El gobierno abusa de la credulidad de los venezolanos, es experto en pocas cosas, una de ellas -quizá la única- es la de crear esperanzas y no cumplirlas, así el país pendejo va de esperanza en esperanza. El madurismo pasará a la historia, entre otras calamidades, como el movimiento de la desesperanza, nunca hubo tanto desespero, tanta desesperanza como en el desastre madurista.

La lista es larga, desde aquellos motores que nunca arrancaron, el plan 50, la constituyente, el billete de cien, el plan de la "prosperidad para después que me elijan", el cono monetario, el otro cono monetario. Ahora se levantó la esperanza en el 20 de agosto. El gobierno, de esta manera, gasta su credibilidad, se sienten conformes los de la cúpula porque no ven más allá de ganar un día, la visión les llega sólo hasta las narices: si por permanecer un día hipotecan al país, no importa; si destruyen la economía, mala suerte. Lo importante, el premio, es un día más, y esperar que algo pase, que la masa no se de cuenta de su ineptitud.

La sinvergüenzura es su divisa: dicen, después de cinco años, que van a cambiar el modelo económico, hablan de cambios estructurales, y pasan de contrabando, como un acto heroico, la venta de pdvsa y la apertura a los capitales extranjeros protegidos por las leyes de la antipatriota constituyente. Concretan la entrega del Socialismo, del suelo patrio, del corazón de Chávez. Tan pronto acusan a factores externos de los problemas que confronta el país, como aceptan que fracasaron en la economía.

Pero ¿por qué al gobierno todo le sale mal, dónde está la falla? Podríamos bajar el nivel hasta esos programas de televisión que defienden al madurismo con el mismo fanatismo que mañana lo atacarán, que ayer eran todo lo contrario de lo que son hoy; podríamos hacer como ellos, descalifican a los que ayer adulaban, y nosotros infamar a la cúpula de los cinco, pero sería una manera de evitar el problema y escurrir su solución. Al contrario, debemos ir a sus raíces ideológicas, a sus causas primeras.

El gobierno tiene una ideología pequeñoburguesa y marginal, esa contradicción le impide construir un plan estratégico, vive la inmediatez, disfruta del poder que le cayó del cielo, que se sacó en la lotería. Quiere vivir en la medianía, entre un socialismo retórico y un capitalismo salvaje, entre la imagen de Chávez y los métodos de erdogan; sólo acepta críticas de la burguesía que en privado admira, es su paradigma, viven con sus símbolos de poder, corbatas caras, zapatos, camionetas grandotas, fiestas, comilonas, ese será su lado pequeñoburgués. Con cualquier excusas llaman a los empresarios a miraflores.

Su faceta marginal aparece en el tratamiento de la crítica, en la excusa perenne. La crítica para el gobierno es un ataque y el atrevido debe ser eliminado, y si es de adentro más rápido y más cruel. Sus argumentos son la descalificación, soltar los canes con su arsenal de insultos, de retos de pran de barrio. Su paradigma es la mediocridad, la violencia cuando está en ventaja, cuando en desventaja retroceden prestos, se acobardan, niegan lo que ayer dijeron con voz de trueno.

Un gobierno pequeñoburgués tiene dos opciones: una, se pliega a la burguesía, como Kerensky; o, la otra, se proletariza, se hace revolucionaria. Este gobierno vive el drama de haber abandonado al Socialismo, a Chávez, y su naturaleza marginal no le permite entregarse al capitalismo, tiene la intención pero no la capacidad para hacerlo, todo le sale mal por la contradicción que lo habita. Su marginalidad no le permite dar los pasos necesarios para entregarse al capitalismo, el marginal sólo es capaz de construir pandillas, y de destruirlo todo. Y su lado pequeñoburgués no le permite correr el riesgo del camino socialista.

En los próximos días veremos cuánta frustración cabe en un país.