"Una sociedad irá hacia donde la conduzcan sus líderes". Esta afirmación del clásico tiene soporte en la historia humana. En la crisis tan profunda que hoy vivimos, la sentencia se hace dramática. La sociedad necesita un líder. De la calidad, del coraje de ese líder dependerá el futuro nuestro.
Revisemos en qué nos convertimos. En asombroso poco tiempo nos transformamos en un pueblo entumecido, sentado en la orilla esperando mendrugos o la oportunidad de sacar ventaja en el descuido del prójimo. Llegamos a este punto por una conducta de "apoyo contra reembolso". Esta política educó al país en el clientelismo, lo embruteció: es capaz de cambiar por unas cuantas baratijas el destino de la vida. Es así, la noción de Patria fue reducida al entorno mezquino; por una comida, por un plato de lentejas, se cambia un mundo entero.
Esa es la explosiva situación, una masa reducida a un buche, sin razones sagradas, envilecida, con una espiritualidad aplastada, sin sueños más allá de la inmediatez. Hay amenazas de que la voluntad comprada y no pagada que ayer se manifestó con el voto, se manifieste ahora con el motín; ante unos falsos líderes, diestros en la manipulación de esa masa, expertos creadores de guerras de mentiras, de enemigos vaporosos, todo para ocultar su incapacidad, su agotamiento.
Cada día el derrumbe se agrava, los fundamentos de la nación se caen a pedazos. No hay leyes, no hay constitución, sólo el capricho, el invento de unos pocos que improvisando van destruyendo sin edificar nada, nos convertimos en escombros. La muchachita transformada en poder constituyente suplanta al presidente y al tsj, éstos actúan también a su capricho. Nadie sabe qué puede pasar: hoy dialogan, mañana se inhabilitan; hoy se es corrupto, mañana se es candidato a gobernador; hoy eres chavista histórico, mañana serás agente del camarada trump; hoy prometen, mañana no cumplen; habrá elecciones cuando se puedan ganar, competirán los que no hagan daño, los otros se inhabilitan; se ganan maratones de un solo corredor y esa victoria es olímpica, republicana.
No hay líderes capaces de conducir a la sociedad por rumbos que fundan, los líderes socialdemócratas han fracasado, los del gobierno y los de la oposición no tienen mensaje. La socialdemocracia ha demostrado su incapacidad para resolver la crisis material y espiritual que ella misma crea.
Pocas veces se ha hecho tan evidente el dilema de Rosa Luxemburgo. Vivimos días de Socialismo o Barbarie. Esa es la amenaza. Es necesario un líder capaz de retomar el Plan de la Patria en su esencia, que es, fíjense bien, no "la lucha contra el capitalismo" sino "la lucha contra la lógica del capital". El Comandante, como buen cristiano, entendió que "no sólo de pan vive el hombre".
Lo principal, lo central, no puede ser arreglar el control de cambio y otras medidas monetarias, económicas. Lo principal hoy, lo revolucionario, lo socialista, es rescatar la espiritualidad de las masas chavistas, la que hizo posible el triunfo de Abril y la victoria sobre el sabotaje petrolero; liberar el espíritu que hizo posible el Paso de los Andes, el espíritu que triunfó junto a Chávez en todas las dificultades. Esa es la base para emprender la recuperación de la Patria.
Los líderes, los que tienen la responsabilidad histórica de convertirse en líderes, no pueden quedarse balanceándose sobre la red de seguridad, tienen que correr el riesgo de la acción que los consagre como verdaderos líderes; no pueden quedarse, parafraseando a Fabricio, "en la comodidad" de un programa de televisión o un artículo semanal en la prensa, o refugiados en sus mezquinos dramas personales.