Más allá de las apariencias, de los triunfos bufos, se aprecia la crisis de gobernabilidad, el agotamiento de las élites políticas, del gobierno y de la oposición. No hay principios, ni estrategia, no hay más ética que lucrar, conseguir "donde haiga". Han convertido al país en un bazar donde todo se vende, todo se compra; y a la política, en una farsa que permite la trata de la Patria.
El capitalismo precisa de eficacia que le permita explotar, aprovecharse de la riqueza, del trabajo ajeno, siempre eficacia, el capitalismo no es compatible con la ineptitud. Siendo así, esta torpeza en el manejo de lo público no le conviene al capitalismo, es insostenible.
El gobierno no tiene ninguna estrategia, funciona sin entender los pasos que da. Va a las elecciones y no comprende que la clave del opio de la democracia burguesa es que todos los partidos políticos tengan su participación, el que tiene el poder cede una cuota al que mañana será el poder, nada es absoluto, todos comen, hasta los pequeños partiditos que se dicen de izquierda.
Los triunfos, sean fraudulentos, o sean honestos, eso no importa, se desvanecen en la incapacidad de modificar la realidad que sigue su rumbo espontáneamente. La constituyente, que levantó tantas expectativas, sólo atina a la represión, a la trácala, persigue, amenaza, y los precios siguen comiéndose la credibilidad y el apoyo al gobierno. A las elecciones de gobernadores la pervierten, presionan a la prostitución a los gobernadores de oposición, todos muestran su carácter de merchachifles. No son demócratas, quien lo puede negar, tampoco son Socialistas, Chavistas.
Se encandilan con los pequeños triunfos, los magnifican, y cada triunfo es un reto que no cumplen. La masa puede votar y simultáneamente está desesperada, no está contenta, el malestar se siente en el aire, soplan vientos de motín, de desespero. El opio electoral es efímero.
Qué irá a pasar, es la pregunta que todos llevan en silencio, esa es la angustia del día. Unos sospechan lo peor y se van del país, otros jurungan la basura que ya se convirtió en empresa, las bolsas tienen propiedad; los más desesperan, pelean en su entorno, la tensión sube, las contradicciones se tensan, el futuro aparece incierto. Ya nada es creíble, nadie es líder. Somos un país a la deriva. Vivimos una crisis, es decir tiempos de cambio.
Las preguntas del título tienen vigencia. No tenemos respuesta, sólo conjeturas: el trópico es mágico, cuando uno menos lo espera surge un Chávez, un Fidel, un pinochet, o un bobo que corre la arruga y agudiza los problemas.
Hoy las circunstancias permiten cualquier salida, las condiciones materiales de la crisis son agresivas, los requisitos espirituales están presentes. El fascismo tiene sus representantes, aplaudidos por la masa incauta. Hay quien llama a la sensatez burguesa, y su lamento se pierde en el viento. El desespero es la norma, el desengaño cunde en los dirigentillos, van en búsqueda de otras oportunidades. La gente espera el estallido con la parálisis del encandilado.