Yo comparto la preocupación del presidente Chávez en torno a la unidad de los revolucionarios; y lo puedo decir con propiedad, ya que he transitado casi todo el proceso de fragmentación de la izquierda venezolana en el pasado; pero lo que debe estar en discusión, más que la unidad misma, es quienes deben unirse y con que propósitos deben ejecutar dicha estrategia. Por ejemplo, no podemos ver al chavismo como una fuerza única, homogénea y con igualdad de intereses, porque el mismo presidente ha planteado, que una de las tareas inmediatas en su primer eje estratégico, está referido al aspecto de la moral pública, donde por supuesto, yo no estoy obligado por nadie a compartir mi militancia política, con algunos “dirigentes” que a todas luces han resultado unos corruptos de marca mayor y peor que los famosos ladrones de cuello blanco que se enseñorearon contra los dineros del Estados, en los días de la cuarta república.
Otro tema referido a la unidad, está vinculado al modelo de sociedad que prefigura el líder de la revolución: el socialismo del siglo XXI. Sobre este asunto quiero señalar que no todos los que acompañan al presidente, incluso en los niveles del alto gobierno, creen en esta propuesta; sin embargo, entendemos que este modelo de socialismo impulsado de forma genial por Hugo Chávez, entre otras cosas se propone desarrollar un modelo basado en la participación protagónica del pueblo, y en este sentido lo hace incluyente y de profundo contenido cristiano, al invocar el llamado de todos los que luchen por el bien común. Veamos incluso si estos altos funcionarios asumen esta acción gubernamental con los mismos apostolados que el presidente.
En síntesis, la unidad pasa por determinar con quienes vamos a constituir el partido de la revolución venezolana, y cuales son los propósitos que nos van a mantener unidos. Logremos la victoria del 3 de diciembre y después pongamos la casa en orden.