Simón Bolívar y su sobresaliente ingenio civil y militar (XVIII)

El venezolano del siglo actual, XXI, tiene que darse una idea, tiene que tomar muy en cuenta, que la gente que constituyó la milicia libertadora en nuestra victoriosa gesta independentista, no fue un soldado formados militarmente y con la debida disciplina, eran esclavos, campesinos, estudiantes y trabajadores en general que no tenían mayor conocimiento del uso de la táctica castrense, que sus armas al principio fueron sus propios instrumentos de trabajo, machetes, escardillas, chícoras, cuchillos y rústicas lanzas; pero también tiene que considerar que aquel antepasado estaba dispuesto a enfrentar cualquier peligro por conseguir la liberación de su patria de las opresoras manos de crueles españoles, que 300 años antes a sangre y fuego habían conquistado esta rica tierra a la que le sacaron materias agrícolas, pecuarias y minerales, y sus pobladores sometidos a un obediente yugo. El espíritu libertario del venezolano fue y es primordial en su existencia y tal facultad, propia del venezolano del siglo XIX, fue encausado por el Libertador Simón Bolívar para lograr nuestra independencia; y también de otros países vecinos que sufrían del mismo yugo español. Ahora, continuemos con otra parte del excelente Discurso de Angostura que nuestro Libertador pronunciara en la instalación del Congreso Constituyente aquel 15 de febrero de 1819; próximo a cumplir sus 200 años de antiguedad.

"Por exorbitante que parezca la autoridad del Poder Ejecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en la República de Venezuela. Aquí el Congreso ha ligado las manos y hasta la cabeza a los magistrados. Este cuerpo deliberante ha asumido una parte de las funciones ejecutivas contra la máxima de Montesquieu que dice, que un Cuerpo Representante no debe tomar ninguna resolución activa: debe hacer leyes y ver si se ejecutan las que hace. Nada es tan contrario a la armonía entre los Poderes, como su mezcla. Nada es tan peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo, y si en un reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una República son éstas infinitamente más indispensables. Fijemos nuestra atención sobre esta diferencia y hallaremos que el equilibrio de los Poderes debe distribuirse de dos modos. En las repúblicas, el Ejecutivo debe ser el más fuerte porque todo conspira contra él, en tanto que en las monarquías el más fuerte debe ser el Legislativo, porque todo conspira en favor del monarca. La veneración que profesan los pueblos a la magistratura real, es un prestigio que influye poderosamente a aumentar el respeto supersticioso que se tributa a esta autoridad. El esplendor del trono, de la corona, de la púrpura, está afianzado en el apoyo formidable que le presta la nobleza; las inmensas riquezas que generaciones enteras acumulan en una misma dinastía; la protección fraternal que recíprocamente reciben todos los Reyes, son ventajas muy considerables que militan en favor de la autoridad real; y la hacen casi ilimitada. Estas mismas ventajas son, por consiguiente, las que deben confirmar la necesidad de atribuir a un magistrado republicano una suma mayor de autoridad que la que posee un Príncipe Constitucional.

Un magistrado republicano, es un individuo aislado en medio de una sociedad, encargado de contener el ímpetu del pueblo hacia la licencia, la propensión de los jueces y administradores hacia el abuso de las leyes. Está sujeto inmediatamente al Cuerpo Legislativo, al Senado, al pueblo: es un hombre solo resistiendo el ataque combinado de las opiniones, de los intereses y de las pasiones del estado social que, como dice Carnot, no hace más que luchar continuamente entre el deseo de dominar y el deseo de substraerse a la dominación. Es, en fin, un atleta lanzado contra otra multitud de atletas. Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad, el vigor bien cimentado y más bien proporcionado a la resistencia que necesariamente le oponen al Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judiciario y el pueblo de una República. Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en la muerte del gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpación y la tiranía. Se quiere contener la autoridad ejecutiva con restricciones y trabas, nada es más justo, pero que se advierta que los lazos que se pretenden conservar se fortifican, mas no se estrechan. Que se fortifique, pues, todo el sistema del gobierno y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, de modo que no sea su propia delicadeza una causa de decadencia"

José M. Ameliach N. Julio de 2018

 



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José M. Ameliach N.


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