Existen limitaciones o posibilidades desde las ciencias de la modernidad

En este escrito, se hace propicio la referencia de algunas críticas de Nietzsche, porque ante esas ciencias impenetrables, aquilatadas, sobre solidas bases teóricas, se esconde una gran voluntad de poder, que se manifiesta en todo acontecer diario, ofreciendo todo un marco de explicación, en donde se proyectan un conjunto de aflicciones, producto de una creencia en ese mundo del ente y que solo lo bueno se logra, cuando se logra una sola identidad y manera de pensar, entre los sujetos cognoscentes. La razón se encuentra centrada en el sujeto, solo que ese sujeto, no es consiente de hasta que punto está siendo condicionado, una especie de inventario fatal de estímulos, preestablecidos en lo más intimo de la voluntad. Es la concreción de la dominación nihilista de la razón, que concibe al sujeto como el resultado y expresión de una perversión de la voluntad de poder.

Es por esto, que en esa ciencia jovial de Nietzsche, se consigue otra mirada de la ciencia, en donde, florece mucho de lo irracional y loco, porque la ciencia, casi igual que el evangelio, se ha empecinado en una predica del dolor para lograr la vida eterna, pero en el evangelio de la ciencia, no es la vida eterna, es llegar a el conocimiento divino que esta propone, en donde se desprecian los razonamientos singulares, se siente nausea de un pensamiento vagabundo y solo se consuela la racionalización amarga y áspera, que lleve a una dieta espiritual. Es en todo este contexto, que se logra comprender a los pensadores enfermos, que no solo han existido a través de la historia, sino que siguen marcando su existencia a los designios de la ciencia, se han entregado tranquilamente en el sueño placentero que esta plantea y además, si el sueño se prolonga, este confía en los dispositivos creados por esta, que no duermen y lo despertarán.

Se hace necesario abrir más nuestros sentidos o poder entender, hasta que punto nuestros sentidos nos han estado engañando, interrogarnos y probarnos a nosotros mismo, que aprendimos a mirar con ojos más sutiles, que comprendemos lo no evidente, aquella sombra que se esconde detrás de los regímenes de luz. Se logran adivinar esos desvíos involuntarios, a los que se acostumbran llevar a vacacional el pensamiento, lugares muy cálidos, porque si algo tiene la ciencia, es que todo pensamiento, se tiene que calentar con la luz del sol, un sol, con altos juicios de valores, que oculta malos entendidos con respecto a la constitución corporal, la sociedad, la economía, la política, los Estados, las tecnologías, el ambiente, entre otros.

Son juicios impuestos al conocimiento, impulsos de opiniones incompletas dentro de un caos que se controla con las disciplinas, una especie de contrato estable en donde todos los impulsos pueden conservarse en una existencia y al mismo tiempo guardar razón. Es la existencia de una supralógica que organiza, separa y correlaciona las ideas con respecto al pensamiento y la naturaleza del conocimiento.

Es propicio que esa ciencia jovial, avance más allá de simples ejercicios calculistas, de predicciones, de lógicas que organizan la verdad y que despojan la pluralidad de los sentidos, en donde se cierra el oído a la palabra del otro, en donde no existe respeto frente a todo lo que va más allá de vuestro horizonte, en donde solamente hay correctas interpretaciones del mundo. En estas interpretaciones solo se permite contar, calcular, pesar, ver y palpar, y nada más, eso seria una torpeza y una ingenuidad, suponiendo que no sea una enfermedad mental ni un idiotismo y como diría Nietzsche, una interpretación científica del mundo, como vosotros la entendéis, podría ser por consiguiente, inclusive, una de las más estúpidas, esto es, la más pobre de todas las interpretaciones posibles del mundo.

 

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Adrian Avila

Profesor universitario

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