios"), donde afrodescendientes y mujeres no tenían derecho al voto. Hasta que en 1964, como resultado de las luchas por los derechos civiles, se logró la aprobación de la Ley de Igualdad de Derechos y luego en 1965, la Ley de Igualdad de Derechos de Votación.
Otro de los países aliados de la extrema derecha apátrida criolla es Canadá. Ahora le ha dado por agredirnos. Hasta nos acusan de "opacidad" democrática. Pero para nada recuerdan en la derecha que este país es un vivo ejemplo de las reminiscencias neocoloniales del siglo XXI, por cuanto siguen siendo súbditos de la Reina de Inglaterra, a pesar de que nadie en Canadá voto para elegirla, pero tienen que hacer forzosas genuflexiones cada vez que pasan frente a un cuadro de ella. Los canadienses ni siquiera eligen directamente al Primer Ministro, ya que a duras penas tienen derecho a votar por los representantes de la Cámara de los Comunes y estos son los que eligen al Primer Ministro. Vaya ejemplo de democracia nos quieren dar.
De esta gente es que se ha copiado la extrema derecha criolla. Por eso el guabineo de Primero Justicia y Voluntad Popular con las propuestas de diálogo y las elecciones. Hace tiempo que trascendieron el ámbito de la legalidad y le agarraron el gusto a la violencia y al terrorismo. La historia pondrá en su lugar (y ojalá la justicia también) a los responsables de las hordas violentas que generaron tanta muerte y destrucción.
La extrema derecha se mantiene renuente al diálogo y a mantenerse en el camino de la paz. Perdieron la brújula democrática. Ya no tienen ni pueblo. Las ambiciones personales y sus miserias les inhiben escuchar al otro. Respetar al oponente político. La derecha va a la deriva sobre sus divisiones internas, negociados, pujas y contradicciones de clase.
Los pueblos siguen a los líderes que los guían hacia objetivos comunes de bienestar y seguridad. Nadie en plena sensatez va a respaldar las agendas antipatrióticas como las de Julio Borges intentando bloquear y ahogar financieramente al país. Todas sus acciones han puesto más obstáculos al comercio internacional para la compra de alimentos y medicamentos. La historia y la justicia también deben poner a este nefasto personaje en su lugar. Debe recibir el título de adalid de la ruindad humana, por traicionar a su patria, por orquestar con un gobierno extranjero la intervención de su propio país. Es una vergüenza que propicie el bloqueo financiero y la intervención militar del país, pero no sea capaz de realizar una sola acción que alivie o ayude a resolver los problemas de la gente.
Sobre los traidores y vendepatria prevalecerá el espíritu democrático de los venezolanos. Nadie podrá venir a tutelarnos, cohibirnos o impedirnos nuestro derecho a expresarnos libremente a través del voto directo. Votar es un ejercicio democrático entre iguales. Vale igual el voto del obrero, la ama de casa, el maestro y la gente humilde que es la mayoría del pueblo. Las rancias burguesías, el sifrinaje, son la minoría, pero han pretendido imponerse (López y Capriles) a punta de pataletas, golpes, guarimbas y gritos histéricos. Su frustración por no poder asaltar la silla presidencial, los ha mantenido desaforados buscando vías no democráticas, aupando la violencia y rechazando el diálogo.
Para ratificarles que queremos paz, debemos salir a votar sin miedo. Para que en todo el planeta entiendan que somos ejemplo de cultura democrática. Nuestro camino es la vía pacífica y electoral.