Uno lee los escritos de Simón Bolívar, sus decretos, sus discursos, sus poesías, sus reportes de guerra y sus cartas de amor, y no se cansa uno de observar con que tino, certeza, elegancia, síntesis y diplomacia escribe este extraordinario hombre venezolano, considerado mundialmente como el personaje más eminente que existió en del siglo XIX. Por ello, cada vez que se tenga la oportunidad de leer sus escritos, hay que ponerle mucha atención y pensar que está leyendo a un hombre dotado de grandes virtudes morales y que en su época merecería ganarse varios Premio Nóvel, de los de antes, pues los de ahora son despojos de lo que significaba un alto honor y un sublime homenaje. Me atrevo a interpretar la opinión de mucha gente, ella, que hoy una persona de valía debe rechazarlo, si es que se les ocurre a los miembros autorizados para otorgarlos escoger su nombre, ya que este premio se vino a menos y en vez de un reconocimiento parece más bien un insulto a la mentalidad de algún pueblo. Pero, sigamos deleitarnos con lo dicho por el más grande hombre del siglo XIX, y que no fue otro; sino un venezolano.
"Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en Venezuela. Multitud de beneméritos hijos tiene la Patria capaces de dirigirla: talentos, virtudes, experiencia, y cuanto se requiere para mandar a hombres libres, son el patrimonio de muchos de los que aquí representan el Pueblo; y fuera de este augusto cuerpo, se encuentra ciudadanos que en todas épocas han mostrado valor para arrostrar los peligros, prudencia para evitarlos, y el arte en fin de gobernarse, y de gobernar a otros. Estos ilustres varones merecerán sin duda los sufragios del Congreso, y a ellos se encargará del Gobierno que tan cordial y sinceramente acabo de renunciar para siempre. La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los Gobiernos Democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un ciudadano el Poder: el pueblo se acostumbra a obedecerlo, y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la Libertad Republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.
Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la libertad de Venezuela, puedo aspirar a la gloria de ser contado entre sus más fieles amantes. Permitidme Señor que exponga con la franqueza de un verdadero republicano mi respetuoso dictamen en este proyecto de Constitución que me tomo la libertad de ofreceros en testimonio de la sinceridad y del candor de mis sentimientos. Como se trata de la salud de todos, me atrevo a creer que tengo derecho para ser oído por los representantes del pueblo. Yo sé muy bien que vuestra sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi proyecto debe pareceros erróneo, impracticable. Pero, Señor, acepte con benignidad este trabajo que más bien es el tributo de mi sincera sumisión al Congreso, que el efecto de una levedad presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político, y aun se podría decir, la creación de una sociedad entera, rodeada de todos los inconvenientes que presenta una situación, la más singular y difícil, quizás el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido. Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cual es la base de la República de Venezuela. Al desprenderse la América de la Monarquía Española, se ha encontrado semejante al Imperio Romano cuando aquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente, conforme a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones.
José M. Ameliach N. Julio de 2018