Por estos días se cumplen 16 años del nacimiento de APORREA. Sin duda una de las experiencias de comunicación alternativa y popular más importantes y exitosas que hayan acontecido en Venezuela en toda su historia. 16 años no son tantos como para olvidar el contexto en el que surgió Aporrea. Eran tiempos de ofensiva fascista, de ahogo comunicacional por los medios privados y de inexperiencia aunque prístina voluntad revolucionaria, de transformación y redención popular. Aporrea nace justamente como alternativa comunicacional del pueblo frente al fascismo de la mayor parte de los medios privados, y frente a las carencias, debilidades, desaciertos e inexperiencia en ese ámbito del propio gobierno de Chávez. Y sin lugar a dudas, buena parte de lo mejor que ha parido este tiempo es Aporrea o se le debe a ella. Honor a quien honor merece.
Si hay algo que ha caracterizado lo que podría denominarse como la "Línea Editorial" de Aporrea, es su total apertura, amplitud y pluralismo hacia las distintas corrientes del pensamiento democrático, libertario y progresista, hasta niveles nunca antes (ni después), vistos en Venezuela. La total ausencia de censura en sin duda es, no solo un marca de agua de Aporrea, sino uno de los más valiosos pilares como medio de comunicación alternativa.
Precisamente por esa historia, por reconocer en ella lo difícil que seguramente ha tenido que ser para los miembros de Aporrea mantenerse dentro de los márgenes más amplios de pluralismo y tolerancia, es que comprendemos lo difícil, riesgoso, complejo y hasta peligroso de lo que vamos a plantear. Con todo lo atrevido que pueda parecer, nos parece necesario que Aporrea someta a revisión su línea editorial, específicamente en lo que respecta a los contenidos que eventualmente, algún que otro colaborador expresa en sus escritos.
Específicamente quisiera referirme a lo que publica un sujeto que se hace llamar Jesús Silva. Hace pocos días publicó un artículo [1] que sinceramente sin mucha dificultad podría haber formado de alguna proclama del Frente Nacional de Le Pen en Francia, o de alguna formación neonazi de esas que abundan en Europa. Y en general, algunas de las expresiones que usualmente vierte este sujeto en sus artículos podrían encuadrar perfectamente dentro de las doctrinas más retrógradas, conservadoras y hasta criminales que han existido, como el nazismo y sin dudas, del fascismo.
Empaquetado en un discurso pretendidamente revolucionario y seudojurídico, de carácter nacionalista y patriotero, este sujeto se permite decir impunemente atrocidades como las siguientes:
"Si los yanquis invaden a Venezuela, se decretará un Estado de Excepción en la modalidad de Conmoción por conflicto (art. 337 CRBV, segundo aparte) para defender la patria frente al ataque, esto significa suspensión de ciertas garantías, y los revolucionarios chavistas tendremos justificación para ir contra aquellos hijos indignos de esta tierra que le pidieron al imperio que nos invadiera."[2]
"…en un escenario de contraofensiva antiimperialista, los patriotas iríamos justificadamente contra los dirigentes opositores, pero también contra sus seguidores pitiyanquis pues ellos habiendo declarado a los gringos como sus salvadores estarían autoproclamado como agentes de tropas invasoras y por consiguiente merecerán ser neutralizados, incluso preventivamente."[3]
No hay que ser demasiado acuciosos para saber qué significa eso de "…ir contra aquellos hijos indignos…". Al menos para quien suscribe, no hay duda alguna de que en estas frases se expresa una inequívoca apología a la violencia irracional y una manifestación concreta de odio.
En realidad las cosas que escribe este sujeto no guardan un carácter muy sistemático ni coherente que digamos. Una rápida revisión de lo que publica permite comprender que la mayor parte son tonterías que se mueven entre lo divertido y lo repulsivo, entre lo fantasioso y lo repugnante, siempre dando rienda suelta a un exacerbado narcisismo que raya frecuentemente en lo ridículo y patológico a la vez. Un pasticho ideológico bastante mediocre con un evidente énfasis por lo facho, por lo gobiernero y con un gran gusto por lo despótico. Pero además, siempre en plan provocador, en plan de bulling seudopolítico y de amenaza leguleya contra cualquiera que a su juicio ponga en "peligro" cualquier asunto del gobierno que él se siente obligado a defender desde su prosa facha. No obstante, buena parte de ellas serían suficientes para que a cualquiera en este país le aplicaran sanciones previstas en el Código Penal o en la Ley contra el Odio. Por supuesto, ya sabemos que en Venezuela la justicia suele ser un tanto injusta, sesgada, acomodaticia o selectiva. Este tipo, como bien dice una amiga, seguramente no es un electrón libre (No cualquiera tiene un programa de televisión en TVES), por lo que solo así se explicaría la absoluta impunidad con la que continuamente ofende, provoca, veja y maltrata verbalmente a quienes de manera genérica caen en su pluma visceral y narcisista, desde una supuesta supremacía intelectual y un uso del tema jurídico que según su criterio maneja. Hasta el mismo portal Aporrea podría resultar objeto de sanciones por cuanto ya sabemos que en Venezuela, el medio también es responsable de lo que allí se publica.
El debate sobre los límites de la libertad de expresión ni es nuevo, ni es local. Es antiquísimo y es universal. Prácticamente todas las sociedades más o menos democráticas se han enfrentado y se enfrentan al dilema que significa promover la libertad de expresión como un valor fundamental de las sociedades democráticas, y hasta como un derecho humano fundamental, y a la vez contener los excesos que podrían estar implícitos en el ejercicio de esa libertad. Pero más aún, en los riesgos que supone el que algunos puedan utilizar instrumentalmente esa libertad justamente para posicionar una praxis intolerante que tendencialmente tenderá de manera inexorable a liquidar la propia libertad de expresión y otras libertades. En su expresión más cruda, el fascismo lo ha hecho y lo continúa haciendo: utilizando la amplitud y el pluralismo de las sociedades democráticas, a apertura de los canales y medios y libertados democráticas fomenta el odio, la discriminación y toda forma de violencia real o simbólica, y con ella pretende liquidar o limitar severamente estas estas libertades, especialmente cuando el fascismo se ha hecho gobierno, o sus ideas matizan el ejercicio del mando.
La libertad de expresión no puede ser entendida como la libertad de ofender, la libertad de provocar, de calumniar, de humillar, vejar o agredir verbalmente a otro. No puede ser entendida como el derecho que tiene a amenazar, a preparar el terreno para el aniquilamiento del adversario. Tampoco puede ser concebida como la reivindicación de un supuesto derecho de los intolerantes de promover su intolerancia, su discriminación o su odio.
Ciertamente proponerse poner límites precisos a la libertad de expresión es siempre un riesgo. Nos coloca en la peligrosísima situación de ceder a la tentación de mutilar lo que no compartimos, de bloquear o invisibilizar los diferentes, de someter el criterio que no compartimos, y de perdernos en el camino de decidir continuamente que cosa sí y qué cosa no puede/debe ser publicado. Pero por muy difícil, riesgoso y temerario que sea no significa que deba ser eludido. Pues tan peligroso puede ser ello, como lo es el que Aporrea, sin querer, termine siendo la plataforma de propagación o caja de resonancia del fascismo, de la intolerancia y de lo peor de neocoservadurismo venezolano, incluso del que se disfraza de revolucionario, que lo hay bastante y este es uno de esos casos. Si no es un exceso de mi parte, permítanme sugerirles que revisen la posibilidad de que escritos como el que he comentado, no continúen empañando una de las virtudes más valiosas que tiene Aporrea, como lo es su sano pluralismo, su apego al respeto por los lectores, su amplitud responsable con quienes aquí escribimos, y su compromiso con la construcción permanente de una sociedad cada vez más justa, mas democrática, mas igualitaria, más respetuosa de los derechos de todos y de todas.
Es preciso comprender que la Libertad de Expresión, lo mismo que cualquier valor, no tiene un carácter absoluto ni ahistórico. Antes, son concreciones específicas de una historicidad, y su valor es relativo a su relación con otros valores. La libertad de expresión no es entonces la Libertad infinita de expresión; ni la tolerancia es la tolerancia absoluta de todo. Desde Voltaire[1], pasando por Popper[2] y hasta el mismísimo Slavoj Zizek[3] no solo comprendieron esta condición, sino que sin temor alguno ni ambigüedades de ninguna naturaleza sostuvieron con claridad meridiana la necesidad de ponerle límites precisos e innegociables a la intolerancia. "Ninguna tolerancia a los enemigos de la tolerancia", la célebre frase del filósofo austríaco resume en esencia la posición de estos tres pensadores cada uno desde su muy diferente enfoque teórico. Se trata, en otras palabras, de asumir que el ejercicio de una ética de la tolerancia, cuando se refiere a la libertad de expresión, solo es posible en el marco de un ejercicio de responsabilidad en el uso de esa libertad, y que no es posible sencillamente la pretensión bucólica de una ejercicio de la libertad de expresión autorregulada por la pura conciencia de los sujetos, aun cuando ello sería muy deseable. El fascismo, la intolerancia, la antipolítica, la manía amenazante y aterrorizante del poder, o de quienes lo sostienen no pueden encontrar en Aporrea un canal de expresión o un paraguas protector producto de un autochantaje que se infringen quienes con la mejor de las voluntades ponen por encima de todo los valores en los que creen, pero que están siendo objeto de un uso instrumental para un fin radicalmente distinto y exactamente contrario del que sin duda tiene Aporrea. Aporrea debe seguir siendo atmósfera utópica de lo mejor del pensamiento crítico venezolano, pero también un muro de contención de las peores vocaciones o bajas pasiones de esos espíritus retorcidos que pululan en nuestra escena política cotidiana. Ustedes están colocados en un espacio y en una posición en la que no es posible eludir, como, en efecto nunca lo han hecho, la responsabilidad en el manejo de un medio tan importante para este país, por lo que, con todo respeto camaradas, insisto, revisen eso. Larga vida para una Aporrea antifascista y nuestra felicitación tardía por su cumpleaños.
Notas:
- Silva R., Jesús. Opositores morirán primero, en caso de invasión yanqui. (2018) https://www.aporrea.org/tiburon/a263099.html
- Ibid.
- Ibid
- Voltaire (1984). Tratado de la tolerancia. Barcelona. Editorial Crítica, 1984.
- Popper, Karl (1984).La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona Editorial Orbis.
- Žižek, Slavoj. (2008). En defensa de la intolerancia. Madrid. Editorial Sequitur.
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