El Arado y el Mar

La voluntad popular por un plato de lentejas

Una de las enseñanzas de estas elecciones que recién terminan es la posibilidad de manipular de manera brutal la voluntad popular, al punto de desvirtuar cualquier consulta. Ya no hay voluntad "voluntaria", ahora existe acción monitoreadas desde laboratorios psíquicos que mueven los hilos ocultos de la mente. De esta manera ocurre el fenómeno de una masa capaz de votar por sus verdugos, elegir a un payaso o a un monstruo y al otro día, como el borracho, despertar sin recordar las trastadas que hizo en la fiesta, sólo con la pesadez de la resaca, en este caso, aturdido, sin comprender lo que pasó en los últimos días, sin entender las consecuencias de su decisión.

Hoy sabemos, como nunca, que es falso eso de las elecciones burguesas como medida de la voluntad popular. Mientras el capitalismo fue avanzando, cuando se hizo unánime en el mundo, en esa misma proporción, las elecciones no se rigen por leyes propias, sino por las leyes del mercado, la compra y venta de mercancías, la oferta y la demanda. El voto se transformó en una mercancía, la voluntad política de la nación descendió a los niveles de las argucias propias de la guerra de marketing, de la manipulación psicológica de la voluntad de los compradores. Los candidatos son meras mercancías a merced de los técnicos de la publicidad que deciden los discursos, la ropa, el peinado, hasta la manera de caminar.

Por supuesto que la publicidad es engañosa, la verdad ausente, se ofrece la mercancía con eslogan que dispensan el pensar, lo importante es el impacto que impida el raciocinio, que abrume, que provoque reacciones condicionadas.

Este tipo de elecciones son un espectáculo que tiene poca conexión con la realidad, es más un teatro que interesa sólo a los actores y en el que la masa es espectador pasivo, víctima que vive la ilusión de un día para despertar luego con las cachetadas de la realidad real. De las elecciones burguesas emerge una masa más clientelar, más egoísta, más confundida, esta situación deteriora la gobernabilidad futura. Las elecciones van perdiendo la capacidad de domesticar a las masas, se pagan muy caros los días de calma de las campañas y se aumenta la energía acumulada que estalla en los tiempos posteriores. Así cada elección abre un periodo de inestabilidad que pone en peligro al sistema, que debe renovarse con un quiebre de su legalidad, con represión abierta o encubierta.

En Venezuela acaban de culminar unas elecciones con estas característica, unos la califican de payasada, de fraude, en realidad todas las elecciones burguesas lo son, sólo que ahora se mostró como nunca la verdadera naturaleza del evento. Entramos en un periodo de inestabilidad, los síntomas son variados: no reconocimiento del triunfo, acusaciones de fraude, etc., pero sobre todo una masa que despierta del letargo del opio electoral y busca desesperada soluciones a su existencia diaria, que siente el latigazo del hambre, de la miseria espiritual y material, el desengaño del hechizo de la publicidad, se ve con las manos vacías y la expectativa insatisfecha.

El dilema de hoy es ¿quién, qué corriente, cuál pensamiento dirigirá a las masas irredentas?, ¿podrán ellas superar el motín, volverán los objetivos políticos a las calles de Venezuela, o la burguesía logrará limitar todo a un desorden público y una lamentable matanza?



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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